En la carta pastoral de nuestro obispo
diocesano, Dº Atilano Rodríguez Martínez, que lleva por título: “Bautizados
en el Espíritu para la misión”, en la PARTE III: Concreciones para la vida espiritual y pastoral, Dº Atilano nos
invita a todos los bautizados a: “colaborar
con el Señor de forma generosa, en la renovación de la fe de los bautizados y
en la invitación a la fe a quienes no han tenido la dicha de conocerle”. Todo
cristiano bautizado tiene que ser “otro cristo” en medio del mundo
Por lo tanto, como bautizados, tanto
sacerdotes, como religiosos y laicos, tenemos que dar “respuesta a la realidad de increencia e indiferencia religiosa” que
existe en nuestro entorno. Y para ello, es necesaria la “renovación espiritual de los evangelizadores, mediante la escucha
de la Palabra de Dios y la conversión” de nuestro corazón al corazón del
Maestro Jesús. Sin ambas actitudes “no
será posible proponer el evangelio a quienes viven en las periferias”
“Para
evangelizar en la nueva realidad social, cultural y religiosa hemos de pararnos
antes a contemplar a Jesucristo, el primer evangelizador” Nos encontraremos
con un Jesús que vivió con fidelidad la misión del Padre, que buscó con sus
palabras y obras cumplir la voluntad de Dios y que ayudó a los hermanos a
descubrir en sus vidas a un Dios amor, rico en misericordia.
Esta fidelidad a la voluntad de Dios es la
que Jesús pidió a sus apóstoles y hoy nos pide a nosotros. Por eso si queremos
ser misioneros, como nos exige nuestro bautismo, antes hay que ser aprendices
del Señor, sentarnos a sus pies y aprender de Él para pensar y actuar como Él
lo hizo.
El misionero de todos los tiempos, lógicamente
también el de este siglo XXI, tiene que mantener viva la relación con Jesús “mediante la oración personal y comunitaria”.
Será la oración la que nos ayudará a tener como centro de nuestro vivir al
Señor, la oración nos invitará a la renovación-conversión constante y al seguimiento
en fidelidad.
Todo lo expresado, dice el Obispo en su carta
pastoral, “nos obliga a analizar el sentido y la orientación de nuestras prácticas
religiosas, pues todos corremos el riesgo de caer en la costumbre y en la
rutina”
El Sínodo diocesano debe ayudarnos a revisar
la autenticidad y verdad de nuestra oración, así como la participación en nuestras
liturgias y celebraciones. Podemos caer en el error de pensar que tanto la
oración como la participación en la liturgia son unas actividad más de nuestra
vida sin darles la importancia que tienen, es decir: que son el fundamento y
el centro de nuestra vida diaria y de nuestra actividad misionera.
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