domingo, 9 de enero de 2022

UNA LUZ QUE COMPARTIR ... JORNADA DE INFANCIA MISIONERA 2022

 

Subir a Jerusalén con Jesús es descubrir, junto con el Señor, que tenemos una tarea, una misión; que hemos de ocuparnos de las cosas de nuestro Padre Dios (cf. Lc 2,49). Tarea para la que nos ha pensado, para la que nos ha creado con un profundo amor, para la que nos ha regalado los talentos que necesitamos; y tarea a la que Él nos va a enviar. Y nos envía como misioneros a llenar este mundo de la esperanza y de la alegría del Evangelio.

Oímos con frecuencia que nuestro mundo necesita de misioneros. También se dice, con toda lógica, que los niños son los verdaderos misioneros entre los niños, como los jóvenes lo son entre los jóvenes. Las dos cosas son absolutamente ciertas. Por eso, debemos tomarnos muy en serio ayudar a los niños a ser conscientes de que su vida es muy importante a los ojos de Dios. Son apóstoles, son misioneros, son evangelizadores entre los suyos, con sus amigos y compañeros, con sus vecinos y amigos, ¡también con sus padres, hermanos y resto de la familia! Enseñarles que su vida es misión es abrirles los ojos a que su vida es una verdadera vocación, una verdadera llamada del Señor a ser sus amigos y, como amigos, portadores suyos.

Jesús sabe que tiene que cumplir con lo que su Padre ha pensado para Él, lo que le ha encomendado. Lo mismo, sin ningún “pero”, nos ocurre a cada uno de nosotros, tengamos la edad que tengamos. Con razón, el Santo Padre Francisco insiste tanto en que cada uno es misión. ¡Yo soy misión! Y de que cada uno de nosotros, y esos niños y jóvenes, vivamos nuestro “ser misión”, dependen muchas cosas grandes.

Evidentemente, la misión nuestra se concreta en el ambiente en que nos movemos, entre los nuestros, donde vivimos, trabajamos, estudiamos, nos divertimos. Ahí somos apóstoles. Pero sería contrario a nuestra condición de cristianos reducirlo tanto: un cristiano tiene el corazón universal. De él depende la Iglesia entera. Y de los niños, de nuestros niños, dependen también los niños de todos esos lugares, físicamente lejanos, pero muy cercanos por la fe, la esperanza y el amor. El amor de Dios abarca el mundo entero, y el niño cristiano debe ir aprendiendo también a amar y sentir como propio todo lo que viven los niños de los cinco continentes.

La Infancia Misionera ayuda a agrandar el corazón y la mente de los niños: a todos nos compete que los pequeños y los jóvenes de todos los rincones conozcan y amen al Señor. Y por ello ofrecemos oraciones, pequeños sacrificios, ¡una limosna!, que harán que nos sepamos responsables de la evangelización, no solo de nuestro alrededor, sino de toda la tierra. Como Teresa del Niño Jesús, el corazón de una persona que ama a Jesús, independientemente de la edad y la condición, abarca todo el mundo. ¡Ayudemos a que los niños se sientan misioneros en el mundo entero!

https://omp.es/infancia-misionera/

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