jueves, 27 de junio de 2024

“IR… NO ES PA UNA TONTERIA”

 

 Domingo XIII  del Tiempo Ordinario

Aunque hay seres humanos de “todo cornaje y pelaje”, me imagino que no habrá ninguno que, ante una dolencia física, acuda al médico con ninguna esperanza de que sea curado. Pienso, que nos acercamos ante un profesional de la salud con la confianza y la fe necesaria para ser sanados, gracias a sus estudios y a su experiencia. Entre otras muchas cosas, sería del género absurdo sacar cita en el ambulatorio en el que estás inscrito y pensar que tu dolor no te lo va a curar, ni disminuir, ningún profesional. ¡Hijo… para ese viaje… ni te molestes!

La frase “si hay que ir se va, pero ir pa ná es tontería” se puede aplicar a muchos ordenes de la vida. Tras estas palabras se esconde una auténtica realidad que, a mi modo de pensar, tiene más que ver con tus convicciones que con tus intenciones. Si estás totalmente convencido de la inutilidad de una acción, no te escudes en nada y directamente no lo hagas. Pero si albergas una mínima esperanza lánzate a ver qué pasa. Puede que Merezca la pena.

En este domingo XIII del Tiempo Ordinario (Ciclo b) por medio de dos milagros, realizados por Jesús, se nos invita a vivir la fe del discipulado en medio de las dificultades del seguimiento del Maestro. Es una catequesis sobre las maravillas que el Señor puede realizar en el hombre y la mujer de hoy, gracias a la fe.

Una fe sencilla pero firme como la de aquella persona que toca a escondidas el manto del Señor, y una fe probada como la de Jairo que está en clara oposición a la falta de fe de los discípulos que, el domingo pasado, se nos mostraba en el lago, en una tempestad.

El evangelio (Marcos 5,21-43) sitúa a Jesús y a sus discípulos de vuelta de la tierra de los “gerasenos”, los cuales le rogaron e  invitaron cortésmente a que les dejara tranquilos y se marchara. No querían complicaciones y prefirieron su ausencia a su incomoda presencia. Por ello “Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla” donde había caído ya la semilla de su palabra y se “le reunió mucha gente a su alrededor”

Contrasta con la actitud de los “gerasenos” la fe de Jairo“un jefe de la sinagoga” que al ver a Jesús se “echó a sus pies” y le rogaba que fuera a su casa e impusiera las manos sobre su niña, que estaba muy enferma, “para que se cure y viva”. E, igualmente, una mujer anónima que “padecía flujos de sangre desde hacía doce años” quien había oído hablar de Jesús y pensó que con “sólo tocarle el vestido, curaría”

Los dos milagros tienden hacia un mismo objetivo: por un lado revelar el poder de Jesús que sana, libera y salva. Y, por otro lado,  instruir a sus discípulos sobre el poder de la fe. Jesús es presentado, por el evangelista, como el único médico capaz de otorgar al ser humano su genuina dignidad, la paz y la Vida Verdadera.

La acción de Jesús queda refrendada por sus palabras: “Hija tu fe te ha curado, vete en paz y queda libre de tormento” y “No temas, ten fe y basta” Estas dos frase dichas a la mujer que tocó el manto y a Jairo (el padre de la niña enferma), ponen de manifiesto la importancia de la fe para experimentar la vida nueva que surge del Reino de Dios. La fe está en el centro de estos dos relatos. La fe en el poder de Jesús para devolver vida donde hay muerte, salud donde hay enfermedad. Es la fuerza de la fe en el Maestro la que realiza el maravilloso intercambio de que la mujer anónima, que tocó el manto de Jesús, se vaya en paz sanada y que la hija de Jairo, el jefe de la sinagoga, se ponga en pie, eche a andar y coma.

Reflexión: Se nos presentan dos modelos de vivir la fe en la dificultad. Tanto Jairo como la hemorroisa no tienen una vida fácil. La enfermedad grave de una hija, que fallece en el transcurso de la narración, y la enfermedad de la mujer que además es legalmente marginada por impura, según las leyes del Levítico 15,19-30… hacen de ambos, unas personas heridas en lo más profundo de su ser. Te invito a que te sitúes en el lugar de Jairo y de esta mujer, a que examines tu vida, tus heridas, tus dificultades… y desde aquí contemples tu actitud de discípulo, tu confianza y tu fe.

Estas ante dos modelos sencillos para ti y para quien desee acercarse a Jesús, sea cual sea la situación en la que se encuentre. Los caminos de la fe son diversos en unos y en otros, también lo es el grado de adhesión y la relación con Jesús. Pero la fe exige el encuentro y diálogo personal con aquel que sabemos que tiene el poder de curar, sanar y dar vida.

Aunque todos te digan: “Tu hija se ha muerto, ¿para qué molestar al Maestro?” Tú, déjate llevar por tu convicción y fe, aquella que te dice que Jesús es capaz de comunicar vida aunque te encuentres en situación de muerte. Si tú esperanza y fe está puesta en el Señor, no me seas José Mota, porque en este caso ir, no es pa una tontería, sino para obtener vida verdadera y salud del corazón.

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