martes, 19 de abril de 2022

EL MOTOR DE TU VIDA

 

En las lecturas de este segundo Domingo de Pascua (ciclo c) se nos presentan dos comunidades cristianas bien diferentes. Una de ellas sin motor: escondidos, encerrados, temblorosos, sin ilusión y en horas bajas… y la otra, que se nos describe en Hechos de los Apóstoles: sin complejos y comprometida… la diferencia está en que la primera todavía no creía en la resurrección de Jesús, mientras que en la segunda se había instalado el motor del Resucitado y con Él sus dones  

En la primera lectura (Hechos de los Apóstoles 5,12-16) encontramos un pequeño sumario donde se recoge la forma de vivir de la primera comunidad de seguidores de Jesús y la actividad de los apóstoles. Se acentúa las curaciones muy en el estilo de las que encontramos en los evangelios con lo que se quiere indicar la continuidad entre Jesús y la comunidad en el aspecto salvífico. (“La gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno”)

Aparece Pedro como protagonista principal, pero al usar el plural “apóstoles” nos invita a pensar en otras personas. Por apóstol tenemos que entender al evangelizador cuya característica principal es ser testigo de la resurrección de Jesús.

En este relato es la sombra de Pedro la que cura con lo que se nos indica que, en la esfera de la salvación, todo es posible para el seguidor de Jesús ya que tiene en sí la fuerza del Señor. Pero al igual que la acción de Jesús suscitó oposición así también ocurre con la comunidad. Un punto más del paralelismo entre Jesús y la primera comunidad cristiana.

El evangelio (Juan 20,19-31) nos presenta primeramente al grupo de discípulos al anochecer del primer día de la semana, en casa, encerrados y con miedo. No solamente no existía en ellos predisposición alguna para aceptar la resurrección de Jesús sino, más bien, estaban predispuestos a lo contrario ya que como hijos de su tiempo creían únicamente en la resurrección del último día.

La increencia, el escepticismo y la no aceptación de la resurrección de Jesús por parte de los discípulos era lógica: es un acontecimiento que se escapa al control humano, que rompe el molde de lo estrictamente histórico y del cual no se puede aducir pruebas que lleven a una evidencia racional. La resurrección de Jesús solo se puede aceptar desde una revelación de Dios.

Se nos narra en este texto dos encuentros de Jesús y sus discípulos. En el primero Tomas está ausente, en el segundo (“A los ocho días”) ya está presente Tomás y se pone de relieve la confesión de la fe cristiana. “Señor mío y Dios mío” Tomás es presentado como el representante de los que no quieren creer sin ver, pero una vez vencida la increencia es presentado como modelo de fe, ya que en sus palabras se recoge el reconocimiento de Jesús como Señor y Dios.

Es un texto de movimiento, de avance, de transformación: del miedo a la alegría, de estar encerrados a ser enviados, del no ver al ver, del no creer a confesar a Jesús como Señor y Dios… Nada queda igual después de la resurrección, se inicia un nuevo camino de testimonio, de evangelización y de transformación.

En el evangelio de este domingo el evangelista subraya la identidad del Resucitado con el Crucificado, es decir Jesús muerto en la cruz (Jesús de la historia) es el mismo que Jesús Resucitado (Cristo de la fe) De ahí las exigencias de ver y palpar los agujeros de las manos y el costado. Se remarca la bondad de Jesús, que no solo no reprocha a sus íntimos el abandono y soledad en el que le dejaron, sino que les regala los dones de la PAZ («Paz a vosotros.») La ALEGRÍA («se llenaron de alegría») el ESPÍRITU SANTO («exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo») y el PERDÓN («los pecados quedan perdonados»)

Por ultimo os comento que tres veces repite Jesús el saludo «Paz a vosotros» Con ello se nos invita a que la paz y la serenidad interior sea una marca del discípulo, en quien el Espíritu del Resucitado hace morada. Pero la paz, que es un don del Resucitado, se vuelve misión y envío.

Reflexión: Ante nuestros desalientos, decepciones y desánimos, ante nuestros proyectos de fe derrumbados… deja a Jesús Resucitado que sople sobre ti y te comunique su Espíritu. Él será el motor que te transformará, como transformó a Tomás, para que en tu camino de fe brille la alegría, el perdón, la paz y la esperanza.

La fe no consiste en tragarse todo lo que te echen encima como si nada afectara a tu vida. La fe repercute en tu vivir por ello es lógico que te preocupe el estado de tu motor interior. «Dichosos los que crean sin haber visto… creyendo tengáis vida en su nombre»

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