viernes, 14 de junio de 2024

NO ES CUESTIÓN DE ECHAR HORAS DE GYM

 

Domingo XI  del Tiempo Ordinario

Hoy, en este mundo en el que nos ha tocado vivir, casi todo nos está invitando a mirar nuestra existencia con los ojos del signo de la actividad y el rendimiento. Parece que, en la sociedad moderna, hay una convicción de que lo único verdaderamente importante, y que da sentido y plenitud a nuestra vida, es trabajar y sacar todo el rendimiento y utilidad a lo que realizamos. Es como si se nos gritara al oído constantemente “tanto haces, tanto vales”.

Este estilo de vida conlleva el peligro de ahogarnos en el activismo, supervalorando nuestro poder y obrar, hasta el punto de creernos imprescindibles, pues en el fondo pensamos que somos nosotros los que tenemos que hacer todo. Y cuando descubrimos nuestra propia incapacidad y quedamos aplastados por una tarea o un trabajo que nos desborda, nos quedamos hundidos en el mayor de los pesimismos.

Por ello amig@, la vida no se reduce a actividad y trabajo. Es un misterio más profundo. Está impregnada de gracia, regalo, don, gratuidad…

La Palabra de Dios en este domingo XI del Tiempo Ordinario (ciclo b) nos habla de no poner el sentido de nuestra vida en la actividad, en el trabajo, en el rendimiento… porque corremos el riesgo de sentirnos inútiles y fracasados en el momento en el que nuestros esfuerzos no se vean coronados por el éxito. Los caminos de Dios, que nos desvela la Palabra, son, en ocasiones, muy contrarios a los caminos de los humanos. Paradójicamente, se nos habla de un Reino que no es sólo y exclusivamente fruto del trabajo propio, sino resultado de la fuerza interior de la propia semilla del Reino; un Reino que nos habla de paciencia y esperanza, porque se resalta la pequeñez inicial frente al resultado de grandeza final.

El evangelio (Marcos 4, 26-34) nos ofrece, por medio de dos parábolas, un estilo de vida nuevo y una concepción nueva del Reino de Dios. Por un lado, la semilla que crece por sí sola, sin que el labrador le proporcione, con su trabajo, la fuerza para germinar y crecer, es una parábola que nos recuerda que en la semilla hay una firmeza interior y vital que no es fruto de nuestro esfuerzo (“… sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto)

Por otro lado, la parábola del grano de mostaza, hace recaer el acento en la grandeza de la acción de Dios que hace de lo pequeño y débil algo grandioso. (“Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”)

Estas dos parábolas no pretenden enseñarnos que el Reino de Dios vendrá en el futuro o que los fracasos de hoy se convertirán en triunfos de mañana. Tratan, más bien, de hacernos comprender el significado del tiempo presente; nos enseñan a tomarnos en serio las ocasiones que tenemos, aquí y ahora, por pequeñas y humildes que sean, para sentir la presencia de Dios en nuestra historia y en nuestro mundo.

Los discípulos de Jesús no podemos tener una visión superficial de los acontecimientos, porque esa superficialidad nos llevaría a la desesperanza. Creo que sólo el que comprende su vida desde la paciencia y esperanza podrá comprender los caminos de Dios, incluso en aquellos acontecimientos más oscuros y difíciles de su historia.

Reflexión: Ya he perdido la cuenta de las veces que os he repetido que el evangelio no fue escrito para los cristianos de hace 2.000 años, sino para los cristianos de todos los tiempos. Las dos parábolas, presentadas en la liturgia en este domingo, tienen fuerza y vigencia en las comunidades de fe actuales.

El Reino rompe nuestros esquemas, es don y no depende exclusivamente de nuestro trabajo y de nuestro esfuerzo. Tiene más de “dejar hacer y dejarse hacer” que de “tanto haces, tanto vales”. Tiene más de “gozo agradecido y de admiración”  que de “cálculos matemáticos”. Tiene más de “humildad y de sembrar pequeñas semillas” que de “grandezas y majestuosidades” Tiene más de “presente” que de “futuro”

Amig@s, el Reino de Dios es algo muy humilde y modesto en sus orígenes. Algo que puede pasar tan desapercibido como un grano de mostaza. Pero es algo que está llamado a crecer y fructificar de manera insospechada. Quizá necesitamos todos aprender de nuevo a valorar las cosas pequeñas, lo cotidiano, lo aparentemente insignificante, los gentos sencillos… Probablemente no estamos llamados a ser héroes ni mártires cada día, pero a todos se nos invita a vivir poniendo un poco de felicidad en cada rincón de nuestro pequeño mundo diario, nuestro “mini-mundo”

El Reino no crece porque eches horas  en el “gym” sino porque dejes a Dios trabajar en ti.

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