La Solemnidad de la Asunción de la Virgen
María, que celebramos el 15 de agosto, tiene lecturas específicas en el ciclo
litúrgico C.
La primera lectura es del Apocalipsis (11:19; 12:1-6, 10), donde se describe una mujer con el sol, la luna y doce estrellas, enfrentando un dragón. La segunda lectura, de la Primera Carta a los Corintios (15:20-27), habla de Cristo como primicia de la resurrección y la victoria sobre la muerte. El evangelio según San Lucas (1:39-56) narra la Visitación de María a Isabel, destacando el Magníficat.
1.- Este encuentro de las dos madres, podríamos decir, que es realmente el encuentro de los dos hijos. Juan, por medio de su madre, inaugura su misión anunciando que Jesús es el Señor (Lc 1,43) Este título de “Señor” nació de la comunidad que había experimentado el encuentro con el resucitado (Hch 2,36) Pero en este relato Jesús es llamado así, incluso antes de su nacimiento. Una prueba más que estos acontecimientos son interpretados desde la fe de la Iglesia primitiva.
María, que con presteza acude a casa de Isabel (Lc 1,39), representa al Israel fiel que vive fuera del influjo del poder religioso (en Nazaret de Galilea) que acude en ayuda del judaísmo oficial representado por Isabel, mujer de Zacarias, sacerdote que vive en Judá, al servicio del Templo.
El salto de la criatura en el vientre de Isabel expresa, a juzgar por varias referencias del Antiguo Testamento y por la aclaración posterior de Isabel, la alegría mesiánica.
2.- El Magníficat (Lc 1,46-56)
es la respuesta de María al saludo de Isabel.
Es un salmo de acción de gracias compuesto con
citas y referencias del Antiguo Testamento, en especial del canto de Ana,
(escrito mil años antes) madre de Samuel, que siendo estéril celebra su
maternidad. (1 Samuel 2,1-10)
María canta la gloria de Dios en el Magníficat, comienza alabando la obra de Dios en Ella para, seguidamente, hablar de “sus fieles, de generación en generación” y de “Israel su siervo”, dándonos a entender que lo que ha ocurrido en Ella no es un privilegio personal, sino un benéfico para todo el género humano.
La parte central del canto de María enuncia el contenido de la promesa de Dios que en este momento se está cumpliendo.
El poema tiene dos partes.
La primera de ellas es un
cántico de acción de gracias de María a Dios, quien, a pesar de su humildad y
pobreza de vida, da gracias al Señor por poner su mirada en Ella, y por eso
será llamada “dichosa”.
La segunda parte del canto expresa, por boca de María la acción de gracias del pueblo de Israel. Todas las promesas hechas a Abraham y a sus descendientes, se cumplen en Jesús.
Lucas nos muestra en este canto un tema de su predilección: Dios se apiada de los pobres (Lc 6,20-26;16,19-25) En realidad no hay aquí una alabanza de los pobres, de los que María es su mayor representante, sino una concepción utópica de la historia en la que la misericordia de Dios y la fuerza de su brazo se dirige a derribar a los poderosos, ricos y soberbios y a levantar a los pobres y humildes. Estamos ante lo que se conoce con el nombre de “inversión mesiánica”. Los últimos serán los primeros, dijo Jesús. (Lucas 13, 22-31)
El Magníficat hace hincapié en la gran inversión provocada por Jesús: se habla de dispersar a los soberbios, derrotar a los poderosos, despedir a los ricos sin nada, ensalzar a los humildes, colmar a los hambrientos. Ésta es, en efecto, la esperanza de la Ley y los Profetas: que el (este) mundo se transforme. Y este es el modo radical como Lucas proclama lo que significa la venida de Jesús.
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