miércoles, 28 de julio de 2021

NECESITADOS DE HIDRATACIÓN

 

Si te apasiona todo tipo de deporte estas de enhorabuena porque en estos días se celebran los juegos olímpicos. No sé si conoces el triatlón”. Es un deporte olímpico que implica la realización de tres disciplinas: natación, ciclismo y carrera a pie, sin interrupción entre una prueba y la siguiente. Reconozco que los y las triatletas tienen una preparación física brutal pues deben nadar 1.500 metros en aguas libres, realizar 40 kilómetros en bicicleta y seguidamente 10 kilómetros de carrera. No es de extrañar que estos deportistas, para el funcionamiento correcto de su organismo y conseguir llegar a la meta, necesiten hidratarse ante el gran esfuerzo físico continuado que realizan.

Hidratarse no sólo es imprescindible para un deportista. Todos necesitamos hidratar el organismo (no sólo en verano) para regular la temperatura del cuerpo y aportar las sales minerales necesarias para el crucial funcionamiento de las células del cuerpo y otros órganos como el corazón o el riñón.

Las lecturas de este domingo 18 del Tiempo Ordinario (ciclo b) nos informan de la necesidad que tenemos los discípulos de Jesús de “hidratar el corazón”. Al igual que el triatleta recibe el agua que necesita su organismo para finalizar la carrera, el apóstol recibe de Dios el alimento que aporta a su corazón lo que necesita para realizar su misión.

En la primera lectura (Éxodo 16,2-4.12-15) se nos ofrece un mensaje esperanzador. Dios, que acompaña al pueblo, se presenta como aquel que le alimenta, dando a cada uno lo que necesita y ayudando a conseguir lo que le falta a quien no ha sido previsor. “El pan y la carne” (maná y codornices) son signos que deben conducir a la fe: “para que sepáis que yo soy el Señor Dios vuestro”

Me seduce, y no sé la razón, la frialdad del encuentro con la que comienza el texto del evangelio (Juan 6,25-35) Debe ser la claridad de Jesús que no se siente halagado ni mucho menos entusiasmado porque le busca toda una multitud. Yo hablaría de decepción por parte del Maestro que detecta una búsqueda interesada y egoísta que nunca puede entusiasmar a la persona que es buscada, porque, en el fondo, se buscan así mismos y a sus intereses, no a Él. Y ahí el reproche que se manifiesta en las palabras de saludo («Vosotros no me buscáis porque hayáis visto signos, sino porque habéis comido pan hasta hartaros»)

No nos volvamos locos, no es ilícito buscar el alimento material y trabajar para adquirir la comida que nos mantiene en esta vida. Pero la opción del Señor es mucho más interesante, ya que nos invita a aspirar a la “comida que permanece y da Vida Eterna” Y este alimento es Jesús; el cual exige FE y aceptación de forma personal para que pueda surgir el encuentro entre el hombre y Dios «La obra de Dios es que creáis en aquel que Él ha enviado»

En este texto del evangelio Jesús se auto-presenta como “pan bajado del cielo que da vida al mundo” «Yo soy el pan que da vida» el alimento que es capaz de dar respuesta a todas las necesidades y esperanzas del hombre «El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed»

El protagonista que ofrece el alimento es Dios Padre, que envía el Pan que sacia nuestra hambre. El mismo protagonista que en el  desierto envía el maná y las codornices para saciar las hambres y murmuraciones del pueblo. Al ser humano se le pide que responda a la acción de Dios, “creyendo en el Enviado” y contemplando a Dios que camina con junto a él.

Reflexión: Estamos por lo tanto ante un excelente resumen de la historia de la salvación. Se destaca la iniciativa de Dios, que se realiza en su Hijo y que se hace eficaz gracias a la fe.

El Padre realiza las funciones de aguador y mayordomo. Nos ofrece el agua y el alimento que nos “hidrata”. Has leído bien, ofrece no impone. Él se sitúa en nuestro camino de la vida y nos da la oportunidad de beber y comer el alimento que perdura y da Vida Verdadera: Jesús. No pretendas que Dios te tape la nariz y te abra la boca a la fuerza para alimentarte. Dios Padre envía el Pan, bajado del cielo, como respuesta a tus necesidades y esperanzas, para que jamás tengas sed y hambre.

A ti y a mí se nos exige creer para poder encontrar en Jesús la respuesta a las necesidades del corazón. Por ello trabajemos buscando el alimento que nos ofrece Dios y que es su Hijo, porque ese alimento es necesario para nuestro seguimiento y apostolado. No busques a Jesús para el cumplimiento de tus deseos y peticiones, como si de una pócima mágica se tratara, sino trabaja tu interior para sentirle como NECESIDAD en tu caminar.

Pero, perfectamente, puedes rechazar el agua y el alimento que se te ofrece. Si te crees con las fuerzas suficientes y que no necesitas hidratarte. En este caso…. lo escrito no es “pa ti”. Sólo es para necesitados de hidratación.

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