“Resetear” es la forma en la que se
suele llamar a la acción de “Reset”, que en idioma inglés consiste en
el reinicio, o bien, la reposición hacia un estado inicial, una
vuelta al principio o bien un nuevo comienzo. En español, el concepto puede
reemplazarse por reiniciar o empezar nuevamente. Es un término ligado al mundo
de la informática y suele utilizarse cuando un ordenador se bloquea.
Cuando notamos que nuestro equipo informático trabaja más lento de lo normal o hace tareas que no corresponde a lo que le estamos pidiendo o se queda trabado y no se abren los archivos…, se impone que reiniciemos el equipo; así se corrigen los posibles errores que se nos hayan presentado, que funcione correctamente y que se ejecuten las tareas que estamos realizando con normalidad. En resumen se reinicia o resetea el ordenador para que funcione mejor y se corrijan los errores existentes.
Pentecostés es la tecla “RESET” de nuestro interior, del corazón. Pentecostés es la fiesta de la presencia del Espíritu en la vida de la Iglesia, en la vida de la comunidad cristiana, en nuestra vida. Celebramos el nacimiento, al menos de forma pública y oficial, de la Iglesia por la fuerza y el impulso del Espíritu Santo. Comienza una nueva etapa de la acción de Dios en la historia de la salvación, donde el auténtico protagonista es el Espíritu que es la fuerza y presencia activa del Señor que obra la salvación de los hombres.
La primera lectura (Hechos de los Apóstoles 2,1-11) y el evangelio (Juan 20, 19-23), que este domingo proclamamos, nos muestran lo central de este día: El Padre derrama, por medio de Jesús, el Espíritu Santo sobre los apóstoles para que sean testigos del Resucitado en toda la tierra (Hechos 1,8) La escenografía que se nos representa (viento, lenguas de fuego, ruido, estruendo) nos recuerda las manifestaciones de la divinidad, teofanías o visiones del “día del Señor” de los profetas. (ver Joel 3,1-5)
Evocar Pentecostés es trasladarnos a los comienzos, al inicio, cuando el Espíritu tocó el corazón de los discípulos, los llenó de energía y fuerza y los impulsó a evangelizar. No olvidemos que la primera comunidad de los apóstoles es muy semejante a nosotros: ellos estaban reunidos, dubitativos y con miedo, y reciben el don del Espíritu de manos de Dios. Nosotros también, por miles de razones, nos encontramos con las puertas cerradas, con miedos y debilidades… pero, igualmente, somos invadidos por la fuerza y el Espíritu del Resucitado que rompe barreras y desánimos, desidias y flaquezas.
El Espíritu debe ser celebrado como el gran don que actúa, renueva y resetea los corazones para que la salvación de Dios llegue a todas las personas. Este Espíritu sigue actuando y dando vida a la comunidad de los creyentes, si nos faltara volveríamos a cerrar las puertas, a encerrarnos en nosotros mismos, a perder la actitud de evangelizadores, se nos bloquearía el corazón… Necesitamos al Espíritu para que nos enseñe a creer en Jesús, a imitar su estilo de vida, a responder a los desafíos de nuestro mundo y a impulsar nuestro compromiso de ser TESTIGOS MISIONEROS ante todos los pueblos porque no hay fronteras para la salvación. (Hechos 2, 9-10) Todos, “cada uno en su lengua” están destinados a ella.
Reflexión: Las claves de este nuevo tiempo son resumidas en cuatro palabras: Paz, Misión, Espíritu y Perdón. Nuestra misión es la misión de Jesús “como el Padre me envío así os envío yo”, y consiste en transmitir a todos los hombres la paz y la salvación por medio de la reconciliación y el perdón. Un mensaje de vida que brota del sepulcro del resucitado. Y para que cumplamos eficazmente esta misión, Jesús nos entrega su Espíritu (la fuerza que suple nuestra debilidad) para indicarnos que somos hombres y mujeres reseteados.
Creo que se impone en nosotros la necesidad de un “nuevo Pentecostés” Necesitamos hacer una re-lectura de los hechos y acontecimientos y sentir que el camino de la decepción-miedo se puede convertir en camino de alegría y esperanza, como sucedió a los apóstoles el día de la Pascua. Creo que es necesario “resetear” el corazón, apagar todo aquello que nos impide escuchar, en nuestra propia lengua, que un mundo nuevo es posible y, así, abrirnos a la novedad que nos ofrece el Espíritu.
Ha llegado la hora de mirar dentro de ti mismo con una mirada nueva, fruto del don del Espíritu. Ha llegado la hora de desbloquear nuestro “ordenador del corazón” de todos los archivos de miedos, enfrentamientos, discordias, divisiones, tristezas, chismes… y reiniciar nuestra vida de discípulos con la novedad de Pentecostés… El orientará tu vida, te abrirá los ojos, te repartirá sus dones y, si te dejas, te transformará.
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