miércoles, 9 de abril de 2025

DIVISIÓN DE OPINIONES

 

Domingo de Ramos

¿Cómo una misma acción puede generar división de opiniones? Es frecuente que en las corridas de toros se produzca la división de opiniones: unos llegan a sacar pañuelos blancos y otros muestran su disconformidad con el silencio o con algún silbido. Ocurre lo mismo en el deporte, donde con frecuencia la disconformidad y la división de opiniones se traduce en algo más que palabras y abucheos, en ocasiones se llega al insulto y a la agresión. Y es que, nunca mejor dicho, “de todo hay en la viña del Señor y no llueve a gusto de todos”. ¿Y si nos vamos al mundo de la política? ¡Uf, mejor no tocarlo! porque los mismos líderes políticos no son referentes de respeto, ni ayudan a tener una división de opiniones aceptable donde se sea capaz de admitir la opinión del otro, se esté o no de acuerdo con él. Igual todo tiene que ver sobre el apasionamiento exacerbado e ilógico por algo o por alguien y hasta qué punto se siente pasión por esa persona, entidad o grupo.

En este Domingo de Ramos (ciclo c) quedo sorprendido de que una acción tan sencilla como la de entrar en una ciudad montado en un asno, traiga tanta controversia y división de opiniones. Por un lado, “los discípulos entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos, por todos los milagros que habían visto, diciendo: «¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto» Por otro, “algunos fariseos de entre la gente le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Como siempre, los que están seguros de sí mismos tiene la osadía de censurarlo todo, como si todo el mundo tuviera que pensar como ellos. Como si fuera la única voz que se debe escuchar y aceptar.

El evangelio (Lucas 19,28-44) nos narra una manifestación popular en la que se mezclaban los sentimientos de fe del pueblo en un Dios liberador y Mesías, con sentimientos nacionalistas y políticos de los más diversos signos. Durante la fiesta de Pascua se congregaban en Jerusalén miles de peregrinos venidos del resto del país y de la diáspora (judíos dispersos por otros países). La Pascua era la fiesta judía por excelencia, en la que se conmemoraba la liberación del pueblo de la esclavitud egipcia. El ambiente de la ciudad en esos días era de efervescencia nacionalista y de alegría. Tan era así, que el gobernador romano dejaba Cesárea Marítima, donde vivía, y se trasladaba con sus tropas a Jerusalén haciendo también una entrada en la ciudad, pero, en este caso, para mostrar el poder del imperio y amansar a las fieras por si surgía un conflicto.

El relato de Lucas transmite una imagen del Mesías que rompe esquemas y desconcierta a muchos. Jesús hace la entrada en la ciudad de Jerusalén llevando la paz por bandera y desde la sencillez del Rey/Mesías que viene a servir a su pueblo sin hacer uso de la violencia o el poder. Para ello entra “montado en un asno” en vez de hacerlo en un brioso caballo, como lo hacían príncipes, generales, o como lo hizo el gobernador Poncio Pilato. Jesús se presenta como el Mesías pacifico y humilde de Zacarias 9,9-10.

Esta forma de presentarse Jesús no es una renuncia a su realeza sino un abrir los ojos a sus discípulos para que comprendan el cariz pacifico, humilde y liberador de su mesianismo. Si te das cuenta los discípulos tienen varias misiones en este texto: “ir a la aldea de enfrente”, “desatar un borrico”, “aparejarlo con sus mantos”, “ayudar a montarse a Jesus”… gestos con los que se reconoce al Maestro como Rey, que inaugura un tiempo nuevo, al que se le rinde homenaje. El Reino que trae Jesús pasa por el cambio en la escala de valores. La paz es quien construye una nueva sociedad y no el poder y la fuerza.

La entrada de Pilato en Jerusalén exhibía el poder, la gloria y la violencia del Imperio que, por aquellos días, regia el mundo. La entrada de Jesús mostraba una alternativa: el Reino de Dios. Se contraponen estos dos reinos (reino de Dios y reino del Cesar) y están en clara confrontación hasta el punto, como todos sabemos, que terminará en la ejecución de Jesús en la cruz.

Reflexión: Hay cosas en Jesús que nos desconciertan. Es más, diría que lo hace a propósito como si quisiera comunicarnos algo de suma importancia. Desconcierta la entrada en Jerusalén montado en un asno, pero a la vez es un gesto lleno de sentido y significado, ya que nos da las claves para interpretar su mesianismo y las coordenadas para saber cuál es su buena noticia. Y como todo gesto profético conlleva “división de opiniones”, crea adhesiones y recelos, rompe con la indiferencia y nos pone en la tesitura de optar.

Hoy día somos propensos a calcular, normatizar y cumplir, no queremos que nos desconcierte nadie ni nada. Y menos Jesucristo. Pero puede que sea muy necesario en nuestras comunidades gestos proféticos que hablen con claridad, interroguen, desinstalen de la comodidad, sorprendan y enganchen. Aunque haya otros que tengan opiniones distintas y prefieran no salirse de la linea marcada, pienso que necesitamos profetismo a nivel personal, comunitario y eclesial, aunque ello nos lleve a vivir con algún que otro sobresalto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario