Al leer las lecturas que la Iglesia nos presenta en este domingo de la Santísima Trinidad (ciclo b) ha venido a mi memoria una conversación, que mantenía días atrás, con un señor que me comentaba que estaba esperando que se abriera los cierres perimetrales de las diversas Comunidades Autónomas para visitar a una persona que había hecho por él, en un momento difícil de su vida, grandes obras que nunca podría olvidar. El recordar estas acciones le ponía en actitud de agradecimiento y le sacaba de su comodidad de sofá para, con su visita, devolver, en la medida de sus posibilidades, aquellas obras realizadas.
En la primera lectura (Deuteronomio 4,32-34.39-40) encontramos
una exhortación de Moisés, a modo de
despedida, en los umbrales de la tierra prometida. Es un discurso que se fundamenta
recurriendo a la historia, en el que se pide al pueblo de Israel un compromiso
con el “único Dios” apoyándose en acontecimientos y acciones realizadas por
Dios con el pueblo.
Profundiza este texto en el sentido de felicidad de todo el pueblo y posteriores generaciones, que surge de la importancia de observar la ley, de no olvidar los acontecimientos del monte Horeb y de reconocer la alianza realizada por Dios que les liberó de la esclavitud de Egipto y les entrega un “suelo” para siempre.
En el evangelio (Mateo
28,16-20) Jesús Resucitado se cita con sus discípulos en Galilea como ya
había sido anunciado con anterioridad (Mt 26,32) y como había sido comunicado a
las mujeres que iban al sepulcro (Mt 28, 7.10). Los discípulos, fieles a esta
llamada, se dirigen a Galilea, es decir allí donde el Maestro comenzó su misión
anunciando el Reino de Dios con signos y palabras. El encuentro tiene lugar en
un monte, lugar donde tradicionalmente Dios se había manifestado a su pueblo en
el Antiguo Testamento.
En este encuentro Jesús revela el misterio profundo de su persona y los discípulos le reconocen, tras comprensibles dudas, a través de un gesto de adoración. Seguidamente les confía su misión, que consistirá en extender el Reino haciendo discípulos a todos los hombres, y culmina el texto con la promesa de quedarse siempre con ellos.
El sentido de este encuentro es devolver las fuerzas a los que NO habían sido capaces de seguirle como discípulos en su pasión. La vacilación y la falta de fe muestran claramente que la misión que Jesús les confía es un don inmerecido.
Reflexión: El Sábado Santo 2020, el Papa Francisco, en la homilía de la Vigilia Pascual nos decía que Galilea es el lugar que evocaba a los discípulos “la vida cotidiana, la familia, el trabajo” “era también el lugar de los recuerdos, sobre todo de la primera llamada” “Volver a Galilea es acordarnos de que hemos sido amados y llamados por Dios”. Igualmente nos invitaba a reconocer que cada uno de nosotros tiene su propia Galilea, que no es otra que “recordar que nacemos y renacemos de una llamada de amor gratuita, allí, en mi Galilea”
Que importante es hoy, el recordar las acciones que Dios ha hecho en tu historia personal. Sólo desde esa evocación puedes enamorarte de tu misión y comenzar a actuar, a enseñar y bautizar. Sólo desde la convicción de que el Resucitado sigue presente vivo en ti y en medio de su Iglesia, podrás ponerte en camino construyendo una comunidad misionera, que sale constantemente de sí misma, de sus problemas y preocupaciones para abrirse a un nuevo horizonte: el de todos los hombres que no conocen el gozo de sentirse hijos e hijas de Dios y hermanos entre sí.
El Señor te convoca y te llama a una misión: Ser mensajero de la esperanza
de Jesús. (Infundir en el corazón la
certeza de que Dios conduce todo hacia el bien) Si esta esperanza habita en
ti (y sólo si habita en ti) estás en disposición de ponerte en “modo misión”,
porque la invitación de Jesús es esparcir semillas de su esperanza en nuestro ambiente y entorno, así como en todos los
seres humanos (los amigos y aquellos más alejados del corazón) y en todo el
mundo (Iglesia y fuera de ella)
La gran pregunta es ¿Cómo consolar y animar? ¿Cómo llevar las cargas de los demás? ¿Cómo ser mensajeros de vida, en tiempos de muerte? ¿Cómo acallar los gritos de muerte….?
Dos son las preguntas que creo debes hacerte en esta meditación. Una de ellas es DÓNDE ser misionero, otra CÓMO ser misionero. Y deberías ser concretos, poner nombres, situaciones, actitudes, lugares, acciones, personas, gestos… En fin definiendo, aclarando, concretando cada Galilea, y “tú Galilea”
Si deseas leer y meditar la homilía del Papa Francisco del Sábado Santo 2020, la puedes encontrar en este enlace. Especialmente nº 3. donde se refiere a “Galilea”
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