Delegación Diocesana de Migraciones
Sigüenza-Guadalajara
Jose luís Albares
19 de febrero de 2019
RUT: MIGRACIONES EN LA BIBLIA
El
pequeño libro bíblico de Rut representa, por un lado, una perfecta radiografía
del fenómeno de las migraciones y, por otro, el gran manifiesto a favor de la
promoción de las personas que deben emigrar, en todo tiempo y lugar.
En
efecto, el libro de Rut nos ofrece una primera cara: la de la emigración.
Y presenta un limpio análisis de la desventura que supone siempre tener que
emigrar, también hoy. La necesidad obliga a Elimélec y Noemí a marcharse de
Belén junto con sus hijos, que llegan a establecerse en el extranjero. Pero las
cosas no van bien y, al final, quedan solamente tres mujeres, Noemí y sus dos
nueras, viudas y sin hijos. Orfá se quedará allá en Moab, su tierra, mientras
que Noemí y Rut se vuelven fracasadas a Belén. En esta historia, repetida en
cada emigrante, la Biblia nos anima a ver rostros humanos allí donde todos
hablan de cifras y oportunismos electorales.
Pero
hay también un segundo aspecto del que habla el libro de Rut: la inmigración.
Rut, la extranjera que ha llegado a Belén, se encuentra con Booz. Él no la
conoce de nada y de ella no se dice que fuera especialmente atractiva. Pero,
cuando a Booz le explican que se trata de una extranjera, le facilita el
trabajo y las condiciones de descanso. Y, evidentemente, Rut se extraña: « ¿Por qué te interesas con tanta amabilidad
por mí, que soy una simple extranjera?», le dice (Rut 2,10). En respuesta, Booz
hace gala de un comportamiento ejemplar de cara a promover la integración y el
futuro de esa «simple extranjera»:
· En
primer lugar, admira la grandeza y
la fortaleza de una persona que ha sido capaz de dejar su patria y su familia: «Me han contado –le dice– cómo has dejado a tus padres y tu tierra
natal para venir a un pueblo que no conocías» (Rut 2,11b), palabras que consuelan
y alivian el corazón de Rut.
· Y,
en segundo lugar, Booz no se queda
en palabras y admiración. Se constituye en intermediario del favor divino hacia
la mujer moabita: le ofrece comida, le facilita el trabajo de espigadora e
incluso pide a los trabajadores que la socorran más allá de lo estrictamente
legal.
Nada
más. Nada menos.
Un
día, Jesús dijo: «fui forastero y me
hospedasteis» (Mt 25,35). Él conocía muy bien la historia de su familia:
sabía que Rut, aquella extranjera inmigrante, fue antepasada suya (cf. Mt 1,5).
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