jueves, 3 de junio de 2021

MATRIMONIO DE DIOS CON EL HOMBRE

 

En la historia de la salvación, Dios sale al encuentro del hombre y está presente en medio del pueblo. Reafirma su predilección por el ser humano realizando pactos y alianzas que no son simples contratos entre partes al estilo de las sociedades anónimas y limitadas, sino más bien alianza matrimonial, ya que el objetivo de estos pactos es la creación de una “comunidad de vida y amor”, a la vez que el crecimiento en la fidelidad. Y esto, que afirmo a nivel comunitario, lo mantengo también a nivel personal e individual. Es decir, no sólo el Dios de la misericordia y del perdón se une en matrimonio con el pueblo o con la comunidad, sino que lo hace en tú historia personal, contigo- conmigo.

Celebrar la festividad del Corpus Christi es vivenciar diversas alianzas realizadas entre Dios y su pueblo a lo largo de su historia.

La primera lectura (Éxodo 24, 3-8) recuerda una de aquellas alianzas. Parecía que iba a ser la única y definitiva, ya que el compromiso del pueblo parece ser firme e incuestionable: «Haremos todo lo que dice el Señor.» Pero pronto se toman otros caminos debido a la infidelidad del pueblo. Y las alianzas se suceden una tras otras. Se hace necesaria una alianza nueva, definitiva, sin debilidades y cargada de fortaleza.

En esta alianza del Éxodo, la sangre derramada sobre el altar, que representa a Dios, y sobre las doce estelas, que representan al pueblo, simboliza la comunión de vida del pueblo con el Señor. El hombre reconoce a Dios cercano que le dio la libertad y le invita a ser su colaborador. A su vez el pueblo acepta el compromiso que se le ofrece. Moisés sella la alianza, tomando la sangre símbolo de vida y proclamando «Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.»

El evangelio (Marcos 14,12-16.22-26) nos presenta, en una primera parte (versículos 12-16) a los discípulos que realizan las instrucciones dadas por el Maestro. Se advierte una atmosfera de extraña calma que contribuye a presentar a Jesús como el señor de los acontecimientos. No son los acontecimientos los que salen a su encuentro y le dominan sino que es Él quien se acerca a ellos.

En los versículos siguientes (22-26) se nos narra la institución de la Eucaristía. Los gestos y palabras de Jesús anticipan la muerte del Señor y representan el culmen de su vida: la donación en favor de todos los hombres. Estos versículos explican el misterio de la encarnación y son la clave para entender toda la historia de la salvación y sus alianzas.

Reflexión: En el Pan y Vino de la celebración de la Eucaristía está la presencia de una vida entregada, que nos obliga a los cristianos creyentes a la donación de la propia vida en favor de los demás y de forma especial de los más desfavorecidos; por ello se celebra al día de la caridad en este domingo del Corpus. No sólo creemos en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, sino que esta fe nos obliga a tomar parte en el mismo destino de Jesús.

Cristo es el mediador entre Dios y los hombres, es el único sacerdote de la Nueva Alianza, y así lo recordamos en cada celebración eucarística y así lo hemos escuchado en las palabras del evangelista Marcos. Pero no olvidemos que Jesús invita a sus discípulos a preparar la sala. Ellos se ponen a disposición del Maestro y participan en la Cena no sólo de la presencia de Jesús sino también de su misión y destino.

Se nos invita a vivir este día del Corpus Christi con una opción clara: comprometernos a seguir la obra de Jesús y a tener la disposición de servirle a Él y a los hermanos.

Caritas, en este año 2021, bajo el lema “Seamos más pueblo” nos pide que esta opción de compromiso lo hagamos desde la esperanza como valor como valor imprescindible a comunicar para poder construir una nueva normalidad más justa y equitativa para todas las personas.

Desde la proximidad que pone en valor unas relaciones de cercanía, de vecindad, de cuidado mutuo, unas relaciones que nos hacen prójimos de las demás personas, y nos lleva a ser Iglesia-Pueblo de Dios en salida con generosidad y solidaridad hacia los demás.

Desde la fraternidad como valor que sostiene una comunidad de personas que tras la crisis está más rota, fragmentada y frágil, y que necesita ser reconstruida desde la interdependencia y la vinculación, desde la gratuidad y el amor-caridad, con conciencia de ciudadanía global que tiende manos y vínculos y teje redes cercanas y cotidianas.

La Nueva Alianza Matrimonial entre Dios y el ser humano, sellada con la sangre de Jesús, crea comunión entre Dios y nosotros; y nos empareja a un destino común: “Bebed todos porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados” (Mateo 26,28)

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