martes, 21 de noviembre de 2023

REGLA DE ORO

 

Jesucristo Rey del Universo

Creo que todos tenemos una “regala de oro”; es decir, un principio o ley (escrita o no) que dirige nuestro actuar y marca nuestra conducta en el desarrollo correcto de una actividad y de nuestro vivir en general. Esta regla puede ser elaborada afirmativamente o en forma de negación. Igualmente, de un tiempo a esta parte se utiliza con cierta frecuencia la expresión “líneas rojas” y con ella se quiere señalar los límites de una acción o decisión expresando aquello que se considera inaceptable y que no se puede traspasar.

Prescindiendo de la expresión concreta que usemos, lo realmente importante es que todos poseemos y practicamos un criterio supremo que, si somos mínimamente coherentes, al vivirlo en el día a día se convierte en regla de felicidad.

En esta fiesta de Jesús Rey del Universo (ciclo a) la Palabra de Dios nos ofrece a los cristianos un principio de gozo y felicidad para entrar en el Banquete y pertenecer al Reino. Este principio nos indicará cómo ser verdaderamente discípulos y seguidores de Jesús y, para ello, pone el énfasis en la actitud de amor o indiferencia hacia cualquier ser humano necesitado.

Podemos decir que es el mensaje final que el evangelista Mateo dirige a sus lectores: estar alerta, de forma activa, con la mirada puesta en el rostro concreto de cada ser humano necesitado.

El evangelio (Mateo 25,31-46) nos presenta la escena de un juicio público y universal, donde el juez es el Hijo del Hombre. Ante Él comparecerán todas las naciones que serán separadas en dos grupos de personas de comportamiento bien diferente. El juicio es definitivo y el criterio que se sigue “pilla” por sorpresa a todos "Señor, ¿cuándo te vimos con….?” La sentencia del juicio es de bendición o maldición según el cumplimiento o no de la medida que se utiliza en este juicio: amor o indiferencia hacia los hermanos más pequeños de Jesús que se encuentran en una situación de extrema necesidad. ("Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.")

La escena que nos ofrece el evangelio puede interpretarse de dos maneras, dependiendo de cómo entendamos la palabra “HERMANO”. Entendida en un sentido genérico designaría a todo ser humano. Es decir, Jesús está presente en cualquier hombre y mujer hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo o encarcelado… Pero si la interpretamos en sentido restringido, “HERMANO” designaría exclusivamente a los miembros de tu entorno, grupo o comunidad, aunque ésta sea la comunidad de cristianos y por tanto, la exhortación se refiere sólo a los cristianos hambrientos, sedientos, forasteros… etc.

Te animo a que no entiendas “HERMANO” en un sentido restringido, porque podrías caer en el error de hacer grupos y castas donde privilegias a unos en detrimento de otros. La apuesta de Jesús es clara: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo." La regla de oro, lo esencial para el cristiano, donde nos la jugamos, es en este amor a todos y de forma concreta al pobre.

Las parábolas proclamadas en domingos anteriores nos invitaban a estar vigilantes y atentos. Esta vigilancia  adquiere una gran fuerza a la luz de esta parábola final, ya que consiste en vivir según el mandamiento del amor. No descuides tu compromiso práctico, despierta de tu letargo y recuerda que el destino de cada hombre se decide en la actitud que se tiene ante los necesitados.

Reflexión: No se puede acoger a Dios sin acoger a los pobres. Y quien los acoge y vive su vida en función de ellos, está viviendo el amor del Padre. Si aplicas la parábola al mundo de hoy, creo que es evidente que se refiere no sólo a hacer obras de caridad sino también al compromiso vivencial para construir una sociedad fraterna y libre donde todos tengan las mismas oportunidades y derechos. Porque puede ocurrir (y en ocasiones ocurre) que uno haga por un lado muchas obras de caridad y por otro lado siga  explotando, o apoyando situaciones contrarias a la justicia y libertad o viviendo un tren de vida indignante para los pobres.

La actitud de Dios-Pastor que se describe en la primera lectura (Ezequiel 34,11-12.15-17) y en el salmo responsorial (Sal 22) es la actitud que deberíamos vivir en relación a nuestros hermanos más necesitados. Frente a quienes se aprovechan de su situación vulnerable, tú y yo, debemos: “buscar las ovejas perdidas, recoger a las descarriadas; vendar a las heridas; curar a las enfermas, guardar a las fuertes y las apacentar como es debido”. Como es Dios para las ovejas débiles seamos nosotros para los frágiles.

Amig@s, una vez más, la misericordia es el eje de toda nuestra acción. La Palabra nos advierte, recordándonos que la suerte de toda persona se decide en virtud de su capacidad de reaccionar con misericordia ante los que sufren. La regla de oro del mandamiento del amor, nos ayuda a reconocerle en ellos… sean quienes sean.

No hay comentarios:

Publicar un comentario