jueves, 3 de diciembre de 2020

SOMOS LOS TELONEROS

 

Cuando acudes a un espectáculo musical, por ejemplo a un concierto, en algunas ocasiones, actúa antes del grupo principal o del cantante que hayas ido a disfrutar, un grupo o cantante al que se le conoce como “telonero”. La actuación del artista telonero tiene como propósito preparar a la audiencia que se está congregando para que sea más receptiva al artista principal. Por lo general la actuación del telonero no supera los 50 minutos, ya que su misión es calentar y animar el ambiente, no suplantar a los artistas principales.

Ser teloneros es la propuesta de la reflexión de las lecturas de este domingo 2º de Adviento (ciclo b)… Debemos destacar en la misión de ser teloneros de Jesús. Invitar y animar, a quienes están en tu entorno, al seguimiento de la persona del Maestro y realizarlo con tu estilo de vivir y actuar en el mundo. Sin suplantar nunca al artista principal (Cristo). Si quieres te lo expreso con palabras más “en modo cristiano”: estás invitado a ser “profeta” desde el día de tu bautismo en el que entraste a formar parte del pueblo de Dios y fuiste crismado para siempre como miembro de Cristo, sacerdote, profeta y rey.

La primera lectura de Isaías (40,1-5.9-11) nos presenta al pueblo en una situación de angustia y culpa, de pobreza extrema y en el exilio. Frente a esta situación aparece la figura del profeta que lanza un mensaje de consolación. La misión del profeta no es consolar, porque ésta es la misión de Dios, sino que su misión es comunicar al pueblo que la consolación del Señor está próxima y que por ello hay que preparar el camino para su llegada. Es decir el profeta invita a que el pueblo se comporte de tal manera que permita al Señor acercarse nuevamente a él. Con otras palabras, preparar el espíritu para recibir al Señor.

Este mensaje no es solamente para los habitantes de Jerusalén sino para todas las ciudades de Judá que han participado del mismo sufrimiento. Hoy también es mensaje para ti y para mí: preparemos nuestro interior para recibir al Señor que llega a consolarnos.

En el evangelio (Marcos 1,1-8) nos encontramos con Juan Bautista, último profeta, que tiene la misión de la preparación de una nueva era, la MESIANICA. Y, como buen telonero y precursor del Mesías, aparece para desaparecer de inmediato, actúa en referencia a otro y en función de otro: JESÚS.

Juan predica una llamada a la conversión en el desierto, lugar donde el pueblo se había puesto a prueba. Su estilo de vida y su modo de vestir, además de reflejar austeridad y renuncia, recuerda al profeta Elías (ver 2Reyes 1,8) que es tenido como el mayor profeta de Israel, aquel que debía volver en los albores de la era mesiánica.

Juan es “Elías de los últimos tiempos” que anuncia la llegada del Señor Jesús como Mesías esperado, que viene con fuerza y bautiza con el don del Espíritu.

Reflexión: La gran y alegre noticia a la que estás llamado es: comunicar, ser la voz, de la llegada-presencia de Jesús en el mundo como Mesías e Hijo de Dios, que trae la sanación y salvación del ser humano. No eres el Mesías sino la voz que anuncia al Mesías. Tu misión, mi misión y la misión de todo creyente es semejante a la de Isaías y la del Bautista: “preparad el camino al Señor, allanad sus senderos”

No preparamos un camino físico sino interior y espiritual. Invitamos a la preparación del corazón para recibir al Señor; para ello es necesaria la actitud de escucha, de búsqueda y de no instalarnos en la comodidad. Es necesario un cambio, una conversión que sea capaz de  transformarnos.

Seamos “teloneros” como lo fue Juan Bautista. No seamos ingenuos el cambio de la mentalidad vieja por la nueva, de quien espera al Señor que viene, no es tan fácil. Seamos conscientes que anunciamos algo grande, porque no nos anunciamos a nosotros mismos sino al Señor, que será capaz de transformarnos.

Seamos también sinceros. No somos los dueños del mensaje, no somos el Mesías, incluso ni somos quien para desatarle las sandalias (ver nota) Somos responsables de preparar el camino, pero no somos el camino.

1 comentario:

  1. NOTA: Llevar sandalias sobre un terreno era símbolo de propiedad. Sólo el dueño podía llevarla, y no los esclavos. Cuando alguien quería ceder su derecho de compra o herencia sobre un terreno a otra persona, se quitaba la sandalia y se la entregaba (ver Rut 4,7-8). Aquí Juan está diciendo que Dios no le cede este derecho de propiedad sobre el pueblo. El pueblo de Israel pertenece sólo a Dios, y por eso mismo Él vendrá a liberarlo como tantas otras veces ya ha hecho.

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