sábado, 14 de junio de 2025

LA TALLA DEL APRENDRIZ


Domingo de Santísima Trinidad

Tal vez, el deber esencial de un discípulo sea transmitir fielmente lo que aprendió del maestro. Por ello, con toda probabilidad, el miedo del aprendiz no sea enfrentarse a todo tipo de amenazas o peligros, sino fallar al maestro o instructor. Es más, te diría que lo último que quisiera escuchar un alumno de labios de su profesor sea la expresión: “Me has fallado”; es decir, “he puesto en ti muchas expectativas y no las has colmado. No has dado la talla”. “Dar la talla” significa ser apto o capaz de hacer algo por las cualidades específicas que posees. Posiblemente esta expresión está relacionada a la talla de ropa y calzado, pero en el contexto del que estamos hablando indica la aptitud o capacidad de alguien para realizar una misión.

Las palabras de la lectura del evangelio de este día de la Santísima Trinidad (ciclo c) nos invitan a reconocer al Espíritu Santo, el Paráclito, como aquel que nos ilumina y nos desvela algo del misterio de Dios. Es prioritario el dejarnos conducir por Él a “modo aprendiz”, actitud imprescindible para acercarnos a la grandeza de Dios Padre desde nuestra pequeñez de hijos.

La expresión “Paráclito” define al Espíritu Santo en el evangelista Juan. Este término es la traducción de la expresión griega “parakletos” (“consolador”) que ha sido a su vez traducida de muchas formas y maneras. Especialmente es conocido el Espíritu como abogado, intercesor, maestro, santificador… que mora en los discípulos, que revela la enseñanza dada por el Señor y que impulsa a ser testigos del Salvador, de su muerte y resurrección, hasta los confines de la tierra.

 

El evangelio de este domingo (Juan 16,12-15) es conocido como el quinto anuncio del Paráclito. Se le da una función al Espíritu de GUIA “cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena” Es decir, la presencia del Espíritu nos devela el misterio de Jesús y nos lleva de la mano para conocer al Señor, lo que Él es y significa como manifestación del Amor del Padre.

En la misión y tarea en el mundo, el “Paráclito” guía a la comunidad hacia la verdad completa, nos refresca toda la obra de salvadora de Jesús, su persona y su mensaje. El Espíritu nos anuncia y nos desvela que Jesús no fue un simple milagrero, sino el camino abierto hacia el Padre. (“Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando”) No se trata de una doctrina nueva, sino de la revelación continua de Jesús y su mensaje. El Espíritu guía a los discípulos en su actividad en favor del ser humano. El Espíritu es, en definitiva, el maestro de la verdad

Lo que es de Jesús es también lo que es del Padre. “Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará” La unidad existente entre el Padre y el Hijo es la que fundamenta la continuidad de la palabra de Dios (o palabra de Jesús) en la Iglesia bajo la acción del Espíritu.

Este pasaje evangélico nos sitúa en el misterio de Dios, pero no mires el misterio como oscuridad sino como hondura de amor y de vida. Dios es vida compartida y amor comunitario. No es lejano a nosotros, sino que en Él vivimos, nos movemos y existimos. Otra cosa muy distinta es que estemos abiertos a lo que el Espíritu nos revela y nos comunica… Por ello, hay veces que pasa desapercibido.

Reflexión: Dios es siempre más que cuanto nosotros, los seres humanos, podemos elucubrar sobre Él. Es muy necesario que tú y yo reconozcamos nuestra incapacidad para alcanzar el conocimiento pleno del ser mismo de Dios, es decir, de cómo es Dios en sí. Es un buen principio para acercarse un poquito a Dios el saberse analfabeto en este terreno.

El paso de Jesús por nuestra historia ha sido un paso de MAESTRO. Él nos ha revelado el rostro del Padre y nos ha enviado su Espíritu que nos guía y conduce. De ahí, la teología ha deducido que en Dios hay tres personas realmente distintas, que, sin embargo, son un mismo y único Dios. Esto lo conocemos como el misterio de la Santísima Trinidad. Creo que, en el fondo, no es cuestión de números, ni de pretender entender lo que no vamos a comprender.

Más que liarnos con el “sudoku” de los números tres en uno y uno en tres, podemos contemplar la donación, la igualdad y la comunicación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu como modelo de lo que debe ser nuestra convivencia. Vivir la fe en nuestro Dios es vivir para los demás en armonía, en donación y en comunicación, y no en aislamiento o soledad, sino en apertura y claridad.

Te invito a no encerrar toda la fuerza y potencia de Dios en tu inteligencia, sino a hacerle sitio en lo aparentemente insignificante. Para ello, vivir en la humildad de “modo aprendiz” sea la talla que debes calzarte de manera imprescindible.

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