Tiempo Ordinario. Domingo XI
La fama la tienen los jubilados, que se agolpan entorno a una obra y dan su parecer de lo que “otros”, bajo la supervisión de un arquitecto, están realizando. Pero no mires sólo a los abuelos que pasan parte de la mañana apoyados entorno a unas vallas de seguridad y comentan lo imperfecto que se realizan las cosas, mira más allá, en otros ordenes de la vida, y te darás cuenta que especialistas hay demasiados y brotan por generación espontánea. Que le pregunten al seleccionador de futbol, al administrador de una comunidad, al político de turno, al profe… ellos podrán afirmar que peones que arrimen el hombro hay pocos, muy pocos, pero arquitectos, que digan cómo se tienen que hacer las cosas, sobran.
En este domingo XI del Tiempo Ordinario (ciclo a) descubro que todos los bautizados somos elegidos y estamos llamados para continuar la misión de Jesús. Que se necesitan hombres y mujeres que vivan su fe con responsabilidad; peones que enseñen y anuncien la Buena Noticia y obreros que sanen, curen y liberen de todo lo que paraliza a las personas.
Posiblemente en el evangelio (Mateo 9,36–10,8) la frase que más conozcas sea: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.» No sé a ti, pero mí, estas palabras de Jesús a sus discípulos, siempre me las habían traducido y reducido al aspecto de ausencia de vocaciones al sacerdocio. Sin embargo, cada día más, comprendo que esta exhortación nos habla de la urgencia a la misión y de reconocer que esta tarea de todos los cristianos, no depende exclusivamente de nosotros, sino que es obra de Dios. Y por lo tanto, Mateo invita a su comunidad y a las comunidades posteriores a contemplar la misión desde las perspectivas y criterios de Dios y a orar antes de emprender la tarea de anunciar el Evangelio.
Este texto, que es proclamado en nuestros templos, comienza con la descripción de la situación del pueblo “Al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor” El proyecto de salvación de Jesús contrasta con la situación en la que se encuentra el pueblo: cansado y abatido. Esta situación inspira en el Maestro compasión y hace evidente la necesidad de buenos pastores que le anuncien la liberación, el amor de Dios y le saque de su postración. Por ello, elige a doce que serán los encargados de continuar la misión de Jesús. A ellos les da autoridad sobre el mal “expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia” y les instruye para anunciar el Reino: “Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios”
Por último, Jesús recuerda a sus enviados que sólo hay una manera de proclamar a Dios y ésta es la gratuidad: «Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.» En estas palabras se contiene el nuevo estilo de vida, una nueva cultura en las relaciones a todos los niveles y una conversión en los valores y criterios.
Reflexión: Necesitamos escuchar
de nuevo las palabras de Jesús para redescubrir la verdadera misión que los
creyentes tenemos en medio de esta sociedad. No nos podemos conformar con
cumplir determinadas prácticas religiosas, ni simplemente ajustar nuestro
comportamiento a unas normas morales y a unas leyes eclesiásticas para pensar
que así somos obreros de la mies.
Igualmente no nos puede parecer suficiente, en nuestras comunidades de fe, el simple hecho de afanarnos en ofrecer diversos servicios de catequesis o en celebrar dignísimamente los sacramentos para creer que estamos cumpliendo con la misión a la que somos enviados.
Nuestra primera tarea, como cristianos y comunidad, es PROCLAMAR que Dios está cerca del ser humano, empeñado en darnos vida y felicidad. Esto lo expresa el evangelio de hoy diciéndonos que debemos “curar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos y echar demonios”.
Es decir, liberar al hombre y la mujer de sus parálisis que les roba vida y les hace sufrir. Sanar a aquellos que se sienten destruidos por el dolor y angustiados por la dureza de la vida. Levantar a quienes están heridos de desesperanza, despertando en ellos la confianza en Dios. Limpiar la mentira y la hipocresía que envuelven la sociedad, ayudando a vivir en la verdad, la sencillez y la honradez. Desatar las cadenas de tantos ídolos que esclavizan y poseen a las personas…
En fin amig@, el pueblo está extenuado y abandonado. Y tú has sido elegido para ser obrero de la mies. No te sientas satisfecho criticando lo que otros realizan mal, sino que, bajo la guía del único Pastor, sé autentico, no te ocultes y pon luz y esperanza en la vida. Presenta tu experiencia de fe y convéncete que eres enviado a ser testigo de lo que Dios te ha regalado gratis y gratis debes regalar.
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