miércoles, 4 de agosto de 2021

CUIDADOS EN EL CANSANCIO

Ni Dios, ni los ángeles, tienen sexo, así que no perdamos el tiempo en discusiones inútiles. No es masculino ni femenino; Dios es, actúa y aglutina en sí todas las características de un padre y de una madre. Tradicionalmente se ha comparado a Dios con la figura humana de un padre, pero no por ello excluyo que sea madre. Puedo decir que Dios es madre-padre que, ante nuestra vida y en nuestra historia personal, Él-Ella camina con nosotros atendiendo los cansancios, agobios, desánimos… que se producen en el día a día, cuidándonos con su ternura y ofreciéndonos aquello que necesitamos para ir creciendo como hijos e hijas.

Al meditar las lecturas que son proclamadas este domingo 19 del Tiempo Ordinario (ciclo b) me encuentro con un Dios que actúa en medio de su pueblo con gran sensibilidad, paciencia y amor entrañable. Este actuar de Dios se concreta en la persona del profeta Elías que nos representa perfectamente a nosotros en situaciones límites y en el auditorio judío, murmurador y criticón, a quienes Jesús intenta pacientemente mostrar el rostro de Dios que cuida los cansancios del ser humano proporcionándole el alimento necesario para que tengan vida. 

En la primera lectura (1 Reyes 19,4-8) se nos presenta al profeta Elías, vencido por el miedo y la depresión. Cansado se desea la muerte. Se sienta y se duerme… es la imagen, entrañable y conmovedora, del ser humano cuando se llegan a tocar los límites de la existencia. No menos conmovedores son los cuidados de Dios hacia el profeta, brindándole comida y aliento para que camine con fuerza en busca del monte Horeb, el monte de Dios.

El evangelio (Juan 6,41-51) es continuación del proclamado la semana pasada. La auto-presentación de Jesús como “Pan vivo bajado del Cielo” no pasa desapercibida para los judíos, quienes justifican su incredulidad aludiendo a que conocen el origen humano de Jesús: « ¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?» El Maestro volverá a insistir en la exigencia de la fe para reconocerle como el alimento que otorga “Vida Eterna”, frente al “maná”, alimento del pueblo en el desierto, que no colmaba la sed y el hambre del corazón.

Frente a las diversas ofertas de alimento que nos proporciona el mundo y que aparentemente nos satisfacen, pero nos esclavizan… el discípulo encuentra en Jesús, un alimento distinto que nutre verdaderamente lo profundo del corazón, que libera y da auténtica vida. Existen alimentos como pueden ser el dinero, el éxito, el poder, la vanidad, el orgullo... que quien los come sigue teniendo hambre, engordan pero no sanan y, como los judíos en el desierto que comían el maná, mueren. En oposición a ellos, Jesús es para el hombre “pan vivo bajado del cielo”, alimento nuevo que nutre y sacia, que da vida verdadera, de tal manera que el que lo come no muere, sino que «vivirá para siempre»

Reflexión: El poder que tiene Dios es el de dar vida. El mayor de los atractivos de Jesús es su capacidad de otorgar una vida diferente y de calidad. La opción que propone el evangelista es acercarse a Jesús y descubrir en Él una fuente de vida nueva de la que podemos alimentarnos. Y para ello, debemos ir a lo más hondo de nosotros mismos, abrirnos a Dios y «escuchar lo que nos dice el Padre». Nadie puede sentir verdadera atracción por Jesús, «si no lo atrae el Padre que lo ha enviado».

Cierto que “creer o ir a Él” es gracia de Dios, pero al mismo tiempo es quehacer del ser humano. Si en nuestras comunidades cristianas, no nos alimentamos del contacto con Jesús, seguiremos ignorando lo más esencial y decisivo del cristianismo. Por eso, nada hay más urgente, ni nada más prioritario que cuidar bien nuestra relación con Jesús, incluso te diría: mimarla.

Si te sientes atraído por ese Dios padre-madre, que se hace humano, cercano y cordial, podrás vivir con un aliento nuevo de vida, porque te estimulará para ir cada día más lejos, emprenderás nuevos caminos, te sacará de lo establecido, te lanzará a tiempos presentes, crecerás en creatividad y cooperarás para engendrar y alimentar la fe en el corazón de los hombres y mujeres de hoy.

Seguro que no hay una fórmula mágica, pero te propongo «Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó» (2ª lectura) Es el tiempo de ser madre-padre y de ir creciendo e imitando a este Dios que nos proponen las Escrituras. Al igual que Dios cuida nuestros cansancios, cuidemos con amor entrañable a quienes en el camino de la vida caminan con nosotros. Ofrece tu hombro para liberar al ser humano de sus pesos y encamina al hombre y la mujer de hoy hacia el rostro de Dios que nos ofrece, como padre-madre que cuida nuestros cansancios, «al pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

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