
Domingo XXVII Tiempo Ordinario
La Palabra de Dios es actual, no son escritos
del pasado sin fuerza en el hoy. Tienen vida, son vigentes y auténticas clases
para nuestra vida interior y religiosa. Podemos creer que nosotros, cristianos
del siglo XXI, ya no podemos aprender nada de unos textos escritos hace tantos
años. Sin embargo, para el discípulo de todos los tiempos, se convierten en
lecciones de vida que no deberíamos olvidar sino repensar y actualizar.
En este domingo
27 del tiempo ordinario (ciclo c) el texto del evangelista Lucas, que la
Iglesia nos ofrece, me lleva a sentir que entre los discípulos y nosotros no
hay grandes diferencias. Somos todos humanos, pellízcate y lo vas a comprobar
en ti mismo. Ni somos angelitos, ni diablos caídos. Los apóstoles, como
nosotros, adolecemos de una fe madura y libre de mezclas con el poder, la fama,
los primeros puestos y los honores humanos. Y nosotros, como ellos, tenemos que
pedirle al Maestro que nos aumente la fe
porque es frágil y débil.
Se inicia el evangelio (Lucas 17,5-10) con una petición de los apóstoles al Señor: “Auméntanos
la fe”, con lo que se muestra, sin ningún tipo de rubor, que la fe de
aquellos que seguían a Jesús era sumamente “débil”. Y de esta debilidad son
conscientes los mismos apóstoles, de ahí la petición que hacen al Maestro. Igualmente,
Jesús reconoce en sus palabras que la fe de aquellos hombres era casi
insignificante: “Si tuvierais fe como un
granito de mostaza…” El grano de mostaza es el ejemplo de lo más diminuto
que se puede mencionar
No es la primera ocasión, ni la única, en la
que Jesús menciona que la fe de los apóstoles es una insignificancia, casi nada
o prácticamente inexistente. Sumérgete en los textos del evangelio y podrás
comprobar como el Señor denuncia esta falta de fe en Marcos 4,40; Mateo
17,17-20; Lucas 12,28… entre otros.
Creo que los apóstoles al pedir el aumento de
la fe NO buscan que se acreciente cuantitativamente, sino más bien
cualitativamente; es decir que crezca la fe para poder realizar un cambio
radical y genuino de sus vidas. Basta una mínima fe (como el grano de mostaza)
pero auténtica, para poder realizar grandes cosas. La imagen de la morera
arrancada y trasplantada en el mar expresa plásticamente la fuerza de la fe, de
la confianza plena en Dios. «Si tuvierais
fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y
plántate en el mar», y os obedecería”»
Desde esta visión, el texto evangélico continúa
con una parábola (Lucas 17,7-10) en
la que se describe cuál debe ser la actitud que el hombre debe de tener ante
Dios: servicio desde la humildad a sabiendas que no somos indispensables. Todo
lo que recibimos de Dios es regalo y gracia. Por ello toda nuestra vida debe
ser una respuesta agradecida a sus dones y no búsqueda de recompensas.
Hay una oposición, con esta parábola, a la
mentalidad de los fariseos que pensaban que con el cumplimiento de la ley
obligaban a Dios a ser premiados por su comportamiento. Sin embargo, Jesús
piensa que los dones de Dios al siervo fiel no son un derecho que se puede
reivindicar, sino un don gratuito. «Lo
mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: “Somos
siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».
Reflexión:
Me llama la atención que los seguidores de Jesús tuvieran una fe tan deficiente
o incluso no tuvieran fe alguna en Jesús. Destaco que la Iglesia primitiva optó
y le importó más la verdad de lo sucedido que la buena imagen de los primeros
apóstoles. La iglesia naciente ni suprimió ni explicó con más prudencia esta
cuestión de la fe que dejaba en tan mal lugar a los hombres que fueron
posteriormente testigos de la fe. Con ello aprendo que también yo debo pedir
ese aumento de calidad de fe porque como los primeros discípulos, en muchas
ocasiones, mi fe es débil o tan insignificante como el grano de mostaza.
Por otro lado, la falta de fe de los apóstoles,
en ocasiones, tuvo que ver con la ambición de fama y poder que aquellos
primeros discípulos alimentaron. En los evangelios se destaca varias veces y de
forma llamativa las discusiones entre los discípulos por quien era el primero,
el más importante y el ocupar los primeros puestos… Si este era el ambiente que
había en el grupo de los seguidores de Jesús ¿Cómo podían tener una fe firme en
el Señor?
La magia de la fe la puedes encontrar
en el salmo
responsorial (94) “Ojalá
escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón”» Te invito
a que combines la escucha de la Palabra con la sencillez de corazón. Este
coctel, bien batido, te ayudará a comprender tus fragilidades e imperfecciones
humanas y cómo desde ellas podrás saltar al seguimiento y a la confianza en
Dios para ser su instrumento y realizar grandes milagros en tu vida de
discípulo.
Eso sí, no dejes de pellizcarte porque no eres divino de la muerte,
sino, a Dios gracias, humano.