lunes, 8 de agosto de 2022

EL FUEGO DE JESÚS

 

Que importante es no tomar al pie de la letra las palabras de los textos bíblicos. Tras las expresiones literales se esconde una intencionalidad del escritor que el lector debe descubrir y aplicar a su propia vida. Si no fuera así tendríamos que decir del evangelio de hoy que Jesús se ha levantado enfadado y de mal humor porque desea prender fuego a la tierra y traer división y no paz al mundo.

Nos descolocan estas palabras del texto pronunciadas por Jesús porque siempre de sus labios hemos escuchado otras muy distintas.

Por ello deberemos descubrir, sin hacer grandes tratados teológicos, que clase de fuego, de bautismo y de división es el que trae y desea Jesús porque no puede ser destrucción y ausencia de paz, ya que no se entiende la Buena Noticia desde otras expresiones que no sean amor, paz, acogida, encuentro… como actitudes del discípulo.

En este domingo 20 del tiempo ordinario (ciclo c) vamos a poder descubrir que el seguimiento en fidelidad de las propuestas bíblicas tienen un componente de incomprensión en quienes nos rodean, porque en vez de tomar el camino que nos marca el mundo se opta por un proyecto nuevo, no siguiendo los parámetros de la sociedad sino aquellos que se extraen de la vida y misión de Jesús.

En la primera lectura (Jeremías 38,4-6.8-10) el profeta es acusado falsamente por los jefes del pueblo «Hay que condenar a muerte a ese Jeremías, pues está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y al resto de la gente. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia» Sin embargo un funcionario extranjero pide y obtiene la salvación de Jeremías. Judíos y extranjeros se comportan de distinto modo ante el profeta y sus palabras.

En esta escena es central y se subraya la carencia: el pueblo no tiene ánimo, el rey no tiene poder, en el aljibe no hay agua, en la ciudad falta el pan… un funcionario que no tiene libertad podría salvar al profeta, al rey y al pueblo. Mientras el pueblo cierra sus oídos los extranjeros escuchan

El evangelio (Lucas 12,49-53) la presencia de Jesús, sus palabras y las palabras posteriores de la primera Iglesia provocan división incluso dentro de la propia casa y familia. El encuentro con Jesús no nos puede dejar indiferentes sino que debe suscitar una respuesta de fe, y esta respuesta crea divisiones entre hombres y mujeres.

Lucas une en este texto las imágenes de fuego y bautismo con la división en la familia. ¿Qué relación puede haber? Si bien el fuego es un elemento de destrucción también puede ser de purificación y, en algunos casos, de la presencia del mismo Espíritu. El fuego es una fuerza positiva de transformación. El bautismo es una clara alusión a la muerte-entrega de Jesús ante la cual siente una angustia que no puede reprimir.

Podemos resumir las palabras de Jesús y hacerlas más cercanas diciendo que el Maestro ha traído una fuerza de transformación que lleva consigo, si es necesario, el conflicto y la división. Así veía  Jesús su misión, su vida en este mundo, su entrega y su muerte. Una fuerza transformadora que desencadena división interna y, en algunas ocasiones, externa. El proyecto del evangelio es el proyecto de la humanización basado en el amor y la libertad

Reflexión: La Palabra del Maestro, ayer como hoy, provoca una división entre quien la acoge y quien la rechaza. A veces también en nuestro corazón se enciende un contraste interior; esto sucede cuando advertimos la fascinación, la belleza y la verdad de las palabras de Jesús, pero al mismo tiempo las rechazamos porque nos cuestionan, nos ponen en dificultad y nos cuesta observarlas.

 La palabra de Jesús pueden curar las heridas de nuestro corazón. La palabra de Cristo es poderosa: no tiene el poder del mundo, sino el de Dios, ese poder es el del amor. Un amor que no conoce confines, un amor que nos hace amar a los demás antes que a nosotros mismos. Cuando entendemos que la esencia de nuestra fe se halla en el AMOR no pasajero ni fruto del sentimentalismo, es como fuego que lo consume, extiende y enciende todo con pasión que divide los corazones fríos y mezquinos que nada más piensan en mirar su ombligo.

Están, por tanto, muy lejos de ser sus palabras interpretadas con la literalidad. Hay que haber experimentado el fuego de su amor para entenderlas correctamente.

Tú y yo, busquemos amar hasta ser incomprendidos por los egoístas de nuestro mundo. Vivamos en estado de lucha interior del que cree en la fuerza del amor de un Dios que se entregó por puro amor. Renuncia a todo lo que te estorba para ser discípulo y opta por un estilo nuevo que de vida aunque no seas comprendido ni por cercanos ni por los lejanos.

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