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jueves, 7 de agosto de 2025

LA BRÚJULA

 

Domingo XIX Tiempo Ordinario 

“Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” Sin ninguna duda ponemos nuestros intereses, emociones, deseos, inquietudes... en aquel o aquello que es para nosotros el tesoro de nuestra existencia. Lo que nos parece realmente valioso, importante y prioritario es el lugar donde volcamos todas nuestras fuerzas y es lo que presidirá claramente nuestro corazón. Por ello, es necesario que descubramos en todos los niveles de nuestra vida, también en el nivel espiritual, cuál es el tesoro que poseemos, ya que él será la brújula que oriente nuestros pasos y guie nuestra dirección.

En este domingo 19 del tiempo ordinario (ciclo c) el texto evangélico, frente a tesoros que caducan y se apolillan, apuesta e invita a tener como tesoro inagotable la pertenencia al Reino. Seremos bienaventurados si vivimos con un corazón esperanzado y en espera de este Reino. Seremos dichosos si, en la espera, nos preparamos con obras de servicio a los hermanos practicando la justicia y la caridad.

Nuestra pertenencia a la Iglesia y a una comunidad de fe nunca se puede transformar en poder o autoridad que hace que nos aprovechemos, para nuestro beneficio injusto, de la sencillez de nuestros hermanos. Más bien al contrario, sea cual sea nuestra misión y responsabilidad en la comunidad, nuestro corazón deberá vivir en actitud de servicio porque nuestro tesoro, lo que realmente es importante, es hacer presente el Reino “aquí” y “ahora”.

En el evangelio (Lucas 12,32-48) se reúnen tres parábolas que exhortan a los creyentes a permanecer vigilantes en espera de la venida del Señor y de su Reino. Para ello, más que poner el interés en acumular posesiones materiales, como bien decíamos el domingo pasado, el discípulo de Jesús debe vivir en la actitud de ESPERA. Este es el tema que desarrolla en la primera parábola, en los versículos del 35 al 38. “Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame”

La segunda parábola, versículos 39 al 40, apunta a la incertidumbre de la hora de esa venida de Jesús. Lo que desea inculcar no es tanto la vigilancia como el ESTAR PREPARADOS. “Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”

La tercera parábola se encuentra en los versículos 41 al 48, parece dirigirse, así se deduciría de la pregunta de Pedro («Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?») a los responsables de la Iglesia, y podríamos resumirla diciendo que: el ministro prudente debe permanecer fiel a su tarea, reconociendo que la comunidad cristiana tiene una única cabeza Jesús Resucitado y que todos los demás, aunque ocupen puestos de responsabilidad, son SERVIDORES y HERMANOS. “Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes”

Reflexión: Amig@, descubre el tesoro del Reino que crece en ti. Él será la brújula que determinará la dirección y el rumbo hacia un destino nuevo, distinto y lleno de vida. Él te facilitará la orientación en tu ser discípulo. Sólo quien considera que el Reino es un auténtico tesoro regalado por Dios podrá poner su corazón en él y vivirlo como prioridad.

Trabaja espiritualmente las tres actitudes que te ofrece el texto evangélico: la ESPERA, el ESTAR PREPARADO y el SERVICIO. Que no te paralice el miedo porque si crees en el Señor, ya posees el Reino en su corazón: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. Jesús afirma que Dios es Padre, que nos ama, se ha entregado a nosotros y está a nuestra disposición. El miedo no tiene sitio en el discípulo misionero, sí la confianza.

Tú y yo, como discípulos de Jesús, podemos concretar nuestra forma de vivir el evangelio en el mundo estando con nuestras “lámparas encendidas”. Si permanecemos con las lámparas encendidas en espera reconoceremos al Señor que pasa a nuestro lado y le abriremos, le haremos sitio en nuestro interior y todo nuestro corazón brillará con un nuevo resplandor, el resplandor del tesoro que nadie nos puede arrebatar, que es perenne y no se apolilla.

¿Si nuestra posesión es Dios para que queremos todo lo demás? Jesús nos invita a huir de todo tipo de avaricia e idolatría y a que los bienes materiales no sean nuestros tesoros, ni muevan nuestros corazones. Nuestro fin es más alto, es el tesoro del Reino y no los de la tierra.

Puede que sea el tiempo de cambiar de rumbo y que el corazón tome una nueva dirección. Mira donde se encuentran “tus tesoros” porque ellos son la brújula que dirigirán tu corazón. ¡Cuestión de pararse!

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