miércoles, 19 de julio de 2023

SORPRENDENTEMENTE PACIENTE

 

Tiempo Ordinario. Domingo XVI 

No sé si a ti te ha ocurrido alguna vez, pero hay respuestas que me dejan “descolocao” porque, o bien no me la esperaba, por la parte  de irracionalidad que tiene, o bien porque directamente la puedo encuadrar entre estrafalaria, inusual e impropia del interlocutor. Hay reacciones humanas realmente sorprendentes, cuando piensas que lo normal sería la posición contraria a la que se ha tomado.

¡Uffff! Qué mal me estoy explicando. Voy a intentar ser más claro. Imagina que te cuento una historia, extraída de una escena cotidiana de la vida, por ejemplo: el dueño de un campo que siembra buena semilla y el vecino del campo de al lado, por envidia y para perjudicarle, al llegar la noche, siembra unas semillas tóxicas y venenosas difíciles de extirpar. Al darse cuenta los jornaleros de lo ocurrido en el campo y que están creciendo ambas semillas, buenas y malas, a la vez, le piden permiso al propietario de la finca para ir y dedicar una jornada y arrancar la semilla venenosa. Hasta aquí todo normal… lo sorprendente es que la respuesta del dueño sea: “No, dejad que ambas semillas crezcan juntas”

¿No te parece que la mejor respuesta sería. id y dedicad el tiempo que sea oportuno y necesario para arrancar la mala semilla y dejar que la buena crezca sin mal a su alrededor? No sé a ti, pero a mí la respuesta y la reacción del amo del sembrado me deja “descolocao”, mientras que lo que dicen los jornaleros me parece lo normal, lo correcto y lo que hay que hacer.

En este domingo XVI del Tiempo Ordinario (ciclo a) puedo comprobar que las parábolas de Jesús tienen su puntito “canalla”. Buscan sorprender, impactar y provocar respuestas…. Pero, además, contienen una enseñanza muy aplicable a la vida. Siento que a los oyentes de Jesús muchas de sus parábolas les sorprendieron, pero estoy convencido que les hizo pensar.

En el evangelio de este domingo (Mateo 13, 24-30) se nos ofrecen tres parábolas. La primera de ellas, la de la “Cizaña”, la segunda, “el grano de mostaza” y la tercera, “la levadura”.  Mucha materia para un solo domingo, ¿no crees? Por ello, y porque “el que mucho abarca poco aprieta”, sólo daremos una mirada a la primera.

Creo que la parábola de la “Cizaña” responde a la paciencia de Dios frente a la impaciencia de los que, creyéndose puros, no aceptan ni aprueban que el mal y el bien coexistan. Amigos, Jesús se rodeó de hombres y mujeres imperfectos, de una comunidad no-pura y dirigió su mensaje a pecadores. Fue criticado, por quienes se creían santos y perfectos, por comer con quienes estaban destinados al mayor de los olvidos: los pobres. Abogó por la necesidad de médico para los enfermos y no para los sanos… Y ahora, con esta parábola, justifica su actuación: mientras llega el momento final hay tiempo para la misericordia y la conversión… hay que esperar, ser paciente, para poder distinguir el grano bueno de las plantas tóxicas y venenosas. No vaya a ser que “al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo” Todos pueden convertirse, transformarse y mejorar.

La parábola de la “Cizaña” nos habla del problema del mal. Un tema, por otro lado, que ha preocupado siempre a la humanidad y que ha estado y está presente en todas las religiones y filosofías. Esta parábola nos da luz, tanto en cuanto viene a decirnos que nuestra historia, personal y comunitaria, es un campo donde se entremezclan buena y mala semilla, bien y mal. Pero la presencia de este mal tiene causas, decisiones, opciones, que no es fruto de una inevitable fatalidad, sino que ha sido sembrado y en muchas ocasiones abonado.

Por ello, señalar a demonios o chivos expiatorios como los causantes del mal propio y ajeno y echarles la culpa, es lo más fácil y cómodo. No asumir la parte de responsabilidad que nos corresponde y no poner los remedios precisos es juzgar y condenar al vecino, sin querer cuestionarnos nuestra propia conducta.

En este marco, ahora entiendo y tiene sentido la reacción sorprendente del amo de la parcela que deja crecer juntas la buena y la mala semilla. Con ello, Jesús viene a decirnos que es preciso ser cautos y pacientes, que no podemos convertirnos de la noche a la mañana en jueces que arranquemos la cizaña, porque el juicio corresponde a Dios. La destrucción del mal llegará: «Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero»

Reflexión: El Reino ha comenzado con la presencia de Jesús, con su vida y su actuar. Él es realmente transformador y su Reino está en crecimiento. Déjate sorprender por el dueño del campo, por su espera paciente y por su aguante activo. No pretendas erradicar el mal precipitando juicios sobre otros porque no eres juez, ni tires del recurso facilón de dividir a las personas en buenas y malas, ni te creas tan puro que señales al otro como cizaña y tú semilla buena.

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