Festividad de los fieles difuntos (2 noviembre)
El problema de muchas personas no consiste en vivir extraviadas, perdidas o desencaminadas, sino en algo más profundo y trágico. Sencillamente viven sin camino. No sé si has conocido alguna de estas personas, las cuales no dejan de moverse, hablan sin parar, viven agitadas, están siempre con papeles en las manos, carpetas y folios, no dejan de correr… y en realidad no van a ninguna parte. Viven siempre en torno a sí mismas y a sus intereses. Convierten su existencia en una repetición infinita donde la alegría del que se renueva y crece no la conocen ni por el forro. Son aquellos que van añadiendo años a su vida, pero no infunden vida a sus años. Sin dirección ni horizonte, ni siquiera saben lo que es perderse ni reencontrase. ¡Pufff! y menos aún tienen la experiencia de sentirse guiados, sostenidos y orientados.
En esta fiesta de los Fieles Difuntos se nos invita a descubrir que Jesús es el camino que hay que recorrer para vivir la vida intensamente y en plenitud. Jesús nos descubre la manera de enfrentarnos a una existencia que se nos presenta oscura y enigmática. La postura del creyente trata de vivir la vida con toda su profundidad y radicalidad.
El evangelio (Juan 14,1-6) se encuadra en el “discurso de despedida”. En él, el tema principal es la partida de Jesús, aunque se pueden poner de relieve otros temas como la glorificación, el anuncio del Espíritu Santo, la alegría… Este discurso gira en torno a dos verbos: “voy” y “vuelvo”, indicando con el primer verbo el lugar hacia el que va y el camino para llegar hasta él y con el segundo una referencia a la presencia de Dios y de Jesús en el creyente. Los discípulos no quedamos huérfanos porque el Señor siempre está con nosotros.
El evangelista Juan, sitúa la conversación entre Jesús y sus discípulos alrededor de la mesa, durante la Cena. Tras el anuncio de la traición de Judas y el ambiente de tristeza que les envuelve, Jesús comienza a consolar a los suyos desde la cercanía, con la verdad y desde la esperanza. Podríamos decir, con el Papa Francisco, que estas son las tres huellas del consuelo del Señor ante la turbación del corazón que los discípulos estaban viviendo, ya que parecía que todo aquello en lo que ellos habían confiado se estaba desmoronando por momentos.
Jesús consuela en la esperanza. Sí, es un mal momento, pero ofrece palabras de consuelo «que no se turbe vuestro corazón. [...] Creed también en mí» (v. 1). «En la casa de mi Padre hay muchas estancias. [...] Voy a prepararos sitio» (v. 2)
La necesidad de creer en Jesús hace que se pueda entender que su partida es bien para los discípulos. Jesús es el “camino hacia el Padre”, es el camino que el ser humano necesita recorrer para la salvación. El Señor nos abre las puertas del Reino, puertas por las que estamos llamados a entrar todos: «volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros»
A la pregunta de Tomás «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» responde Jesús presentándose como el camino, la verdad y la vida. Evidentemente una persona no es un camino, pero sí puede ser el medio para llegar a otra. El Maestro se autodefine como el medio para llegar al Padre. «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.» Con esta pregunta de Tomás no se expresa la ignorancia del que la hace, sino la necesidad que todo el mundo tiene de escuchar la respuesta de Jesús que ella provoca. Es una pregunta cargada de intencionalidad.
Reflexión: Ser cristiano es, antes que nada, creer en Jesús. Tener la suerte de habernos encontrado con Él. Lo verdaderamente decisivo en la experiencia cristiana es el encuentro con el Señor. Creer en Él es reconocerle como camino, verdad y vida. Por lo tanto, debemos ir descubriendo por nuestra experiencia personal toda la fuerza, la luz, la vida y la alegría que podemos recibir del Señor. Debemos descubrir que Jesús es un camino que debemos recorrer para vivir intensamente.
Ten la seguridad que eres admitido y acogido en el “hogar” del Padre y que has sido hecho miembro de su familia. Este consuelo es verdadero, no contiene engaño ni mentira. No es anestesia ante las dificultades del camino, sino que es veraz y te abre las puertas de la esperanza. «Volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros».
Amig@, nuestro camino y nuestra meta es Jesús, que hace presente al Padre y que es uno con Él. Por ello, no andamos sin camino, ni damos vueltas sobre un mismo eje. Tenemos una dirección, un camino a recorrer y una meta a lograr. Y, en la dificultad del día a día, siente que eres fortalecido y consolado por la promesa de Jesús que viene a ti para estar contigo y tú con Él.

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