sábado, 19 de abril de 2025

EN MODO TESTIGO

 

Domingo de Resurrección

Un grito surge en la Iglesia, en todos los templos y en nuestros corazones: “¡Aleluya, Cristo ha resucitado!” La muerte ha sido vencida, la muerte no tiene la última palabra. ¡Jesús vive, no es un Dios muerto, ha resucitado! Nuestra fe no es vana ni inútil, creemos en el Señor que nos ofrece, con su resurrección, una VIDA NUEVA, creemos en Él como LUZ que nos ilumina, PUERTA que se nos abre a la esperanza, CAMINO en la mañana de Pascua y VERDAD que nos propone el reto de comunicar la belleza de una ALEGRÍA renovada en nuestra vida.

La búsqueda del Resucitado, al estilo de María Magdalena, Pedro y Juan, nos urge a estar en actitud de caminante hacia el sepulcro, lo encontraremos vacío. Creer en el resucitado nos hace ponernos en modo testigo e ir hacia los hermanos para comunicarles que es cierto, que el Señor está vivo, que se nos ha presentado y que le podemos reconocer como Camino, Luz y Vida.

La primera lectura (Hechos de los Apóstoles 10, 34ª,37-43) de este Domingo Resurrección ciclo c, nos relata cómo la actividad misionera de Pedro se abre al mundo de los gentiles. Lo hace en casa del centurión romano Cornelio. Allí se proclamará el kerigma, es decir el primer anuncio de la Buena Noticia de Jesús, que no es otra que reconocer lo grande que es el amor de Dios que nos envía a su Hijo para nuestra salvación.

Tras exponer la vida y misión del Maestro, la muerte en cruz y cómo Dios lo resucitó, el texto relata el envío a la misión, el encargo a los que han sido testigos de todo lo acontecido por Jesucristo para que lo transmitan a todos los pueblos. “Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos”

Pedro se sabe portador de esta misión, recibida de Jesús, y manifiesta lo que “ha visto y oído”, como testigo que lo ha experimentado y no como mero espectador. “Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección”

El evangelio (Juan 20,1-9) nos presenta a María Magdalena, símbolo de los buscadores de Jesús. Ella, se acerca al sepulcro de “madrugada y en la oscuridad”. Ve la piedra movida y se pone en movimiento, en modo testigo para comunicar a los apóstoles que estaban reunidos y escondidos, que habían robado el cuerpo del Señor. Su desconcierto la dirige hacia la comunidad.

Ante la noticia de María Magdalena, Pedro y el discípulo amado también se ponen en movimiento, pero esta vez no para esconderse sino, movidos por el amor, en dirección al sepulcro. Allí, nos narra el evangelio, que el discípulo amado es el único que cree. Ante el signo del sepulcro vacío al único que se le atribuye la fe es al discípulo Juan, que es quien “ve y cree”. El amor genera la fe. Él cree porque ama. No es un creyente pasivo o superficial, sino aquel que entiende el misterio de la fe y sus consecuencias para la vida. Ya no podrá ser la vida igual para los que creen en la resurrección, a partir de ahora no buscarán lo cómodo y fácil, sino que vivirán el compromiso de ser testigos de Jesús vivo.

Reflexión: Nosotros, como los primeros apóstoles, también hemos de anunciar la Buena Noticia. Ponernos en modo testigos y mostrar la persona, misión, muerte y Resurrección del Maestro de Nazaret. Nuestras palabras, obras y gestos tienen que estar cimentados en hacer realidad la misma actitud de Jesús, que “ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal”. Pero no nos olvidemos que para estar en modo testigo antes hemos de experimentar la Resurrección.

Para abrirnos a la fe de la resurrección, hemos de hacer nuestros propios recorridos, no podemos refugiarnos ni escondernos. Es un camino personal que debemos transitar desde el amor. Si amas serás capaz de confiar y fiarte de Aquel que es Resurrección y Vida. La Resurrección de Jesús encamina a los discípulos a comprender la Palabra de Dios. Por ello, profundicemos en estos días en la Palabra que el Señor de la Vida va a dirigirnos.

De la vaciedad del sepulcro nace tu alegría y salvación “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Salmo responsorial 117) Vive esta alegría porque el Señor resucitado está presente en medio de tu historia. Reconoce y descubre en Jesús al Mesías, el Hijo de Dios. La consecuencia de este descubrimiento y la aceptación del mismo es una nueva vida, una vida verdadera presidida por el don de la alegría. Siéntete “dichoso” y ponte en modo testigo. No calles la esperanza que Jesús, el ungido por Dios con la fuerza del Espíritu, te ofrece.

La resurrección del Señor es una nueva propuesta ilusionante para tu vida. No tengas miedo, estas llamado a cosas grandes. 

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