Es importante que sintamos nuestra parroquia
como la casa común de todos, como el lugar donde todos tenemos sitio; de tal
manera que nuestras actitudes deben de ser aquellas que hacen crecer a una
familia.
Todo lo que enfrente, separe o divida no puede estar presente en
nuestra comunidad parroquial. Más bien, debemos poner nuestros dones y valores para
construir una parroquia unida por los lazos de la fe y el amor.
Es un testimonio para las personas que forman
nuestro barrio el que nos amemos, el que nos vean unidos y formando una sola familia.
Por ello os invito a reflexionar estas
bienaventuranzas:
-Felices
aquellos que no tienen amarrado el corazón ni al dinero ni a las cosas.
-Felices
aquellos que son amables con los demás.
-Felices
aquellos que se preocupan cuando alguien sufre.
-Felices
aquellos que trabajan para que seamos cada día más hermanos y compartamos todas
las cosas.
-Felices
aquellos que prestan ayuda a los demás.
-Felices
aquellos que tienen un corazón noble y honrado.
-Felices
aquellos que trabajan para construir la paz en sus ambientes.
-Felices
aquellos que son perseguidos por construir la solidaridad entre los hombres.
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