
1º domingo de Adviento
En nuestra cultura
occidental y coloquialmente, “vivir de brazos cruzados" significa
ser inactivo, pasivo o conformista, sin realizar ninguna acción. Puede
hacer referencia a una persona que se queda sin hacer nada mientras las
cosas suceden. Esta expresión está en relación directa al gesto físico de
cruzar los brazos que, a menudo, se interpreta como una postura de pasividad,
resistencia o cierre. Por ello, cuando hablamos de que alguien vive de brazos
cruzados, la mayoría de las veces, queremos describir actitudes de indiferencia,
pasotismo o resignación ante los acontecimientos de la vida. Su antónimo sería
proactivo; es decir actuar o estar en actitud despierta, con los ojos de par en
par.
Comenzamos un nuevo año litúrgico y lo hacemos
celebrando el primer domingo de adviento
(ciclo a) A lo largo de este año seremos guiados de la mano del evangelista
San Mateo para crecer y profundizar en la fe y el seguimiento del Señor.
Todo lo que el evangelio, de este domingo nos
presenta, comienza con una pregunta de los discípulos al Maestro. Después de
describir los signos que precederán a la venida del Hijo del Hombre (Mt 24,4-35) Jesús responde a una
pregunta, que le habían formulado sus íntimos, acerca del momento de su venida:
“Estaba sentado (Jesús) en el monte de
los Olivos y se le acercaron los discípulos en privado y le dijeron: ¿Cuándo
sucederán estas cosas y cuál será el signo de tu venida y del fin de los
tiempos?” (Mt 24,3)
La respuesta a esta pregunta nos la ofrece el evangelio (Mateo 24,36-44) Respuesta clara y
contundente: nadie sabe nada, solo el Padre. Pero Jesús abre un camino nuevo a
los discípulos porque, aunque les informa de la ignorancia del día y de la
hora, sin embargo, les comunica la certeza de que el Hijo del Hombre vendrá en
el momento más insospechado, en medio de la más absoluta normalidad, sin
señales extraordinarias… como en tiempo de Noé.
El evangelio nos ilustra con dos ejemplos para
que no nos descuidemos como los contemporáneos de Noé que fueron sorprendidos
por el imprevisto diluvio o como el amo de la casa que es sorprendido por el
ladrón. Tú y yo, y toda la comunidad cristiana, debemos vivir en tensión de
espera comprometida y activa no sea que, confiados en la tardanza del Señor,
descuidemos nuestra actitud de ESTAR EN VELA, DESPIERTOS.
A veces vivimos en la espera de algo
extraordinario y sólo estamos atentos a los acontecimientos que parecen romper
la normalidad de la vida. Mientras tanto, somos ajenos a la venida
a diario del Señor a nuestras vidas y vivimos y trabajamos descuidando
la justicia, la paz, la solidaridad, los sufrimientos del mundo…
“Estad en vela, estad preparados, vigilad” es la recomendación de
Jesús en este primer domingo de adviento. Esta actitud tiene que ver mucho con
un estilo de vida que asuma como don cada instante de nuestra historia personal
y comunitaria. Deberíamos discernir los signos de los tiempos, las señales de
Dios en nuestra existencia, sin dejarnos engañar, embaucar o drogar preocupados
por el cómo y cuándo sucederá esto esperando señales divinas y acontecimientos
sorprendentes.
Reflexión: Creo
que el ser humano necesita escuchar las palabras del evangelio de este domingo:
“Estad en vela… estad preparados”
para no caer estrepitosamente en el desencanto, en la ausencia de referencias,
en la inquietud, en la incertidumbre, en la desesperanza, en el individualismo…
Desde la actitud de vigilancia puede nacer un hombre nuevo y una mujer nueva
que no se conforme con ser espectador pasivo de la historia. Este puede ser el
reto de Adviento.
Para ello, aparta de ti la mediocridad y la
cobardía y opta por vivir la esperanza y recuperar fuerzas para despertar y
generar esperanza. No vivas, en este tiempo de adviento, aferrado a lo que
posees, sin horizonte, sin futuro y sin objetivos. Dios se hace presente en ti
y en mí para liberarnos. Dios no es un ladrón que nos despoja sino un padre que
nos da vida… por ello enfréntate al “aquí y ahora” desde la esperanza que se
sustenta en Jesús.
“Es la hora de despertarnos porque la
salvación está cerca… revístete del Señor Jesucristo” (2ª lectura) En la medida en que
nos desprendamos de falsas seguridades y falsos horizontes, sólo en la medida
en que Jesús entra y orienta todas las dimensiones de nuestra vida, podemos
decir que la venida del Señor es liberadora, sanadora y salvadora.
Nuestra mayor enemiga es la superficialidad. Y
de ella solo podremos escapar “despertando” para poder vivir de otra manera.
Este es precisamente el grito del evangelio de hoy: Vigilad, velad, despertad,
estad preparados. Nunca es tarde para escuchar la llamada de Jesús, reconocer
su venida en el hoy y vivir en la esperanza…. ¡Que no te pille el adviento de
brazos cruzados! Abre los ojos completamente, al máximo, sin miedos y sin
complejos.