Durante el tiempo de adviento, hemos ido
preparando nuestro corazón, para el encuentro con Jesús, el Mesías, el Señor.
Junto con los ángeles, cantamos, alabamos y
damos gloria a Dios, por la gran ALEGRÍA, que supone para nuestras vidas y para
nuestro mundo, la noticia de la presencia del niño Dios.
Nosotros, como los pastores, también
recibimos la señal salvadora “encontrareis
un niño, envuelto en pañales y acostado en un pesebre”
Ante el niño de Belén, acerquémonos de
puntillas, porque el misterio del amor de Dios supera nuestra inteligencia,
conocimientos y sabiduría. Dios esconde su misterio a los sabios y entendidos,
y se lo revela a los pequeños, sencillos y humildes.
Quien llega es el PRÍNCIPE DE LA PAZ, que
viene a nosotros, como LUZ que ilumina nuestra existencia y como TERNURA que
sana nuestras dolencias.
Jesús de Nazaret es la gran NOTICIA y el gran
REGALO de Dios, “que vino a los suyos y
los suyos no le recibieron” pero quien le recibe y le acoge obtiene “el poder de ser hijo de Dios”.
Esta es la auténtica navidad que celebra el cristiano:
sentir que Jesús nos regala la oportunidad de llamar a Dios, Padre y sentirnos,
a la vez, hijos de Dios y hermanos de los hombres y mujeres que caminan en la
vida con nosotros.
Más allá de todo lo externo que envuelve a
estas fiestas…. tú y yo tenemos, delante del misterio de Belén, un espacio, una cita. No
lo dudemos, pasemos y adoremos al Niño Dios… Ante el Dios hecho hombre
guardemos silencio, soledad, emoción y sobriedad.
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