En ocasiones lanzamos una misma pregunta a dos personas distintas y obtenemos dos respuestas dispares. Cuando esto ocurre la respuesta de uno recalca la diferencia dada por el otro. Un ejemplo de estas respuestas múltiples se da cuando nos hacen una encuesta, lo que para uno es blanco para otro en negro.
En ocasiones hay tantas respuestas como personas preguntadas. Seguro que os suenan los versos de Ramón Campoamor, incluidos en su poema “las dos linternas”: “Y es que en el mundo traidor nada hay verdad ni mentira; todo es según el color del cristal con que se mira” En realidad, las respuestas que damos a las preguntas que nos hacen están filtradas por nuestras preceptivas, ilusiones, cultura, ambiente, proyectos, percepciones… así la respuesta que ofrecemos muestra mucho quienes somos o qué queremos.
En este domingo 30 del Tiempo Ordinario (ciclo b) los que siguen a Jesús son testigos de un acontecimiento iluminador: la curación del ciego Bartimeo. Este milagro lo podemos meditar desde diversos puntos, por lo tanto, dejo a tu consideración cuál de ellos es más necesario en este momento de tu vida. Por mi parte, te invito a reflexionar sobre la pregunta de Jesús a Bartimeo: «¿Qué quieres que haga por ti?»
Tras los diversos anuncios de la pasión por parte de Jesús y las diferentes reacciones de los discípulos, el Maestro instruye a los Doce mostrándoles qué características deben de tener en el camino del seguimiento. El domingo pasado contestaba Jesús a las pretensiones de Santiago y Juan con la actitud de servicio a todos.
El evangelio de hoy (Marcos 10, 46-52) pone el broche final a las palabras que el domingo pasado se nos ofrecían. Para que el discípulo vea con claridad que el camino de la cruz, emprendido por Jesús, es su propio camino y que necesitamos luz para ver que la actitud de servicio es opción irrenunciable, el evangelista Marcos nos presenta el ultimo milagro que realiza el Señor antes de revestirse de debilidad en la pasión.
Como a los Hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, Jesús pregunta al ciego que estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna: «¿Qué quieres que haga por ti?» La misma pregunta que, lógicamente, acentúa la diferencia de la respuesta. Mientras que los dos hermanos deseaban sentarse junto a Jesús uno a cada lado, buscando protagonismo y primeros puestos, el ciego Bartimeo, cansado ya de estar sentado al borde del camino, desea recobrar la vista para poder seguir a Jesús. «Maestro, que pueda ver.» Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino »
El contraste de la respuesta es aleccionador y la figura de este ciego se convierte en modélica para todo discípulo. El evangelista Marcos nos presentará a Bartimeo como ejemplo a seguir por aquellos que queremos ser discípulos de Jesús.
La primera lectura (Jeremías 31,7-9) nos sitúa al pueblo de Israel al finalizar el destierro, de vuelta a Jerusalén por el desierto. Es un nuevo éxodo presidido por la alegría como así nos indica el salmo responsorial: “Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares… Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver vuelven cantando, trayendo sus gavillas” Pero no se disimula la realidad porque quienes regresan son personas invalidas “Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna”
El nuevo pueblo de Dios, del cual formamos parte tú y yo, que sigue al Maestro por el camino es también una multitud de personas débiles, ciegos, cojos… personas que sufren y lloran, pero que el encuentro con Jesús, al estilo del ciego Bartimeo, devolverá la luz y la alegría.
Reflexión: Las lecturas de este domingo son una apuesta por el seguimiento de Jesús como auténticos y creíbles discípulos. Es una invitación a tener la actitud de Bartimeo que testimonia y proclama su fe gritando, al oír a Jesús, que el Nazareno es el Mesías, el Hijo de David. Esa fe la traduce en oración perseverante y confiada porque, aunque le mandan callar, Bartimeo gritaba más fuerte y rogaba compasión una y otra vez. Se libera de todo lo que le impide un encuentro personal con Cristo y para ello suelta el manto, da un salto, sale de su postración inactiva de estar sentado al borde del camino y pide al Maestro poder ver, luz ante sus miedos y dificultades. Por último, iluminado por Jesús, le sigue decidido en su camino, no se vuelve a casa, sino que comienza una nueva vida de seguimiento del Señor proclamando las maravillas que Dios ha hecho en él.
Jesús hoy te hace la misma pregunta que a los Hijos de Zebedeo y a Bartimeo “¿Qué quieres que haga por ti? Date tiempo y responde con sinceridad. Tu respuesta te dará información sobre quién eres, qué compromiso de discipulado tienes y qué pretendes siguiendo al Señor.
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