
Domingo XV Tiempo Ordinario
No sé realmente si es bueno o malo, pero no
encuentro muchas novedades. Igual habrá que afirmar aquello de “no hay nada
nuevo bajo el sol”. Mes de julio por la mañana el encierro de San Fermín y
a medio día el “Tour de Francia”. Hay cosas que no cambian y que se repiten
constantemente como un “mantra”. Cuando hablo de ausencia de novedades, no me
refiero a la clase política, ya que ella, por sí sola, es una caja de
sorpresas. Pero en general, en la cotidianidad, parece que todo es inmovilismo,
incluso en lo espiritual…. Y digo “parece que sin sorpresas” porque la
vida tiene esa apariencia o aspecto. Sin embargo, nada mas lejos de la
realidad, hasta los acontecimientos más cotidianos e insignificantes tienen un
alto grado de novedad. Eso sí, hay que descubrirlo.
En las lecturas que son
proclamadas este domingo 15 del tiempo Ordinario (ciclo c) nos
encontramos, frente a frente, con un Dios que ni excusa, ni justifica la
indiferencia ante el dolor del prójimo. Y esto, no es una novedad del cristianismo
del siglo XXI, ya desde los primeros capítulos de la Biblia el pasotismo ante
el “otro” es denunciado por Dios cuando señala a Caín que la sangre derramada
de su hermano Abel clama desde el suelo. Así que, de sorpresas… nada de nada.
El evangelio (Lucas 10, 25-37) nos
presenta la conocida parábola del “Buen samaritano”. Este pasaje, tan claro y directo, es fundamental para captar la nueva
experiencia religiosa que nos trae Jesús. Parece que no contiene sorpresas y,
sin embargo, es una novedad absoluta, porque nos ofrece la inseparabilidad del
amor a Dios y al prójimo, hasta el punto que quien no ama “al otro” de forma práctica
no ama a Dios. Y esta afirmación no tiene medias tintas, ni cloroformo. Tal
cual, como suena… esto ya se decía en el AT, como bien response el maestro de
la ley: «Amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus
fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo».
Jesús cambia nuestra
idea sobre «¿Quién es mi prójimo?» Mientras que el jurista le pregunta
por ello, Jesús, por medio de la parábola del Buen Samaritano, le responde: «¿Cuál de estos tres te
parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». Es decir, no es lo
importante saber quién es el prójimo, sino hacerse prójimo. Prójimo soy yo
cuando me acerco al otro y le ofrezco lo que poseo (tiempo, talentos, bienes,
ayuda, escucha)
De este modo la
pregunta primera se invierte y se transforma en “¿cómo puedo ser yo el prójimo
del necesitado? No podemos olvidar que los expertos en la ley, levitas y
sacerdotes, huyeron, actuaron con indiferencia y pasaron de largo. Sus
conocimientos no les sirvieron para responder a la necesidad concreta que se
les presentaba, su corazón no estaba convertido al Dios de la ternura y, además,
pusieron tristemente distancia frente a la realidad.
Igualmente, se nos dice
en la parábola, que debemos hacernos prójimos, primeramente, del caído, del
herido, del que sufre, del despojado de derechos… «un hombre bajaba de Jerusalén a
Jericó» del que curiosamente, no se nos comenta nada sobre su nacionalidad,
ni su nombre, ni a la familia que pertenece, ni su posición social, ni los
ingresos que posee, ni su religión, ni a quien vota, ni su opción sexual…El
prójimo es cualquiera y el orden de preferencia comienza por el que más sufre.
Jesús, mediante los dos personajes (sacerdote y
levita) hace una crítica dura a la religiosidad sin prójimo y sin compasión.
Ambos son representantes oficiales de la religión, preocupados por el culto, el
templo y el servicio legal a Dios. Pero al ver al herido “dieron un rodeo y
pasaron de largo” La religión sin prójimo tergiversa el mandamiento de Dios
y es falsa.
Reflexión: La parábola nos descubre que el que tiene el secreto de la vida eterna es,
paradójicamente, un samaritano que detuvo su paso, se ocupó del
herido, regaló cercanía, ofreció curación con sus propias manos e invirtió
dinero de su bolsillo… Fue capaz de dejar todo a un lado ante el herido y sin
conocerlo le consideró digno de dedicarle su tiempo… No tiene los conocimientos
de los hombres expertos en la ley, pero si tiene un corazón compasivo que sabe
expresarse a través de un amor eficaz.
Mientras que la religión judía cerraba la
puerta de Dios a los pobres, a los extranjeros, a los heterodoxos… Jesus abre
la puerta de la vida eterna a todos. La persona elegida como modelo de lo que
hay que hacer para tener vida verdadera es un samaritano, una persona tenida
por hereje y proscrito, tanto que el maestro de la ley no se atreve a
pronunciar la palabra “samaritano” y contesta. “El que tuvo compasión de él”
Jesús remacha el clavo: «Anda, haz tú lo
mismo» ¿Con quién te identificas? Es una pregunta cruda,
directa y determinante. Ante esta pregunta caen nuestras máscaras, etiquetas o
disfraces.
Ya te decía que perece,
y sólo parece, que no hay sorpresas.