martes, 23 de agosto de 2022

SENTADOS EN LA MISMA MESA

 

El acto de comer en común en las culturas antiguas tenía una importancia que hoy, en buena medida se ha perdido. La comida compartida era un acontecimiento de integración social, de manera que lo principal no eran los manjares del banquete en sí, sino la función integradora que ejercía esa comida. Sentarse a la misma mesa y compartir una comida era un acto donde se le invitaba al otro, sin palabras, a sentirse igual en dignidad, semejantes, sin categorías que diferencian y marcan distancias.

Desde aquí podemos comprender la importancia que tienen las comidas en los evangelios. Jesús se sienta en la misma mesa con toda clase de personas y cuida, con miles de detalles, cada comida que realiza para que se celebre ese banquete con el objetivo de cumplir la función integradora. En las comidas presididas por el Maestro no hay privilegiados y no se tolera las pretensiones de importancia y honor de unos frente a otros. Las desigualdades de cualquier orden no tienen sitio cuando nos sentamos en la misma mesa con Jesús.

En este domingo 22 del tiempo ordinario (ciclo c) descubro que se opone radicalmente al sentido del banquete de una misma mesa compartida la pretensión de creerse superior al otro. Por ello, resonará fuertemente en los textos la actitud de la HUMILDAD y la GENEROSIDAD frente al orgullo y la ocupación de puestos de honor para el que se cree ilustre. Los que se sienten selectos y consideran a algunos como plebeyos hoy recibirán una medicina que no podrán olvidar… otra cosa es que hagan uso del “jarabe” que Jesús les proporciona.

Buena prueba de lo expresado lo podemos encontrar en la primera lectura (Eclesiástico 3,17-18.20.28-29) donde se afirma que la actitud de humildad es más positiva, incluso, que los actos de realizar favores frutos de la generosidad: “Actúa con humildad en tus quehaceres, y te querrán más que al hombre generoso”. Igualmente se pide que cuanta mayor dignidad humana y social poseas mayor necesidad tienes de ser humilde ante el Señor.

Resuena, al leer este texto del Eclesiástico, aquellas palabras de Jesús en las que agradece al Padre que las cosas importantes se las haya revelado a la gente sencilla, a los pequeños o humildes y no a los sabios y entendidos de este mundo. «Muchos son los altivos e ilustres, pero Él revela sus secretos a los mansos»

El marco de una comida en el evangelio (Lucas 14,1.7-14) sirve de pretexto para denunciar, por medio de dos parábolas, la actitud de los fariseos, a quienes les gustan los primeros puestos en los banquetes y las sinagogas. Actitud ya acusada y señalada por el Maestro en Lucas 11,43.

La llegada del reino pide al ser humano hacerse pequeño y vivir la humildad, ya que la verdadera grandeza no es la que te proporciona el mundo sino la que te ofrece la mirada de Dios. Los puestos de honor en el banquete del reino de los cielos no son otorgados por los títulos o aplausos de los hombres sino, más bien, por Dios. Y Él mira el corazón y al que vive la humildad le enaltece.

En una segunda parábola, frente al intercambio de favores, Jesús propone algo subversivo. Invitar a sentarse a la mesa contigo a aquellos que no te pueden devolver la invitación. Los ciegos y los lisiados, que tenían prohibida la entrada en el templo por considerar que lo profanaban, son los primeros que Jesús quiere que sean tus invitados.

Reflexión: No me digas que no son rompedores y poco o nada políticamente correctos los textos que la Iglesia te propone en el día de hoy. Precisamente en una sociedad teocrática, como la de Palestina en tiempos de Jesús, donde los enfermos y lisiados estaban excluidos, no sólo de la vida social sino también de la vida religiosa, Jesús proclama la necesidad de vivir la humildad y la generosidad con los excluidos frente al orgullo  y al interés personal. La humildad pasa a ser uno de los valores del reino, al igual que la generosidad con los pobres, que debe tener como trasfondo el desinterés del que da a sabiendas que, muchas veces, no será correspondido.

El empeño de Jesús para el nuevo reino fue y es poner a los últimos en el sitio de los primeros y a quienes se creen los primeros colocarlos en el sitio de los últimos. Por ello, sentado junto al Maestro en la mesa de la Eucaristía siéntete último, pequeño, débil y frágil. Que tu humildad sea la actitud inicial que provoque en ti el ejercicio del servicio generoso para la comunidad.

Duele ver cómo, en ocasiones, en nuestras mesas compartidas de la Eucaristía, no hacemos sitio a la humildad. No nos gusta ocupar los últimos lugares del servicio, la generosidad o la disponibilidad… Optando por el ser vistos, el lucimiento personal. Estas lecturas nos centran en lo que es realmente importante, convirtiendo el espíritu del Banquete de Jesús en un prototipo de comportamiento de vida.

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