Solemnidad de San Pedro y San Pablo
Si te detienes un minuto a pensar en qué momento tomaste una determinación que ha marcado tu vida, te darás cuenta que ese instante ha sido clave y decisivo para que tu paso por este mundo tomara una dirección concreta. Podemos decir que nuestra vida se compone de momentos fundamentales, esenciales e importantes que marcan, para bien o para mal, nuestra andadura. Es más, en algunas ocasiones, pienso que cada jornada está plagada de momentos clave que son retos y oportunidades para capturar y preservar los recuerdos y emociones del día para revivirlos o compartirlos con otros.
Todo puede ser clave en tu historia, desde el día que te decides por unos estudios concretos a realizar, hasta la decisión de tu estado civil, sin olvidar los diversos acontecimientos que vives en tu entorno, que, aunque no los generes tú directamente forman también parte de ti. ¡Que se lo digan a aquellos que tienen un niet@!
El evangelio de la solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo (ciclo c) nos regala un momento clave de la vida de Jesús. Parece que el Maestro tuvo unos comienzos brillantes y que fueron muchos los que le siguieron. Pero después de ese triunfo inicial tuvo que afrontar el rechazo de los jefes religiosos, la incomprensión de parte del pueblo y el abandono de algunos discípulos. Es decir, cuando el fracaso aparente de su ministerio llamaba a su puerta, realiza una doble pregunta, que no es un juego literario sino una cuestión vital.
En el evangelio (Mateo
16,13-20) encontramos la doble pregunta: «¿Quién dice la gente que es el
Hijo del hombre?» «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Jesús necesita
saber qué es lo que piensan los de fuera y los de dentro para ver si su camino
realizado hasta ahora es el acertado y acerca el Reino de Dios a los hombres y
mujeres.
La doble pregunta hace que aparezca con claridad la diferencia entre la opinión de la gente y la de sus discípulos. Pedro, en nombre de estos últimos, reconoce que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Dos títulos que resumen la fe de la comunidad de Mateo, ya presentado al inicio de su evangelio Mt 1,1-4.6
El Señor, responde a Pedro con palabras de felicitación y haciéndole un encargo muy especial de cara a la Iglesia: «¡Dichoso tú, Simón, ¡hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará» Jesús declara a Pedro “dichoso”, no por sus méritos, sino porque el Padre le ha revelado el misterio para reconocerle como Mesías e Hijo de Dios. Le confía la misión de ser “roca” firme sobre la que asentará la Iglesia para que no sucumba ante las dificultades.
Con el fin de cumplir esta misión, Jesús le entrega las “llaves del Reino” y le confiere el poder de “atar y desatar”. La entrega de las llaves equivale al nombramiento de mayordomo como aparece en textos del Antiguo Testamento (Isaías 22,19-22) Por otro lado, atar y desatar designaba entre los judíos de la época, la potestad de interpretar la ley de Moisés con autoridad y adaptarla a las nuevas necesidades y situaciones que pudieran surgir.
Reflexión: La pregunta decisiva de Jesús «¿quién decís que soy yo?» sigue interpelándonos a nosotros creyentes y a todos los que se acercan al evangelio. Y, desgraciadamente, no todos tenemos la misma imagen de Jesús. Es cierto que su personalidad es inagotable, pero la mayoría de las veces nuestras diferentes imágenes de Jesús provienen de nuestros propios intereses mezclados con la puñetera ideología que tanto daño está haciendo en el seno de nuestras comunidades e Iglesia.
La imagen que tengas de Jesús va a condicionar la imagen de Dios, de la fe y de tu vida. Estás viviendo un momento clave en el seguimiento del Maestro, si no lo has vivido ya, en el que tienes que responder a esta pregunta que va a dar significación a tu vida de discípulo. Te invito a que entiendas y experimentes tu fe como una experiencia viva de lo que es encontrarte personalmente con el Señor. Quien ignora quién es Jesús está condenado a no descubrirlo jamás.
Es hora de cambiar el “Chip mental” y empezar no a interrogar a Dios, friéndole a preguntas, como si le sometieras a un examen continuo donde te ofrezca explicaciones convincentes y justificaciones de su actuar. El evangelio de hoy te recuerda qué es Él quien te plantea las preguntas. Por eso, para crecer en la fe y en el seguimiento lo importante es saber escuchar lo que Dios te ha revelado interiormente. Haz de esta escucha un momento clave, un don, un regalo. ¡Cuánta necesidad tienes de entrar, un instante, en ti mismo, para hacer de ese pequeño tiempo un momentazo divino de la muerte!
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