miércoles, 24 de abril de 2024

PERMANENCIAS


Domingo Quinto de Pascua 

En mis tiempos de niño-estudiante, mis padres me apuntaron a lo que se conocía con el nombre de “permanencias”. Consistía en permanecer, como bien dice la palabra,  una hora más en el colegio después de la última clase de la tarde. En ese periodo de tiempo el mismo maestro que nos daba clase continuaba formándonos, unas veces insistiendo en lo que había explicado con anterioridad y otras añadiendo materia. Así, nosotros teníamos una explicación “extra” para reforzar lo aprendido o para conocer mejor lo que iba a explicar en días posteriores. Gracias a las “permanencias” de don  Antonio supe hacer los quebrados con distinto denominador que me tenían, en algunas ocasiones, bien perdido.

Las “permanencias” de mi infancia estudiantil tenían como objetivo aprender con mayor seguridad, con prontitud y antes que los demás compañeros, no sé si mejor, toda la sabiduría que nuestros maestros intentaban inculcarnos y que ellos poseían. Éramos apuntados a “permanencias” con la ilusión de que permaneciendo al lado del sabio profesor algo de su sapiencia se destilara por nuestra mente y así pudiéramos dar fruto en aprobados y buenas notas. 

Tras los relatos de apariciones de Jesús Resucitado, de los tres primeros domingos de Pascua, los evangelios dominicales posteriores pretenden explicarnos, con imágenes, el modo cómo el Maestro está presente. El domingo pasado fue la imagen del Buen Pastor (en oposición al asalariado) la que nos enseñaba que su presencia es la de cuidador sin horario, ni sueldo y gratuitamente.

En este domingo quinto del tiempo de Pascua (ciclo b) la imagen de la vid y los sarmientos nos habla del cuidado interior de Dios al ser humano, dándonos savia y vida intensamente. Hay una relación y comunicación entre el tronco y los sarmientos. Esta comunicación se expresa mediante el verbo “permanecer” que nos indica la condición indispensable para dar fruto.

En el evangelio (Juan 15,1-8) nos habla de dos talantes de estar y pasar por esta vida. El Maestro, se presenta, por dos veces, como VID VERDADERA marcándonos dos formas de vivir: o bien permaneciendo en Él y teniendo vida, o bien no permanecer en Jesús y siendo estériles e infértiles. Sólo podemos dar fruto si estamos unidos a Jesús como el sarmiento está unido a la vid. Con lo que podemos concluir que la vida del creyente tiene que estar injertada en la persona y en el proyecto de Jesús si queremos que esta vida sea fecunda. “Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante”

El texto del evangelio de este domingo tiene tres partes bien diferenciadas. En la primera, se nos habla de la actividad del Padre que, como labrador, realiza la acción de podar y arrancar para que la vid dé fruto. En un segundo momento, se nos expone la condición para que la comunidad y el discípulo den fruto y tengan vida: “permaneced en mí, y yo en vosotros”. Y, en los versículos 7-8, se nos ofrece la tercera parte, en la que se expresa la nueva relación con Dios tanto del discípulo como de la comunidad.

Del mismo modo que mis maestros me ofrecían las horas de “permanencias” para poder aprender y llenarme de la sabiduría de ellos, Jesús me invita a permanecer unido a Él para dar fruto y tener vida. Por ti y por mi debe correr la savia del Señor. La unión íntima con Él dará sentido a nuestro discipulado ya que no somos nada sin Él, al igual que el sarmiento no es nada separado de la vid. Debe haber una compenetración personal entre Jesús y el discípulo

Reflexión: Creo que una de las mayores tragedias que puede vivir el cristiano y una comunidad es la de practicar una religión sin ningún contacto con el Resucitado, la Vid. No sé si convendrás conmigo en que descubrimos la verdadera fe cuando vivimos en contacto personal con el Maestro. Sólo así descubrimos que Dios no es una amenaza o un desconocido, sino Alguien vivo que pone nueva fuerza y nueva alegría en nuestras vidas. No me cansaré de anunciarlo, pero sin contacto con el Resucitado nuestra fe es estéril.

Amig@ la imagen que se te ofrece este domingo es muy expresiva. Todo sarmiento que está vivo tiene que producir fruto. Y si no lo hace es porque no circula por él la savia de la vid. Si trasladas esta imagen a tu vida de seguidor de Jesús, tienes que optar por vivir, crecer y dar fruto espiritual en la adhesión y en el compromiso de permanencia en el Señor. Si esta relación vital se interrumpe, entonces la fe se seca y ya no es capaz de animar nuestra vida. Se convierte en palabrería pero vacía de contenido y de experiencia.

La propuesta que te hago en este día es de altos vuelos y sólo apta para locos que no tienen vértigo ni padecen del corazón: que la savia de Jesús corra por tus venas, porque esa savia da vida y vitalidad a tu ser discípulo. Y esto sólo lo consigues si después de la última clase de la tarde te apuntas a las permanencias.

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