martes, 7 de mayo de 2024

A VECES TERCOS COMO UNA MULA... DE MISURI

 

Domingo de la Ascensión de Jesús 

No me digáis que, en muchas ocasiones, no somos tercos como mulas. Somos obstinados, testarudos y cabezotas. No cambiamos de actitud o parecer aunque haya argumentos convincentes en nuestra contra. No hay nada que nos haga entrar en razón, o bien porque estamos muy apegados a nuestras creencias, o bien porque nos cuesta mucho admitir que estamos en un error, o bien porque nos molesta tener que dar la razón a la otra persona.

"¡Terco como una mula!" porque sus pezuñas son más duras que las de los caballos y demuestran una resistencia natural a muchas enfermedades y a los insectos. Muchos granjeros estadounidenses de zonas de suelo arcilloso, especialmente en el estado de Misuri, han encontrado que las mulas son superiores como animales del arado. Allí se originó la expresión “Stubborn as a Missouri mule” equivalente a “terco como una mula (de Misuri)”

En este domingo de la Ascensión (ciclo b) el evangelio nos presenta a  los primeros discípulos que mantuvieron su incredulidad y su terquedad hasta el último momento. A primera vista, no parecen los mejores agentes para pregonar la Buena Noticia. Sin embargo, ahí los tenemos, ellos son los elegidos para asumir la tarea de ser enviados a anunciar al mundo el evangelio. Los caminos y proyectos de Dios son encomendados a los sencillos, no a los sabios y entendidos, aunque estos sencillos sean como mulas de Misuri.

El evangelio (Marcos 16,14-20) contiene dos breves relatos. El primero hace referencia, por un lado a la aparición de Jesús, que echa en cara la terquedad de la incredulidad de los discípulos y, por otro al mandato misionero a los Once.

El segundo relato nos habla de la ascensión, no de una simple despedida o alejamiento del Maestro, sino del comienzo de un nuevo modo de presencia de Jesús, que en este evangelio está vinculado al comienzo de la actividad evangelizadora universal de los discípulos. Ascensión y misión aparecen estrechamente unidas.

Esta misma idea está presente en la primera lectura de este domingo (Hechos de los Apóstoles 1,1-11) Encontramos a Jesús con sus apóstoles, les anuncia la promesa del Espíritu, quien les dará fuerzas para ser sus testigos hasta los confines del mundo. “Jesús sube al cielo, ellos lo ven levantarse hasta que una nube se lo quita de la vista” Mientras los apóstoles miran asombrados ese ascenso de Jesús, dos hombres los devuelven a la realidad: “Galileos ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”

Con este lenguaje simbólico se nos muestra que ha comenzado el cambio de una etapa a otra. Jesús no está físicamente entre los discípulos y ellos deben cumplir el encargo de ser sus testigos, con la fuerza del Espíritu Santo. Comienza su tarea y labor, con los pies en el mundo y los ojos en Dios.

Para este anuncio de la Buena Noticia nos acompañan signos liberadores: «echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos» Parece una tontería, pero el evangelio conlleva signos que nos hacen sentir y experimentar realmente su liberación. Todos los signos que acompañan a los que creen tienen una dimensión positiva para esta vida, porque anunciar el evangelio tiene mucho que ver con la liberación integral de las personas y el mundo. No podría ser de otra manera porque quien nos envía es quien dio su vida hasta el fin por esta causa.

Reflexión: Amig@, a veces los cristianos, aunque no lo expresemos, somos tercos como mulas de Misuri. Pensamos que la misión es cosa de otros, generalmente de curas, monjas y algún catequista. Creemos que el envío de Jesús a la misión y anuncio del evangelio es para gente más preparada y con mayor facilidad de palabra… Y nos equivocamos, porque todos somos elegidos, enviados y, por lo tanto, misioneros. Todos somos embajadores de Jesús porque todos hemos sido llamados, desde el evangelio de hoy, a realizar el Reino de Dios en todos los lugares y ambientes.

Si somos creyentes somos también misioneros, si somos discípulos somos propagadores y fermento de un mundo nuevo, de una nueva noticia para todos los seres humanos. No somos nosotros quienes le hemos elegido, no lo olvidemos, Él nos ha elegido a nosotros. Por ello, esconderse tras el “no somos dignos” o el “no creernos capaces”, es simplemente miedo, falta de compromiso, escurrir el bulto o cristianismo fofo.

La ascensión de Jesús abre el nuevo tiempo del testimonio. Anuncia la Buena Noticia, no como profeta de calamidades, sino con el arte de la acogida, la caricia, el curar…con la esperanza de construir un mundo mejor desde el servicio y la solidaridad. Confiar, aceptar, enseñar, transmitir… son verbos que no pueden ser ajenos al corazón del misionero de cualquier momento y lugar.

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