domingo, 6 de diciembre de 2020

EL SI DE MARIA ES ESPERANZA DE ADVIENTO


En el tiempo del Adviento, la fiesta de este 8 de diciembre, la Concepción Inmaculada de María, nos alienta en el camino de la esperanza. Somos conscientes de nuestros errores, faltas y pecados. A pesar de ellos, Dios ha querido ofrecer a la humanidad un horizonte de salvación y de misericordia, de gracia y de belleza. Esta fiesta de María nos lleva a celebrar esta nueva creación. Nuestra oración de hoy brota de una íntima alegría. La de saber que lo que perdió EVA, “la madre de todos los que viven”, ha sido felizmente recuperado gracias al SI de María en el encuentro con el que el ángel Gabriel.

Se proclama el relato evangélico de la Anunciación. En él escuchamos las palabras que dirige el ángel del Señor a María: “No tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios”. Ese saludo convierte a María en imagen de todo el género humano. Con él se inicia el gran Adviento de la historia humana. Con él renace la esperanza.

María refleja fielmente la misericordia de Dios y sabe traducirla en fidelidad. Fue una persona fiel, en todo, al proyecto de Dios. La salvación ofrecida por Dios a la humanidad es un don gratuito, pero encontró en Ella una respuesta libre y generosa.

La humanidad no tiene nada que temer de la divinidad. Dios no es un enemigo de la libertad humana. Dios nos ofrece su amable cercanía. Como dijo Benedicto XVI, “el hombre que se dirige hacia Dios no se hace más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con Él se hace grande, se hace divino, llega a ser verdaderamente Él mismo”.

ü Con María celebramos y contemplamos la decisión de Dios de ofrecer a la humanidad un rayo de esperanza. Demos gracias por el don de la salvación. No te dejes vencer por el pesimismo.

ü Tratemos de descubrir los signos de esperanza que se encuentran en nosotros mismos, en los “otros” y en toda la sociedad.

ü Fortalezcamos nuestra fe para que supere todas las barreras de temor que nos impiden aceptar el don de la gracia que Dios nos ofrece cada día. 

ü Hagamos de nuestro interior una digna morada para el hijo de Dios a imitación del corazón de María 

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