martes, 13 de febrero de 2024

NI TIEMPO NI LUGAR


Domingo 1º Tiempo Cuaresma

Me encanta comprobar que la tentación no está encerrada en días, horas o minutos. También me alegra el saber que no hay unos lugares  más propicios para la tentación que otros. Y por supuesto, lo que más me ilusiona es experimentar que la tentación en sí, no es algo malo, sino que es una invitación a no cumplir la voluntad del Padre, por lo tanto, es una ocasión preciosa para elegir, mejor aún, reelegir a Dios antes que a otros ídolos. Curioso que fuera el Espíritu Santo quien llevara a Jesús al desierto, para ser tentado. Parece que siempre nos han enseñado que quien llevaría al desierto para sufrir la tentación sería el diablo; pues no, es el mismísimo Espíritu.

El Evangelio (Marcos 1,12-15) que nos presenta la liturgia en este domingo primero del tiempo de cuaresma (ciclo b) ya ha sido reflexionado cuando contemplábamos el tercer domingo del tiempo ordinario. En aquella ocasión, te decía que los versículos 14 y 15 («Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.») son el sumario de la actividad o el manifiesto de Jesús que consiste en la llegada del Reino, al que se accede por la conversión, pero no para escapar de ningún castigo, sino para aceptar la venida de Dios a reinar. Un Dios-Salvador que ofrece liberación a todos, que expresa esperanza y es Buena Noticia (Evangelio)

Jesús necesita, como tú y yo, del discernimiento para poder dar respuesta a la “voluntad del Padre”. Necesita estar a solas, orar, para saber qué camino ha de seguir. Por ello, “el Espíritu empujó a Jesús al desierto”. En esos cuarenta días de discernimiento (número simbólico) se le presentan al Maestro diversas posibilidades para llevar adelante el proyecto de Dios, el Reino. Los evangelistas Mateo y Lucas concretarán en sus narraciones las tentaciones de Jesús. Marcos, por su parte, no dice nada sobre la naturaleza de las tentaciones, ni sobre su contenido, desarrollo y resultado. Con ello, se nos da a entender que toda la vida de Jesús está llena de tentaciones y conflictos en favor del Reino que libera y en contra de otros poderes e intereses que oprimen, esclavizan y matan.

En este texto evangélico encontramos el lugar donde Jesús discierne: el desierto. Según la mentalidad judía de aquel tiempo, era lugar de prueba y tentación, morada del mal y de los espíritus malignos. Pero también es el lugar de encuentro con Dios, de descanso, de decisiones, de experiencias divinas… En el desierto se experimenta el enfrentamiento con el mal y, al mismo tiempo, la ayuda de Dios. Se vive en lucha y se encuentra la paz. El desierto, para el pueblo de Israel, fue el lugar donde desconfió, murmuró y se enfrentó a Dios. Sin embargo, para Jesús es el escenario donde demostró su capacitación, su entrega al plan de Dios y al servicio del Reino. Por  desierto no entiendo un lugar, ni un sitio físico sino la vida, la historia de cada uno. Como dice el Papa Francisco en su mensaje de cuaresma 2024: “El desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud”

Tres cuartas de lo mismo ocurre con los cuarenta días (“Se quedó en el desierto cuarenta días”) Es un número simbólico que representa un largo periodo en el que se vive y sucede algo fundamental. Evoca el camino de Israel por el desierto durante cuarenta años, hasta llegar a la tierra prometida. En este periodo de éxodo el pueblo sufrirá la tentación y será vencido por ella, dejará a Dios Libertador y preferirá a Egipto y a seguir bajo el dominio del Faraón que destruye los sueños y roba la esperanza.

Jesús vuelve a revivir la experiencia de Israel pero no en unos días concretos sino a lo largo de toda su vida. Para el Maestro todo momento es oportunidad de ser fiel a Dios y cumplir su voluntad desde la conversión y la fe en el evangelio.

Reflexión: Nos vamos al desierto con el Maestro. Y la primera frase del evangelio es: “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto”. El Espíritu de Dios existe, aunque a veces vivamos como si no existiera. Si dejamos que el Espíritu Santo actúe en nosotros, vivir será una aventura apasionante, emocionante. Si preferimos que el Espíritu de Dios desaparezca de nuestra vida, vivir será puro tedio y aburrimiento extremo.

Vivimos el tiempo de gracia y don que es la cuaresma. Permíteme que te haga la pequeña observación de que mires a tu corazón. Sí, contempla tu vida desde una oración serena. Estoy convencido que tu corazón “atrofiado y aislado se despertará” y “movilizará nuevas energías”. Para ello detente, acoge con humildad la Palabra e inclínate ante el hermano herido al borde del camino, no seas indiferente sino samaritano. El amor a Dios y al prójimo es un único amor. Sólo podrás comprender y saber de este amor si superas la tentación de la mentira que te proponen los ídolos y, desde la pobreza de espíritu y la humildad, actúas deteniéndote.

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