miércoles, 23 de agosto de 2023

PREGUNTA OBLIGADA

 

Tiempo Ordinario. Domingo XXI 

Algunas preguntas que nosotros formulamos sobre nuestras propias personas o sobre nuestra actividad, más allá de una mera curiosidad o de un cotilleo hortera, tienen la intención de reafirmar si el camino que estamos realizando es el adecuado o por el contrario es una necesidad cambiar de rumbo. La respuesta que recibimos a la pregunta realizada nos ofrecerá si el camino seguido hasta ahora es el correcto para lo que queremos expresar con nuestras personas y con nuestras actividades.

No es que la opinión del otro sea la norma a seguir, y menos en los tipos que somos libres de comportamiento, sino que necesitamos saber si el otro ha captado lo que somos y lo que realizamos en toda su amplitud. Por ello, no es extraño que un ponente pregunte a un amigo, al finalizar la exposición de un tema, qué le ha parecido su charla, si ha sido claro en sus expresiones, si ha usado un lenguaje demasiado técnico, si cree que los presentes se han aburrido, si ha sido muy extenso… La intención no es la vanagloria, ni el aplauso fácil, ni la palmadita en la espalda, sino saber si ha cumplido las expectativas que él mismo se ha marcado, porque si no fuera así, en la siguiente ponencia debería cambiar y tomar otros derroteros. Preguntar, desde la humildad, en ocasiones se convierte en una necesidad para mejorar

En este domingo XXI del Tiempo Ordinario (ciclo a)  encuentro en la Palabra de Dios que hacer una determinada pregunta, en un momento concreto, no es un juego literario, sino una cuestión vital. En momentos decisivos, Jesús necesita saber qué piensa la gente y que piensan sus íntimos (discípulos) para saber si su persona y su forma de actuar responde a lo que Dios quiere de Él.

El evangelio (Mateo 16, 13-20) nos sitúa en un momento clave de la vida del Maestro. Tras unos comienzos brillantes e inicios triunfales tuvo que afrontar el rechazo de jefes y la incomprensión del pueblo. ¿Estaba fracasando en su misión? Es entonces cuando en Cesarea, se dirige a sus discípulos haciéndoles una doble pregunta sobre su identidad. («¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?») Necesita saber qué opinan los de fuera y lejanos y qué opinan sus discípulos y cercanos para ver si el camino emprendido es el correcto.

En este contexto y escuchada la respuesta de Pedro, «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» el pasaje evangélico tiene una doble función. Por un lado, reafirmar a Jesús en su misión y, por otro, confirmar a los discípulos en su seguimiento.

La doble pregunta de Jesús hace que aparezca con claridad la diferencia entre la opinión de la gente y la de los discípulos. Aquellos andan confundidos, mientras que Pedro, en nombre de los Doce, reconoce que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Dos títulos que resumen la fe de la Iglesia de la comunidad de Mateo, como bien se nos presenta en la primera parte de su Evangelio (Mt 1,1-4,6) donde no sólo es suficiente decir que Jesús es el Mesías esperado de Israel, sino que se añade Hijo de Dios.

A esta confesión de fe de Pedro, Jesús responde con una palabra de felicitación «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! » Y con un encargo especial de cara a la Iglesia: « tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia » Es declarado Pedro como dichoso, pero no por sus méritos sino porque el Padre le ha revelado el misterio de reconocerle como Mesías e Hijo de Dios vivo; y le confía la misión de ser roca firme para que la Iglesia no sucumba en las dificultades.

Para ello, le entrega a Pedro “las llaves del reino de los cielos”, que equivale al nombramiento de mayordomo supremo que aparece en el texto del Antiguo Testamento de la primera lectura (Isaías 22, 19-23) y le confiere el poder de “atar y desatar” que designaba entre los judíos de la época, la potestad de interpretar la ley de Moisés con autoridad. Pedro es servidor, custodio, supervisor con autoridad de interpretar las palabras de Jesús y adaptarlas a las necesidades y nuevas situaciones.

Reflexión: ¿Quién decís que soy yo? Esta pregunta formulada hace un par de miles de años a los discípulos, hoy se nos formula a nosotros. Sinceramente, creo que aún no ha sido respondida, no sólo por la personalidad tan fuerte e inagotable del Maestro, sino también porque cada uno de nosotros vamos elaborándonos una imagen de Él a partir de muchos condicionamientos, intereses, preocupaciones, medios sociales en los que vivimos y formación religiosa que hemos recibido.

Pero sigue exigiéndonos a los creyentes una respuesta, porque la imagen que tengamos de Jesús condiciona la imagen de Dios, nuestra fe y nuestra vida. Por ello, amig@ desde la coherencia de vida es desde donde debes dar una respuesta a la pregunta de Jesús, no vaya a ser que tus labios pronuncien unas palabras que ni sientes, ni crees, ni vives. Pregunta obligada respuesta necesaria.

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