La presentación de Jesús en la sinagoga de su pueblo y la presentación de su misión en el “HOY”, obtiene, por parte de sus paisanos, una reacción que comienza con la aprobación de su persona y la admiración de sus palabras y termina echándole fuera del pueblo y queriéndole despeñar. Coincidirás conmigo que al menos es extraño, raro y atípico que en el transcurso de un corto espacio de tiempo se den reacciones tan opuestas y distintas. Me pregunto ¿cómo vencer las dificultades, muros, inconvenientes e impedimentos para realizar la misión de forma coherente y libre?
La Palabra de Dios, que es proclamada en este domingo 4º del tiempo Ordinario (ciclo c) creo que nos invita a contemplar la libertad del profeta. Llamados y ungidos por el Espíritu, tú y yo, como Jeremías y Jesús, recibimos una misión para la que hay que hacer acopio de entereza para superar dificultades. Pero con la certeza de que Dios está y es en nosotros.
En la primera lectura (Jeremías 1,4-5.17-19) se nos presenta
la vocación del profeta Jeremías, que se caracteriza por el protagonismo de la
palabra y que sucede en forma de
diálogo, sin majestuosidades de visiones. La palabra elige, consagra y nombra.
La misma palabra le confirma en su vocación y le promete la asistencia divina.
Jeremías se siente joven y no sabe hablar, pero no ha sido elegido por sus
cualidades, sino por Dios de quien depende su misión y tarea profética.
En los versículos 17-19 se nos narra que ante la dificultad de la misión (“Lucharan contra ti”) es necesaria la entereza para superar obstáculos. Entereza interna (“columna de hierro”) y entereza externa (“plaza fuerte”) son las imágenes usadas. Pero, ante la debilidad, Dios promete su presencia: “no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte”
El evangelio (Lucas 4,21-30) continuación del texto evangélico del domingo pasado, nos presenta a los habitantes de Nazaret que, aunque admiran las palabras de Jesús, no ven en el más que al “hijo de José” (Lucas 4,22) no perciben en el Maestro al profeta anunciado por Isaías. Quizá lo que esperaban de Jesús era sólo su actividad de milagrero, su fama de curandero, en favor de los habitantes de Nazaret. Y no van admitir que Jesús ilumine sus corazones y menos aún que les señale y destape su falta de fe.
Los paisanos puede que piensen que por ser conocido y haber convivido con Él tienen derechos adquiridos, mayores que otros, y que debe realizar en su pueblo lo que han escuchado que ha hecho en Cafarnaúm.
Dos ejemplos, extraídos del Antiguo Testamento, son la chispa que enciende la mecha. Jesús cita a Elías y Eliseo, dos profetas que se entregaron a los paganos porque su propio pueblo no estaba dispuesto a escuchar sus palabras. El Maestro no está dispuesto a entrar en el juego del fanatismo intolerante y nacionalista en el que se cree que la acción de Dios no puede ayudar al pagano antes que al israelita, al musulmán antes que al cristiano, al budista antes que al católico… La acción de Jesús no se teledirige, solo exige ver en Él no al hijo del carpintero sino al profeta, no al hombre sino al Dios vivo.
Reflexión: Amig@ vivir en la plena consciencia, en la quietud, en el sentir que Dios es uno con nosotros… nos ofrece la entereza de superar muros infranqueables. Cuando, ungido por el Espíritu, quieres ser buena noticia, iluminar y liberar… puede que te encuentres, en tu misión, quienes quieran “llevarte a un precipicio con la intención de despeñarte” Ellos, sumergidos en sus intolerancias, ideas y principios inmutables, te verán como “el hijo de José” y no como el profeta que viene a ayudar a sanar heridas. En ese momento de dificultad es cuando hay que proclamar, saborear y sentir las palabras del salmo responsorial: “Sé Tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres Tú”. El momento de interiorizar que tu misión es obra de Dios y que Él se sirve de tu debilidad para hacer obras grandes en medio de las incomprensiones.
No tenemos propiedad privada sobre Jesús y su mensaje. Él es patrimonio de toda la humanidad. Jesús no es posesión de ninguna cultura, raza o religión. No teledirijamos, ni tú ni yo, la acción de Dios, no lo antepongamos a nuestros gustos, nociones, ideas y apetencias… Él te ha constituido en “profeta de las naciones”, te ha rodeado de sus dones para que, sin miedo, ilumines corazones opacos que impiden el paso de tu luz.
El evangelio está escrito para ti y para mí;
por ello, aprendamos lo que la Palabra de Dios nos enseña. Antes de lanzarte al
mundo medita, mira tu interior y acoge al Maestro. No interpretes el evangelio
de forma literal, el evangelio va dirigido a ti para que tomes la opción que te
presenta de un Mesías de todos, de una salvación universal, sin más derecho que
el que te proporciona la fe en un Dios que camina contigo (EN TI) y en el que
pones tu entereza para afrontar las dificultades con serenidad y fortaleza.
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