martes, 28 de noviembre de 2023

SE MARCHÓ Y NO SE CUANDO VOLVERÁ

 

1º domingo de Adviento (ciclo b)

Cuando alguien se despide de nuestra vida hasta una próxima vez, nos gustaría saber cuándo volveremos a ver a aquel que se ha despedido. A los que como yo no os fascinan nada las sorpresas, tenéis que reconocer que os encanta tener las cosas bien atadas y sujetas. En esto somos, pizca más o menos, como el grupo que rodeaba a Jesús, los cuales le pedían, como mínimo, señales de aviso que informaran del día, hora y minuto para estar preparados. Pero Jesús no indica la hora precisa, si nos hubiese dicho cuándo, nosotros habríamos instalado la alarma del móvil y nos hubiéramos tirado plácidamente en la cama a dormir esperando que ésta sonara y nos despertara del letargo.

El Dios que nos ama y esperamos es realmente sorprendente. Sorprende, porque no es ocasional, sino “Dios con nosotros”, es decir, quiere estar en medio de nuestra existencia e historia y no en las cunetas y márgenes de nuestra vida. Sorprendente, porque puede llegar en cualquier momento, su presencia no está ligada a momentos privilegiados y lugares especiales, no es un Dios de calendarios con números en rojo. Sorprendente, porque su presencia se asemeja a un hombre que se fue de viaje y dejó su casa con la única certeza que volvería. Sorpréndete, porque para poder acogerlo nos ha dejado en nuestras manos una tarea y una actitud: “Vigilad”. Y, sorprendente, porque no viene a saldar cuentas pasadas ni a exigir nada de nadie sino a dar y ofrecer.

Comenzamos un nuevo año litúrgico y lo hacemos celebrando el primer domingo de adviento (ciclo b) La Palabra de Dios, en este domingo, quiere ser una respuesta a la gran pregunta que se hacían los discípulos y nos hacemos nosotros: “cuándo ocurrirá la venida del Reino” (Marcos 13,4)  La única certeza que tenemos los que creemos en las palabras de Jesús es la verdad y realidad que aquel que se marcha de viaje volverá. Esta certeza no está sujeta a previsiones y cálculos, para ti y para mí y para todos los cristianos lo sentimos siempre cercano y eso origina una actitud de vigilancia constante y responsable.

El evangelio (Marcos 13, 33-37) nos ofrece la actitud clara y concisa con la que tenemos que vivir frente a un Dios sorprendente, que lleva la iniciativa y que interviene en nuestra historia: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento… Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa… Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad

Frente al presente, frente a lo que acontece en nuestro mundo y sociedad, frente a la gran certeza de que Él vendrá… no podemos ni dormirnos ni desentendernos. Hay que estar alerta, en vela. Tampoco podemos delegar en otros el encargo de vigilar, ya que todos estamos llamados a vivir esta actitud. Sólo así podremos descubrir en lo cotidiano la presencia de Dios, sólo así podremos descubrirle presente en nuestra vida y mundo.

Dios, que llega, debe ser esperado con las puertas abiertas de par en par, con un corazón lleno de ternura. Ni el miedo, ni la angustia, ni el agobio, ni la despreocupación, ni el esperar señales extrañas y extraordinarias son actitudes del cristiano. Nosotros, los seguidores del Maestro Jesús, le esperamos despiertos y vigilantes, estando en vela. Jesús nos hace una llamada a despertar de nuestros adormilamientos y a vivir con lucidez para que apenas llegue, abrirle la puerta de nuestro mini-mundo.

Reflexión: En contra de lo que, con frecuencia, puede parecer, corremos el riesgo de pasarnos la vida entera enrollados en mil intereses accidentales, lejanos y extraños a la tarea del cristiano que es el Reino de Dios. Caminar por la vida  sin meta ni objetivo nos puede llevar a no descubrir nunca la fuerza que nos despierta de la indiferencia, pasividad, comodidad y superficialidad.

Ahora bien, si tratas de escuchar el mensaje de Jesús con fidelidad, puedes percibir en el fondo de tu ser la fuerza y la llamada del Maestro a despertar y vivir con apertura de miras. Es fácil también que, al dejarnos interpelar con sinceridad por su Palabra, vivamos momentos extraordinarios en los que nos sentimos vigilantes y despiertos dando sentido a cada instante de nuestra vida.

Amig@, ama tu vida concreta, vívela. No hagas de tu existencia un caminar penoso, duro, aburrido y vulgar. No vivas atrapado por las cosas y que éstas no te agiten hasta el punto que te impidan detenerte y responder a tu verdadera vocación. No te evadas ni te anestesies por los sinsabores de la vida porque pocas veces ha tenido tanta actualidad la llamada de Jesús a la vigilancia.

Estoy pensando que si Dios es sorprendente, hoy se necesitan cristianos sorprendentes. Tú estás llamado a ello. El adviento es una oportunidad única y un tiempo oportuno porque eres invitado a tener oído fino, ojos limpios y abiertos, corazón expectante y vida comprometida… ¡como para dormirte en los laureles está la cosa!

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