Domingo del Cuerpo y Sangre
En el mundo de la empresa se denominan signos distintivos a todos aquellos que pueden evocar un significado por sí solos a cualquier persona sin necesidad de hacer una explicación. Existen cientos de ejemplos que seguro que te vienen a la cabeza, logos o frases e incluso una sola palabra que relacionas automáticamente con una empresa o producto conocido. Cualquier empresa que consiga poseer un signo distintivo es porque sin duda ha hecho un increíble trabajo de marketing, pues ha sabido concentrar todo lo que puede ofrecerle a su público en un único signo que le hace ser diferente, único y referencial. Precisamente, es este signo lo que permite diferenciarse de su competencia, hasta el punto que obtiene unas propiedades legales que impiden a otras personas y empresas utilizar sin permiso.
La llegada del Reino de Dios también tiene un signo distintivo, una marca que le diferencia y le hace ser reconocido. El evangelio de este día en el que celebramos el Cuerpo y la Sangre de Jesús -Corpus Christi- (ciclo c) se nos ofrece el compartir como signo distintivo de la llegada del Reino de Dios a nuestras vidas.
El evangelio de este domingo (Lucas 9,11b-17) conocido como “la multiplicación de panes y peces”, es el único milagro común a los cuatro evangelistas. Entre todos lo narran seis veces. Es un relato lleno de simbolismo eucarístico. Las expresiones “tomó los cinco panes y los dos peces”, “pronunció sobre ellos la bendición”, “los partió” y “los fue entregando”, aparecen en el mismo orden aquí que en los relatos de la institución de la Eucaristía, como bien puedes comprobar en la segunda lectura (Corintios 11, 23-26)
Desde el primer versículo de esta narración queda claramente resaltado, como expresión de lo que es el Reino, el don de Dios y el compartir humano. “Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados”. Igualmente, la misma manera de acoger a la multitud, por parte de Jesús, nos ofrece el signo distintivo del Reino. Mientras que los Doce dicen: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado», el Señor les replica «Dadles vosotros de comer». Una clara alusión a que el compartir es tarea de todos y no se puede escurrir el bulto dejando la pelota en el tejado del vecino.
El Reino de Dios se hace presente en nuestro mundo a través del compartir. Por eso, la Eucaristía, que es la celebración del nuevo Pueblo de Dios, no es autentica y se contradice a sí misma si quienes participamos en ella no somos solidarios. Si los que nos llamamos seguidores de Jesús no compartimos, es que hemos perdido el signo distintivo que nos diferencia.
Amar, ayudar, compartir, conmoverse, compadecerse… son nuestras marcas. Por ello, “quien participa en la Eucaristía ha de empeñarse en construir paz y denunciar las circunstancias que van contra la dignidad del hombre, por el cual Cristo ha derramado su sangre, afirmando así el valor tan alto de cada persona. Si no tomamos conciencia de esto, nuestras eucaristías se aproximan a la incoherencia” (Mensaje en el día de la caridad 2025 «mientras haya personas, hay esperanza»)
Jesús descubre y pone de manifiesto que la lógica y el distintivo del Reino pasa por el dar de comer (material y espiritualmente) a quien hambriento camina con nosotros. Compartir es un gesto que no tiene límites, pues cuando se realiza hay de sobra para todos, porque el amor es siempre abundante. Cuando nos liberamos del egoísmo, de mirarnos al ombligo como centro de nuestra actividad, sobra para cubrir las necesidades de todos. “Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos”
Reflexión: Corpus Christi es oportunidad y reto para despertar lo mejor de nosotros mismos, dejando a un lado mediocridades y ritualismos y empeñarnos en hacer visible el signo distintivo del nuevo Pueblo de Dios, del nuevo Reino, del seguidor de Jesús.
No construyamos murallas (tampoco ideológicas) que nos separen y defiendan del “otro”. El relato evangélico es aleccionador. Los discípulos, estimando que no hay suficiente para todos, optan por levantar un muro entre ellos y quienes sienten hambre. Pretenden lo fácil y lo cómodo: que se vayan y se compren lo necesario. Por el contrario, Jesús se opone a la actitud de los Doce y ofrece, como distintivo, el compromiso de compartir, del dar, generoso y gratuito.
Amig@, la evangelización, que debe ser una preocupación permanente de cada comunidad parroquial, se debe mostrar con sencillez en nuestro modo de vivir, de pensar y de estar. El servicio a los pobres no puede reducirse a ayudas puntuales, sino a trabajar para lograr que la persona esté en el centro de nuestra acción mediante una opción de vida por ellos. Compartir es tu marca.
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