Los signos o señales de la presencia de Jesús resucitado son: La paz/alegría, el Espíritu Santo y el perdón. Y por
ello, no hay texto de las apariciones de Jesús que no contengan
estos signos.
- Entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz
a vosotros.». Aquel grupo de hombres y mujeres decepcionados,
angustiados por el supuesto fracaso del líder, impotentes para ya dar un
sentido a nuevos proyectos en su vida… encuentran en Jesús resucitado una
fuerza y una paz que los liberará del miedo. Este es el centro de la
experiencia pascual: el encuentro con aquel que es capaz de liberarnos del
desencanto y generar la alegría. “Los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor”
En la cultura bíblica la paz “shalom” designa
la armonía del ser humano consigo mismo y con los demás, con la naturaleza y
con Dios, el disfrute gozoso y exultante de la vida, la convivencia en la
justicia y el respeto.
- El segundo signo que resalto es: “Exhaló su
aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» Jesús
confiere a los discípulos la misión de dar vida y les capacitará para ello
entregándoles el Espíritu. Creer hoy en la resurrección nos llevará al
compromiso de luchar por una vida más humana, plena y feliz. Por ello, hoy la
resurrección se hace presente, se vive y se reconoce donde se apuesta por la
vida y se emplean todas las fuerzas contra todo lo que deshumaniza y mata.
- Por último, el perdón es
la oferta del Señor. El perdón no es la virtud de los débiles, de los que se
resignan y se doblegan ante las injusticias, porque no saben luchar y
arriesgarse. Todos los conflictos humanos no tienen nunca una verdadera
solución, si no se introduce en ellos la dimensión del perdón.
Jesús no hace ninguna alusión ni realiza ningún reproche al abandono, traición o negación de sus discípulos en la pasión. No existe ningún gesto de exigencia por parte del Maestro para reparar lo acontecido días atrás, sino que les ofrece gratuitamente el perdón, no sólo perdón como liquidación de conflictos pasados, sino como fuerza que despierta esperanzas y energías nuevas en quien perdona y en quien es perdonado. El perdón de Jesús es la virtud de la persona nueva, de la persona resucitada.
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