martes, 14 de marzo de 2023

PAPELES INTERCAMBIADOS: EL CIEGO VE Y LOS QUE VEN SON CIEGOS

 

4º Domingo Tiempo Cuaresma.

Caminar en la noche, la mayoría de las veces, no resulta grato si uno no lleva al menos una pequeña luz. Esas luces, por mínimas que sean, alumbran cada paso que se da, pero es cierto que no muestran todo lo que se puede ver como si anduviéramos a plena luz del día. Por otro lado, existen luces que nos deslumbran y más que iluminar nos ciegan y nos obligan a volver el rostro. Sin embrago otras luces son tenues y cálidas que muestran un lugar o entorno amigable y agradable.

En este 4º Domingo del Tiempo de Cuaresma (ciclo a) encontramos en las lecturas que, frente a todas las oscuridades y cegueras, frente a toda diversidad de “pequeñas luces”, existe una luz mayor: la luz de Jesús que libera y sana, que libra de las cegueras, que brilla en el interior y que, a quien la acepta, le hace contemplar otro mundo muy diferente del que está acostumbrado a ver. Te invito a que contemples, desde esta narración, quién es Jesús y cuál es su buena noticia y salvación que nos ofrece.

Seguramente, el texto del evangelio (Juan 9,1-41) de este domingo no lo escuches, en la celebración de la Eucaristía, completo por su larga extensión, por ello te aconsejo que, antes de participar en la celebración, lo leas tranquilamente para poder extraer toda su fuerza y su jugo. Son muchas las reflexiones que se pueden hacer de este texto y sería estupendo que tú fueras, en primera persona, quien te preguntaras lo que el Señor quiere transmitirte en este momento concreto de tu historia.

Jesús hace una afirmación sobre sí mismo: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8,12) y todo este relato, del Maestro con el ciego de nacimiento, quiere ser la demostración y la verdad de aquella afirmación. Quien cura a un ciego de nacimiento, que no tiene posibilidad alguna de curación como dice expresamente el versículo 32, demuestra que es la luz. Aceptar o rechazar a Jesús, luz del mundo, es lo que te va a marcar el ver o el estar ciego. Aceptarán a Jesús aquellos que reconocen su oscuridad y la necesidad de ser iluminados. Rechazarán a Jesús aquellos que creen bastarse a sí mismos y no necesitan ser curados de ninguna ceguera.

Me encanta que Jesús actúe con libertad de comportamiento. Gracias a esa libertad rechaza que la ceguera física y toda enfermedad procedan del pecado, se acerca y toca al ciego, el cual queda curado cuando se lava en la piscina de Siloé (que significa Enviado) palabra que recuerda a Jesús y su misión… todo un itinerario ascendente del ciego hacia la visión.

Al recobrar la vista comienzan una serie de interrogatorios por distintas personas, a través de ellos el curado va descubriendo a Jesús y pasa de conocer solo su nombre (“Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y me lavase. Entonces fui me lave y empecé a ver”) a reconocerlo como profeta (“¿Y tú que dices del que te ha abierto los ojos? Que es un profeta”) e Hijo de Dios (“¿Crees tú en el Hijo del hombre?... Él dijo: creo Señor y se postró ante Él”)

Reflexión: Te invito a que leas este evangelio desde el prisma del “testimonio”. Para ello, puedes contemplar las actitudes diferentes que existen entre el curado de ceguera y los fariseos que se sienten puros y no necesitan ser sanados o los padres del ciego que confirman el hecho del nacimiento de su hijo pero que no entran a juzgar ni interpretar la curación porque saben el riesgo que corren y se eximen de toda responsabilidad: “Edad tiene, preguntádselo a él”

El curado comienza narrando a sus vecinos lo que ha sucedido y quien lo ha realizado. Continúa dando testimonio de la actuación de Jesús a los fariseos los cuales le preguntan directamente por su opinión sobre el Señor y él le proclama profeta. Los fariseos invitan al ciego a que dé gloria a Dios jurando que Jesús es un pecador, pero “el que antes era ciego” se niega y éstos, llevados por el orgullo y el desprecio, lo expulsan de la sinagoga. Termina la escena del testimonio cuando se acerca Jesús y le invita a creer en el Hijo del Hombre, cuando el ciego se cerciora y sabe que es Jesús: cree y le adora postrándose a sus pies. El hecho de arrodillarse ante el Maestro corona todo el proceso del testimonio.

Amig@ todo un camino de fe es el que realiza este hombre curado de su enfermedad. Es una invitación a contemplar nuestras cegueras y cómo realizamos nuestro camino a la luz, a Jesús. El ciego te representa cuando tú das testimonio firme y personal, cuando crees y te encuentras con el Hijo de Dios, el enviado, el Mesías, cuando te embarcas en la aventura de la fe y reconoces tu oscuridad que es  iluminada por el encuentro con Jesús

Pienso que no hay más ciego que el que no quiere ver y esto es lo que el Maestro detecta en los fariseos. Que aunque veían con los ojos estaban ciegos por dentro, mientras que el ciego que no veía con sus ojos era el que verdaderamente estaba iluminado. El ciego ve y los que ven son ciegos… ¡Maravilloso intercambio!

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