miércoles, 31 de agosto de 2022

LA CRUZ DEL DISCIPULO

 

He oído en muchas ocasiones la expresión: “Debes aceptar y soportar la cruz de cada día”. Si no ésta expresión otras similares. Y me niego a pensar que la invitación del Maestro a tomar nuestra cruz, sea que Dios nos pide una aceptación pasiva de los sufrimientos, adversidades de todo tipo y dificultades propias de la vida. Entre sufrimiento y cruz reconozco que existe una relación fácilmente entendible, pero me resisto a pensar en una simple aceptación del dolor, y más cuando Jesús a sus discípulos les propone como premisa de su discipulado y de su seguimiento el cargar con la cruz.

En este domingo 23 del tiempo ordinario (ciclo c) he descubierto, principalmente en el evangelio, que la CRUZ, que somos invitados a cargar, tiene más de renuncia que de dolencia o adversidad. Renuncia a todo aquello que me estorba en el seguimiento fiel del Maestro. Por lo que al hablar de cruz la reconozco, por ejemplo, más en la comodidad que en la enfermedad, más en la mediocridad  que en una contrariedad, más en mirarse al ombligo que en el dolor.

El anuncio de que el Reino está abierto a todos, plantea necesariamente el problema de las exigencias que deben cumplir los discípulos, los que marchan siguiendo las huellas del camino propuesto por Jesús. El seguimiento del Señor pide, en muchas ocasiones desprendimiento, renuncia y despojarse… Por ello, los dichos que nos presenta el evangelio de hoy (Lucas 14, 25-33) nos quieren indicar que seguir al Maestro no puede ser una cuestión sujeta a un día marcado en rojo en el calendario o a unos momentos concretos o fruto del azar, sino que conlleva necesariamente una dedicación total y no parcial.

Una vez más, te invito a que no leas la Palabra de Dios en su literalidad porque te escandalizaría el tener que optar en esta vida entre el amor al evangelio y el amor a padres, hijos, espos@s, hermanos y familiares. No se te pide, ni a ti ni a nadie, romper lazos de cariño y de amistad con tus seres más cercanos, sino que más bien se busca que comprendas que nada puede haber en este mundo que obstaculice tu compromiso del seguimiento del Maestro. «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío»

Responder positivamente a la llamada no te abre un mundo de facilidades, donde todo va a ser un camino de rosas, donde no va existir la dificultad ni las preocupaciones. Decir SI al estilo de vida que te propone Jesús y vivirlo en su integridad te exige el estar preparado, “cargar con la cruz” y “seguirle”. Por eso, se deben sopesar las dificultades y los costos del compromiso por el Reino (Lucas 14,26) como hace un constructor al iniciar la edificación de una torre o un rey antes de comenzar una batalla.

“Cargar con la cruz” no supone un peso adicional a las dificultades de la vida sino un estilo de vivir lo cotidiano a la luz de las exigencias del Reino, siguiendo los pasos marcados por Jesús. Las dos parábolas (constructor y el rey) nos están invitando a valorar, desde la prudencia, nuestras posibilidades de responder a las demandas del evangelio, pero teniendo siempre como horizonte la renuncia total como condición para ser discípulo. «Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

La radicalidad en el seguimiento de Jesús y de su evangelio tiene unas consecuencias, incluso en lo que se refiere a los bienes materiales, sino fuera así podríamos pensar que nuestras opciones de fe y vida cristiana son "palabritas bonitas" pero muy huecas y vacías.

Reflexión: La revolución de Jesús consiste en que aquel que quiera ser discípulo suyo debe “cargar con la cruz”. Se convierte, por lo tanto, en una necesidad para el discípulo saber traducir la palabra cruz en el aquí y en el ahora, en este momento concreto de su historia. En muchas ocasiones, cuando nos hemos referido a la cruz que debemos cargar sobre nuestros hombros, hemos querido expresar y/o entender aquellas adversidades que atentan contra nuestra salud. Con este sentido hemos reducido, sin mala intención, la cruz al sufrimiento físico, emocional y espiritual.

Sin embargo, la cruz que se nos propone en el texto evangélico, va íntimamente unida a la misión del discípulo. Y por ello, creo que cuando el Maestro pide a sus seguidores cargar con la cruz del día a día, está haciendo referencia a aquellas dificultades, exigencias y desprendimientos que nos exige nuestro seguimiento de Jesús.

Desde este punto de vista podemos reconocer nuestras cruces como discípulos en: vivir la pequeñez, la humildad y el servicio desinteresado para ser grandes, en ser el último para ser el primero, en vender todo lo que tienes y compartir con los pobres para tener un tesoro y ser rico, en levantarte y ponerte en camino para superar la tentación de la vida de fe basada en la comodidad… 

Ahora es tu turno; descubre tu cruz de cada día, carga con ella y síguele.

lunes, 29 de agosto de 2022

QUIQUE TOMA POSESIÓN EN PERALEJOS DE LAS TRUCHAS

 

Enrique López Ruiz, ordenado sacerdote el pasado día 15 de mayo, ha tomado posesión de su primer destino parroquial, en la mañana del 29 de agosto, en Peralejos de las Truchas. La ceremonia ha sido presidida por el arcipreste de Molina de Aragón, Sergio Ribalda, y han participado en la misma sacerdotes y diáconos del arciprestazgo y amigos del nuevo párroco.

Quique, que a lo largo del curso pastoral 2021/2022 ha colaborado en nuestras parroquias de Beata María de Jesús y San pascual Bailón, realizará su servicio de entrega a la Iglesia y a los hermanos en el arciprestazgo de Molina de Aragón concretamente en las comunidades de: Baños de Tajo, Fuembellida, Peñalén, Peralejos de las Truchas, Poveda de la Sierra, Pinilla de Molina, Taravilla, Terzaga, Tierzo y Valhermoso; Vicario parroquial de “Santa María la Mayor de San Gil” y “San Martín” de Molina de Aragón.

Ponemos bajo la luz del Espíritu de Dios a Quique para que, siendo el último y el servidor de los demás, lleve la Buena Noticia a los hombres y mujeres de la tierra molinesa.

BEATA-SAN PASCUAL CONVOCADOS ANTE LA PATRONA EL SÁBADO 3 DE SEPTIEMBRE.

 

Durante estos días estamos anunciando el inicio el martes 30 de agosto, de la celebración de la novena en honor de la patrona de Guadalajara, Ntra. Sra. de la Antigua. Igualmente hemos anunciado que este encuentro de oración  no sólo se realizará en la iglesia de San Francisco (El Fuerte) sino también en todas las parroquias de la ciudad.

Nuestras parroquias de Beata María de Jesús y San Pascual Bailón, junto a San Juan de Ávila, nos haremos presentes, ante la imagen de la patrona, en la Iglesia de San Francisco, el próximo sábado 3 de septiembre, para como UDAP, ponernos en la presencia de María madre, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Antigua.

Por ello el sábado 3 de septiembre, NO celebraremos Misa en nuestras parroquias de la Beata-San Pascual, e invitamos a todos a acudir, como comunidad de fe, entorno a la Virgen en la iglesia de San Francisco.

Os recuerdo que comenzaremos a las 19,30 h con el rezo del rosario y seguidamente celebraremos la Eucaristía.

martes, 23 de agosto de 2022

SENTADOS EN LA MISMA MESA

 

El acto de comer en común en las culturas antiguas tenía una importancia que hoy, en buena medida se ha perdido. La comida compartida era un acontecimiento de integración social, de manera que lo principal no eran los manjares del banquete en sí, sino la función integradora que ejercía esa comida. Sentarse a la misma mesa y compartir una comida era un acto donde se le invitaba al otro, sin palabras, a sentirse igual en dignidad, semejantes, sin categorías que diferencian y marcan distancias.

Desde aquí podemos comprender la importancia que tienen las comidas en los evangelios. Jesús se sienta en la misma mesa con toda clase de personas y cuida, con miles de detalles, cada comida que realiza para que se celebre ese banquete con el objetivo de cumplir la función integradora. En las comidas presididas por el Maestro no hay privilegiados y no se tolera las pretensiones de importancia y honor de unos frente a otros. Las desigualdades de cualquier orden no tienen sitio cuando nos sentamos en la misma mesa con Jesús.

En este domingo 22 del tiempo ordinario (ciclo c) descubro que se opone radicalmente al sentido del banquete de una misma mesa compartida la pretensión de creerse superior al otro. Por ello, resonará fuertemente en los textos la actitud de la HUMILDAD y la GENEROSIDAD frente al orgullo y la ocupación de puestos de honor para el que se cree ilustre. Los que se sienten selectos y consideran a algunos como plebeyos hoy recibirán una medicina que no podrán olvidar… otra cosa es que hagan uso del “jarabe” que Jesús les proporciona.

Buena prueba de lo expresado lo podemos encontrar en la primera lectura (Eclesiástico 3,17-18.20.28-29) donde se afirma que la actitud de humildad es más positiva, incluso, que los actos de realizar favores frutos de la generosidad: “Actúa con humildad en tus quehaceres, y te querrán más que al hombre generoso”. Igualmente se pide que cuanta mayor dignidad humana y social poseas mayor necesidad tienes de ser humilde ante el Señor.

Resuena, al leer este texto del Eclesiástico, aquellas palabras de Jesús en las que agradece al Padre que las cosas importantes se las haya revelado a la gente sencilla, a los pequeños o humildes y no a los sabios y entendidos de este mundo. «Muchos son los altivos e ilustres, pero Él revela sus secretos a los mansos»

El marco de una comida en el evangelio (Lucas 14,1.7-14) sirve de pretexto para denunciar, por medio de dos parábolas, la actitud de los fariseos, a quienes les gustan los primeros puestos en los banquetes y las sinagogas. Actitud ya acusada y señalada por el Maestro en Lucas 11,43.

La llegada del reino pide al ser humano hacerse pequeño y vivir la humildad, ya que la verdadera grandeza no es la que te proporciona el mundo sino la que te ofrece la mirada de Dios. Los puestos de honor en el banquete del reino de los cielos no son otorgados por los títulos o aplausos de los hombres sino, más bien, por Dios. Y Él mira el corazón y al que vive la humildad le enaltece.

En una segunda parábola, frente al intercambio de favores, Jesús propone algo subversivo. Invitar a sentarse a la mesa contigo a aquellos que no te pueden devolver la invitación. Los ciegos y los lisiados, que tenían prohibida la entrada en el templo por considerar que lo profanaban, son los primeros que Jesús quiere que sean tus invitados.

Reflexión: No me digas que no son rompedores y poco o nada políticamente correctos los textos que la Iglesia te propone en el día de hoy. Precisamente en una sociedad teocrática, como la de Palestina en tiempos de Jesús, donde los enfermos y lisiados estaban excluidos, no sólo de la vida social sino también de la vida religiosa, Jesús proclama la necesidad de vivir la humildad y la generosidad con los excluidos frente al orgullo  y al interés personal. La humildad pasa a ser uno de los valores del reino, al igual que la generosidad con los pobres, que debe tener como trasfondo el desinterés del que da a sabiendas que, muchas veces, no será correspondido.

El empeño de Jesús para el nuevo reino fue y es poner a los últimos en el sitio de los primeros y a quienes se creen los primeros colocarlos en el sitio de los últimos. Por ello, sentado junto al Maestro en la mesa de la Eucaristía siéntete último, pequeño, débil y frágil. Que tu humildad sea la actitud inicial que provoque en ti el ejercicio del servicio generoso para la comunidad.

Duele ver cómo, en ocasiones, en nuestras mesas compartidas de la Eucaristía, no hacemos sitio a la humildad. No nos gusta ocupar los últimos lugares del servicio, la generosidad o la disponibilidad… Optando por el ser vistos, el lucimiento personal. Estas lecturas nos centran en lo que es realmente importante, convirtiendo el espíritu del Banquete de Jesús en un prototipo de comportamiento de vida.

lunes, 15 de agosto de 2022

LA ENSEÑANZA DE LA PUERTA ESTRECHA

Cuando realizamos un viaje, aunque nos detengamos a contemplar el paisaje, los monumentos o las ciudades que hay en nuestro camino, no podemos perder el objetivo que antes de iniciarlo nos habíamos propuesto. Ahora en el tiempo de vacaciones se hace más evidente que todo viaje tiene una finalidad y, sea cual sea ese fin, si queremos tener éxito en nuestra empresa, nunca podremos obviar el porqué de nuestra andadura.

En este domingo 21 del tiempo ordinario (ciclo c) se nos ofrece un texto evangélico que se inicia recordando que Jesús pasaba por ciudades y aldeas camino de Jerusalén y cumpliendo el objetivo de su viaje: enseñar al discípulo, de ayer y de hoy, a ser autentico creyente, para que adquiera unos rasgos de autenticidad, fruto del esfuerzo y no de la comodidad, el miedo o la mediocridad.

Este objetivo del Señor en el camino a Jerusalén se dirige hoy también a nosotros y a nuestras comunidades de fe que proseguimos, entre tensiones y riesgos, en nuestro siglo XXI, el camino iniciado por Jesús.

En el evangelio (Lucas 13,22-30) encontramos, al inicio del texto, un conjunto de palabras de Jesús sobre la entrada en el reino que explican la dificultad y la exigencia del seguimiento: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha»

A la vez, estas palabras, son una advertencia para algunos judíos, que se creían con derechos sobre el reino, y sin embargo serán «arrojados fuera» mientras que vendrán otros hombres y mujeres, de todos los puntos cardinales y formaran parte de ese reino: «Vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios»

Con este texto que reflexionamos hoy, se nos invita a sentir que NO es suficiente haber oído la predicación de Jesús para poder pertenecer al reino, sino que es necesaria e imprescindible la conversión de nuestro corazón al evangelio y hacerlo vida mediante las obras. Pertenecer al pueblo de Israel, NO da automáticamente un asiento en el reino, se requiere la aceptación de la Buena Noticia y consiguientemente la conversión.

La referencia a la “puerta estrecha” no quiere ser una respuesta a la pregunta sobre el número de los que se salvarán. A Jesús no le interesa el número. Es, más bien, un interés de estimular al discípulo a emplear todas sus fuerzas, energías y acciones en buscar un bien mayor (la pertenencia al reino) y ponerse a su servicio. Estas palabras son por lo tanto una demanda al esfuerzo, imprescindible en el cristiano.

En los versículos finales de la segunda  lectura (Hebreos 12,5-7.11-13) se nos invita a no perder el ánimo. Son unos versículos que podríamos aplicárnoslos a nuestra vida, especialmente cuando no  sepamos cómo andar el camino de seguimiento del Maestro o cuando el esfuerzo no forme parte de nuestras actitudes: “fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, no se retuerce, sino que se cura” Esta exhortación anima a superar el miedo de los cobardes, que paraliza y desalienta, y tener la actitud de confianza en Dios para poder vencer el temor que hunde y abate.

Reflexión: Podemos, si así lo deseas, dulcificar el evangelio y caramelizarlo. Pero hoy hablamos de actitudes y apuestas arriesgadas, de esfuerzo y de respuestas a Dios con nuestra propia vida. Hoy, se nos pide romper las seguridades de quienes se sienten (o nos sentimos) los selectos, están (o estamos) en posesión de la verdad y caminan (o caminamos) sintiéndose (o sintiéndonos) los preferidos…. Pues ¡cuidado! con la sorpresa que nos podemos encontrar no vaya a ser que “otros” nos aventajen en la pertenencia al Reino y nosotros nos quedemos fuera, llamando a la puerta y argumentando razones por las que debemos estar dentro muy parecidas a las del evangelio: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. La respuesta a estos argumentos la conocemos: “No sé quiénes sois”. “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.

Frente al enchufismo y las falsas seguridades de quien se siente selecto y privilegiado, la “puerta estrecha” es la clave para la entrada al reino y explica con claridad la dificultad y el esfuerzo que exige el seguimiento de Jesús.

Esa “puerta estrecha” está abierta para todos. La salvación es universal. No nos pertenece el Reino con exclusividad a los católicos, como no pertenecía la salvación sólo a los israelitas. No son unos pocos los destinados a la felicidad eterna. La diferencia entre una puerta estrecha y una ancha no es el número de los que pasan por ella, (que verdaderamente poco importa) sino el esfuerzo que hay que hacer para acomodar nuestro cuerpo a las dimensiones de la puerta. Se requiere de más tiempo para pasar por la puerta estrecha y de más esfuerzo, pero todos podrán pasar porque como dice el salmo responsorial: “Firme es la misericordia de Dios con nosotros, su fidelidad dura por siempre”

lunes, 8 de agosto de 2022

EL FUEGO DE JESÚS

 

Que importante es no tomar al pie de la letra las palabras de los textos bíblicos. Tras las expresiones literales se esconde una intencionalidad del escritor que el lector debe descubrir y aplicar a su propia vida. Si no fuera así tendríamos que decir del evangelio de hoy que Jesús se ha levantado enfadado y de mal humor porque desea prender fuego a la tierra y traer división y no paz al mundo.

Nos descolocan estas palabras del texto pronunciadas por Jesús porque siempre de sus labios hemos escuchado otras muy distintas.

Por ello deberemos descubrir, sin hacer grandes tratados teológicos, que clase de fuego, de bautismo y de división es el que trae y desea Jesús porque no puede ser destrucción y ausencia de paz, ya que no se entiende la Buena Noticia desde otras expresiones que no sean amor, paz, acogida, encuentro… como actitudes del discípulo.

En este domingo 20 del tiempo ordinario (ciclo c) vamos a poder descubrir que el seguimiento en fidelidad de las propuestas bíblicas tienen un componente de incomprensión en quienes nos rodean, porque en vez de tomar el camino que nos marca el mundo se opta por un proyecto nuevo, no siguiendo los parámetros de la sociedad sino aquellos que se extraen de la vida y misión de Jesús.

En la primera lectura (Jeremías 38,4-6.8-10) el profeta es acusado falsamente por los jefes del pueblo «Hay que condenar a muerte a ese Jeremías, pues está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y al resto de la gente. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia» Sin embargo un funcionario extranjero pide y obtiene la salvación de Jeremías. Judíos y extranjeros se comportan de distinto modo ante el profeta y sus palabras.

En esta escena es central y se subraya la carencia: el pueblo no tiene ánimo, el rey no tiene poder, en el aljibe no hay agua, en la ciudad falta el pan… un funcionario que no tiene libertad podría salvar al profeta, al rey y al pueblo. Mientras el pueblo cierra sus oídos los extranjeros escuchan

El evangelio (Lucas 12,49-53) la presencia de Jesús, sus palabras y las palabras posteriores de la primera Iglesia provocan división incluso dentro de la propia casa y familia. El encuentro con Jesús no nos puede dejar indiferentes sino que debe suscitar una respuesta de fe, y esta respuesta crea divisiones entre hombres y mujeres.

Lucas une en este texto las imágenes de fuego y bautismo con la división en la familia. ¿Qué relación puede haber? Si bien el fuego es un elemento de destrucción también puede ser de purificación y, en algunos casos, de la presencia del mismo Espíritu. El fuego es una fuerza positiva de transformación. El bautismo es una clara alusión a la muerte-entrega de Jesús ante la cual siente una angustia que no puede reprimir.

Podemos resumir las palabras de Jesús y hacerlas más cercanas diciendo que el Maestro ha traído una fuerza de transformación que lleva consigo, si es necesario, el conflicto y la división. Así veía  Jesús su misión, su vida en este mundo, su entrega y su muerte. Una fuerza transformadora que desencadena división interna y, en algunas ocasiones, externa. El proyecto del evangelio es el proyecto de la humanización basado en el amor y la libertad

Reflexión: La Palabra del Maestro, ayer como hoy, provoca una división entre quien la acoge y quien la rechaza. A veces también en nuestro corazón se enciende un contraste interior; esto sucede cuando advertimos la fascinación, la belleza y la verdad de las palabras de Jesús, pero al mismo tiempo las rechazamos porque nos cuestionan, nos ponen en dificultad y nos cuesta observarlas.

 La palabra de Jesús pueden curar las heridas de nuestro corazón. La palabra de Cristo es poderosa: no tiene el poder del mundo, sino el de Dios, ese poder es el del amor. Un amor que no conoce confines, un amor que nos hace amar a los demás antes que a nosotros mismos. Cuando entendemos que la esencia de nuestra fe se halla en el AMOR no pasajero ni fruto del sentimentalismo, es como fuego que lo consume, extiende y enciende todo con pasión que divide los corazones fríos y mezquinos que nada más piensan en mirar su ombligo.

Están, por tanto, muy lejos de ser sus palabras interpretadas con la literalidad. Hay que haber experimentado el fuego de su amor para entenderlas correctamente.

Tú y yo, busquemos amar hasta ser incomprendidos por los egoístas de nuestro mundo. Vivamos en estado de lucha interior del que cree en la fuerza del amor de un Dios que se entregó por puro amor. Renuncia a todo lo que te estorba para ser discípulo y opta por un estilo nuevo que de vida aunque no seas comprendido ni por cercanos ni por los lejanos.

DOBLE TAREA DEL CRISTIANO BAUTIZADO


Podemos decir que por nuestro bautismo, al participar del mismo Espíritu de Cristo, también a nosotros se aplican las palabras de Isaías: “El Espíritu de Dios está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres”  (Lc 4,18-19)

La primera gran tarea de todo bautizado, de todo aquél  en  quien el Espíritu ha sido dado y derramado, es buscar la plena conformación con el Señor Jesús, es aspirar a vivir la perfección de la caridad. ¡La santidad! Esa es nuestra vocación (Ver Lev 19,2), esa es nuestra meta y principal tarea: buscar asemejarnos cada vez más a Cristo, pensando, sintiendo y actuando como Él.

Nadie puede alcanzar esta meta por sí mismo. Nuestra santificación, más allá de nuestros esfuerzos y de los medios que necesariamente hemos de poner, es obra del Espíritu en nosotros. Por ello es necesario vivir una vida espiritual intensa, una vida de intensa relación con el Espíritu. Él es quien nos va asemejando con Jesús en la medida en que cooperamos desde nuestra pequeñez y libertad, procuramos despojarnos del hombre viejo y de todas sus obras para revestirnos del hombre nuevo, de las virtudes de Cristo (Ver Ef 4,21-24)

La segunda gran tarea, es tener conciencia de que también yo soy enviado a proclamar la Buena Nueva de la liberación y la reconciliación a todos los seres humanos, en el hoy de la historia de la salvación, en las diversas realidades en las que me toca vivir y actuar. ¡No puedo olvidar esta exigencia que brota de mi condición de bautizado! ¡Yo debo anunciar a Cristo! ¿Puede un bautizado no irradiar a Cristo? ¿Puede el sol no iluminar? ¡Tan terrible como sería el apagarse la luz del sol es el apagarse la luz y la vida de Cristo en un bautizado! Pero si por la presencia vivificante del Espíritu brilla en tu vida la luz de Cristo, al igual que el sol, podrás difundir a tu alrededor la luz del Maestro y el calor de su amor.

Este apostolado, este anuncio e irradiación de Cristo y de su Evangelio debe ser de tal manera que transforme otros corazones y las estructuras injustas de nuestras sociedades. No es “tarea” solamente de los sacerdotes o de personas consagradas a Dios, sino que brota espontáneamente de todo bautizado que experimenta esa presencia del Espíritu divino en su corazón: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio…»

miércoles, 3 de agosto de 2022

LA BRÚJULA DEL CORAZÓN

 

“Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” Sin ninguna duda ponemos nuestros intereses, emociones, deseos, inquietudes... en aquel o aquello que es para nosotros el tesoro de nuestra existencia. En lo que nos parece realmente importante y prioritario es donde volcamos todas nuestras fuerzas y es lo que presidirá claramente nuestro corazón. Por ello, es necesario que descubramos en todos los niveles de nuestra vida, también en el nivel espiritual, cuál es el tesoro que poseemos, ya que en él tendremos puesto nuestro corazón.

En este domingo 19 del tiempo ordinario (ciclo c) el texto evangélico, frente a tesoros que caducan y se apolillan, apuesta e invita a tener como tesoro inagotable la pertenencia al Reino de los Cielos. Seremos bienaventurados si vivimos con nuestro corazón esperanzado y en espera de este reino. Seremos bienaventurados si en la espera nos preparamos con obras de servicio a los hermanos practicando la justicia y la caridad.

Nuestra pertenencia a la Iglesia y a una comunidad de fe nunca se puede transformar en poder o autoridad que hace que nos aprovechemos, para nuestro beneficio injusto, de la sencillez de nuestros hermanos. Más bien al contrario, sea cual sea nuestra misión y responsabilidad en la comunidad, nuestro corazón deberá vivir en la actitud de servicio porque nuestro tesoro, lo que realmente es importante, es hacer presente el Reino.

En el evangelio (Lucas 12,32-48) se reúnen varias parábolas que exhortan a los creyentes a permanecer vigilantes en espera de la venida del Señor. Y, para ello, más que poner el interés en las posesiones materiales, como bien decíamos el domingo pasado, el discípulo de Jesús debe vivir en la actitud de ESPERA. Este es el tema que desarrolla en la primera parábola, en los versículos del 35 al 38. “Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame”

La segunda parábola, versículos 39 al 40, apunta a la incertidumbre de la hora de esa venida de Jesús. Lo que desea inculcar no es tanto la vigilancia como el ESTAR PREPARADOS. “Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre

La tercera parábola se encuentra en los versículos 41 al 48, parece dirigirse, así se deduciría de la pregunta de Pedro («Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?») a los responsables de la Iglesia, y podríamos resumirla diciendo que el ministro prudente debe permanecer fiel a su tarea, reconociendo que la comunidad cristiana tiene una sola cabeza, Jesús Resucitado y que todos los demás, aunque ocupen puestos de responsabilidad, son SERVIDORES Y HERMANOS. “Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes”

Reflexión: Os invito, por lo tanto, a contemplar el evangelio de este domingo y vivir nuestro seguimiento desde tres actitudes que, creo yo, se desprenden del texto evangélico y que deben ser prioritarias para el discípulo de Jesús: LA ESPERA, EL ESTAR PREPARADOS Y EL SERVICIO.

Tres actitudes que se encuentran en las antípodas del MIEDO porque quienes creen en el Señor tienen la posesión del Reino: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino”. Jesús afirma que Dios es nuestro, que nos ama y se ha entregado a nosotros y que está a nuestra disposición ¿Qué miedo puede tener sitio en el discípulo misionero?

La consecuencia de lo expresado es lógica: ¿si nuestra posesión es Dios para que queremos todo lo demás? Vivamos desprendiéndonos de cualquier forma de apropiación y hagamos con nuestros prójimos lo que Dios ha realizado con nosotros. El que vive así, vive vigilante, contagia felicidad, es bienaventurado y concreta en su persona el evangelio.

Tú y yo, como discípulos de Jesús, podemos concretar nuestra forma de vivir el evangelio en el mundo estando con nuestras “lámparas encendidas”. Jesús nos invita a huir de todo tipo de avaricia y codicia, a no preocuparnos en exceso de las cosas temporales, a que éstas no sean nuestros tesoros ni muevan nuestros corazones. Nuestro fin es más alto, es el Reino de los cielos y no de la tierra.

Jesús llega a nuestras vidas, se hace presente en medio de nosotros, llama a la puerta de nuestros corazones y espera a que nosotros le abramos. Si permanecemos con las lámparas encendidas en espera le reconoceremos y le abriremos, le haremos sitio en nuestro interior y todo nuestro corazón brillará con un nuevo resplandor, el resplandor del tesoro que nadie nos puede robar, que es perenne y no se apolilla.