No sé bien que pensarás, pero en un una sociedad y mundo que está presidido por el individualismo, el mirar para otro lado ante las situaciones de dolor del “otro” se convierte en lo normal. Esa actitud que denominamos empatía, con la que tanto se nos llena la boca últimamente, carece de valor cuando el centro del universo es nuestro ombligo. Y lo que más me gusta es la cantidad de excusas y justificaciones que somos capaces de extraer de la nada para dar razones de vivir pasando olímpicamente de todo lo que no sea “yo”. Algunas de estas razones tienen verdadero mérito por el simple hecho de ser pensadas e incluso hasta parecen convincentes cuando las escuchas. Seguro que han sido elaboradas concienzudamente para serenar nuestra conciencia pasota.
En las lecturas que son proclamadas este domingo 15 del tiempo Ordinario (ciclo c)
nos encontramos frente a frente con un Dios que ni excusa, ni justifica, la indiferencia, como comportamiento
válido, ante el dolor del prójimo.
Ya desde los primeros capítulos de la Biblia el pasotismo ante el “otro” es denunciado por Dios cuando señala a Caín que la sangre derramada de su hermano Abel clama desde el suelo. El mismo Jesús habla de complicidad de la situación de aquel hombre despojado, medio muerto y tirado al borde del camino en las actitudes de abandonar al herido, mirar para otro lado, pasar de largo y seguir el camino…
Por ello, una vez más te invito a sentir que la Palabra de Dios está viva, es eficaz y está en continua y permanente actualización. Te invito a que no leas los textos bíblicos como palabras del pasado que hoy no te pueden aportar nada, sino más bien como Palabra de Dios que conecta directamente contigo y que te da respuestas a posibles interrogantes que te hayas planteado sobre: qué tienes que hacer, cómo debes de vivir, a quién debes atender o, por qué debes hacerlo…
El evangelio. “Parábola del buen samaritano” (Lucas 10, 25-37) nos presenta dos preguntas de un maestro de la ley. La primera de ella «¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» es respondida por el mismo maestro que pregunta combinando textos del Antiguo Testamento (Deuteronomio 6,4 y Levítico 18,19) Pero queriendo pasar por hombre justo plantea una segunda pregunta «¿Y quién es mi prójimo?»
La cuestión sobre quién es “prójimo” para un judío tenía una respuesta clara en la ley: todo aquel miembro del pueblo de Dios. Sin embargo Jesús en esta parábola muestra que es verdadero prójimo todo aquel que se aproxima a los demás con amor, aunque sea extranjero.
De este modo la pregunta primera se invierte
y se transforma en “¿cómo puedo ser yo el prójimo del necesitado? No podemos
olvidar que los expertos en la ley, levitas y sacerdotes, huyeron, actuaron con
indiferencia y pasaron de largo. Sus conocimientos no les sirvieron para
responder a la necesidad concreta que se les presentaba, su corazón no estaba
convertido al Dios de la ternura y de la misericordia y además pusieron
tristemente distancia frente a la realidad.
La parábola nos descubre que el que tiene el secreto de la vida eterna es, paradójicamente, un samaritano que detuvo su paso, se ocupó del herido, regaló cercanía, ofreció curación con sus propias manos e invirtió dinero de su bolsillo… Fue capaz de dejar todo a un lado ante el herido y sin conocerlo le consideró digno de dedicarle su tiempo… No tiene los conocimientos de los hombres expertos en la ley pero si tiene un corazón compasivo que sabe expresarse a través de un amor eficaz.
Reflexión: En el gesto del samaritano la Iglesia de todos los tiempos reconoce un aspecto fundamental de su misión: levantar a todos los hombres y mujeres caídos en los caminos de la vida. Por ello la misericordia, que para el evangelista Lucas es una de las características de Dios, es igualmente una explicación de la actitud de Jesús ante los pobres y pecadores.
¿Con quién te identificas? Es una pregunta cruda, directa y determinante. Ante esta pregunta caen nuestras máscaras, etiquetas o disfraces. ¿Te haces cargo del dolor o pasas de largo? ¿Te inclinas ante el caído o distraes tu mirada y aceleras el paso? ¿Actúas con compasión sólo con quien conoces o te sientes prójimo (hermano) del otro, sea quien sea, aunque no comparta contigo nacionalidad, cultura, religión…?
Amig@ es la hora de la verdad y de la esperanza. Nuestro desafío es cargar sobre nuestros hombros el dolor del prójimo. Y en esta labor el miedo y la indiferencia no tienen cabida porque el compromiso ha ocupado su lugar. No hay nada más bello que reconocer el rostro de la ternura de Dios en el hermano… es la hora de actuar y el reto lo encuentras en la conclusión del evangelio: «Anda y haz tú lo mismo»
La Palabra de este domingo conecta directamente con el lema de la campaña 2022 de Manos Unidas: NUESTRA INDIFERENCIA LOS CONDENA AL OLVIDO.
ResponderEliminar¿Cuál es la realidad que MANOS UNIDAS denuncia? Que hay prácticamente 1000 millones de personas que mueren de hambre, que no tienen los mínimos derechos humanos y que están condenados al olvido. (Presa fácil del egoísmo y de la indiferencia)
MANOS UNIDAS trabaja en esperanza y con compromiso Sin esperar agradecimientos, ni palmaditas en la espalda, ni aplausos del mundo… los voluntarios y socios de MANOS UNIDAS (desde el nosotros que es más fuerte que el yo) cuidan de la fragilidad del hombre y de la mujer de hoy desde una actitud de proximidad, de fraternidad. Agradezco a Manos Unidas, particularmente en Guadalajara, toda su labor