En ciertas cuestiones y en algunas circunstancias podemos mantenernos al margen y no mostrar nuestra opinión. Para ello usamos la abstención como fórmula o votamos en blanco. Pero en otras ocasiones no es posible la neutralidad y tenemos que tomar partido por una opción o por su contraria. En estas circunstancias, nuestra decisión no puede estar tomada a la ligera, es más, es preferible no comprometerse que hacerlo y después no cumplir. Al menos al principio, volverse atrás no es una opción que se contemple en decisiones firmes y meditadas; aunque no dejamos de ser humanos y tener el poder de desdecirnos.
Interpreto que las lecturas de este domingo 21 del Tiempo Ordinario (ciclo b) nos ofrecen pautas de actuación para la opción de elegir servir al Señor y asumir todas las consecuencias de nuestra elección sin dejarnos embaucar por la duda.
En la primera lectura (Josué 24,1-2a.15-17.18b) Josué busca un
compromiso del pueblo para con Dios donde todo esté bien definido y en el que
no haya lugar a malentendidos, ni rebajas: «Si
no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir» Mientras que el pueblo piensa su respuesta, Josué y su familia manifiestan
su opción por el Señor: «Yo y mi casa
serviremos al Señor.»
La respuesta del pueblo es la esperada, buscada y pretendida: el compromiso es el de servir al Señor «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros!» Esta respuesta está fundamentada en la acción de Dios a lo largo de la historia del pueblo de Israel. Para mí, es una verdadera confesión de fe en un Dios que libera, que ha hace prodigios y que protege. Por ello, el pueblo concluye diciendo: «También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!» No pueden ser infieles a quien ha hecho tanto por ellos.
La misma línea de pensamiento encuentro en el evangelio (Juan 6,60-69). Entre las personas que escuchan el mensaje de labios del Maestro, se encuentran algunos que se entusiasmaron con Jesús en un primer momento pero no dieron un paso a delante en su fe y seguimiento, no le aceptaron ni como Hijo de Dios, ni como alimento de vida, ni como Enviado, ni como Mesías... De ahí que afirmen: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
En los discípulos, aceptar o no a Jesús y su mensaje es la disyuntiva ante la que no hay lugar para la abstención ni la neutralidad. “O conmigo o sin mí”. Y algunos optan por echarse atrás y no volver a ir con Él. Les parece duro e inadmisible el misterio de Jesús que se puede resumir en la fórmula: «subir a donde estaba antes»
Como Josué, en la primera lectura, aquí Jesús pregunta al grupo de los Doce por su elección. La respuesta de Pedro es la versión del evangelista Juan de la confesión de fe en Cesárea de Filipo de los sinópticos: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.» Pedro confiesa a Jesús como el Santo de Dios, que en el Antiguo Testamento expresaba la suprema dignidad de la persona a quien se le atribuía. No es un título corriente dado al Mesías, pero si profético porque Jesús, mirado como el Santo, sería la encarnación y la personificación de la santidad divina.
Reflexión: Detecto la “religión a la carta”. Recoger lo mejor que se encuentra en cada religión y adaptarlo a nuestro entorno y expectativas. Una mezcla que al final puede llevar a una espiritualidad artificialmente construida que depende del gusto del consumidor. “Algo ilusorio… una religión sin religión” (Pablo D,Ors)
Frente a este “consumismo religioso” apuesto por asumir el pack completo del evangelio, de tal manera que el seguimiento y la fe en Jesús no sea un producto de temporada, como la sandía en verano. Creo que se trata de tomar decisiones y definir de forma clara en qué lado estamos. No podemos vivir bajo el paraguas de la apetencia ante la exigencia de las propuestas evangélicas.
«¿También vosotros queréis marcharos?» esta puede ser la pregunta que nos hace el Maestro, que surge de la reflexión de este día y que debemos contestar sin la posibilidad de optar por votar en blanco ni por la neutralidad. Date tiempo, no respondas lo primero que te venga a la mente. Examina la acción de Dios en ti a lo largo de tu historia personal. Descubre como Él te ha guiado de su mano, te ha sentado en sus rodillas, te ha sanado tus heridas, te ha protegido en tu camino y te ha enviado a su Hijo para que tengas vida verdadera.
Recuerda que, si eliges como respuesta: “servir al Señor”, comprometes toda tu vida, ya que afrontas tu estilo de vivir y de estar en el mundo desde la entrega apasionada. Sin medias tintas, conmigo o sin mí
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