Definición de “INFLUENCER”: Persona que destaca en una red social u otro canal de
comunicación y expresa opiniones sobre un tema concreto que ejercen una gran
influencia sobre muchas personas.
No es descalabrado pensar que existan
personas que tengan ilusiones, anhelos y deseos que superan y vayan más allá de
lo puramente material. Podemos pensar o creer, si seguimos los dictámenes de la
sociedad en la que nos movemos, que el dinero, el placer, la belleza corporal,
el poder, el prestigio, la fama… y otras muchas cosas más, son lo
verdaderamente importante, lo que se pretende y se busca y lo que oferta la
auténtica alegría.
Y, sin embargo, nos topamos con hombres y
mujeres que no buscan la riqueza material como objetivo principal de su vida,
que no tienen como preocupación primera el ser reconocidos o famosos, ni el ser
aplaudidos por la belleza de sus cuerpos, por el último modelo de teléfono móvil, por la
marca de sus zapatillas o el maquillaje de su rostro…. Y, cuanto menos, nos
asombramos ya que estamos en un mundo de “influencer”,
de cuantificar lo importante por el número de seguidores en “Twitter” o “Instagram”
u otras redes sociales.
Las lecturas que la Iglesia proclama, en este
domingo XVII del Tiempo Ordinario, a mi modo de ver, re-coloca al cristiano, o
al menos nos ayuda a buscar lo auténticamente bueno, grande y bello, a
encontrarnos con el aplauso de Dios, antes que con el aplauso del mundo, a
cuidar el interior, a no poner los ojos fijos en lo sucedáneo… y, por supuesto,
a saber qué es lo que realmente nos hace ser personas que brillen por su
alegría.
En la primera lectura (1ª Reyes 3,5.7-12) encontramos a
Salomón que, en dialogo con Dios, responde a su invitación de pedir lo que
desee, reconociéndose limitado. Por ello se encuentra necesitado de un corazón
sabio y dócil para gobernar al pueblo y para discernir el mal del bien.
No pide
riqueza, ni larga vida, ni la muerte de sus enemigos… prefiere el don de la
sabiduría y la capacidad de escucha antes que otros bienes.
Todos sabemos que el reinado de Salomón fue
un reinado que destacó por la sabiduría en
el arte de gobernar e impartir justicia, en saber hacer (especialmente la construcción
del templo de Jerusalén) y en saber decir (actividad literaria y especialmente
sapiencial)
Dios miró el deseo de su corazón y le cumplió
su petición: “te doy un corazón sabio e
inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti”
El evangelio (Mateo
13, 44-52) nos revela el misterio del Reino de Dios. Lo hace por medio de
tres parábolas, propias de Mateo: El tesoro escondido, la perla, y la gran
pesca.
Las dos primeras (Tesoro y Perla) el evangelista Mateo las une.
1.- El punto más
destacable es: el descubrimiento de algo verdaderamente valioso, que provoca
una reacción inmediata en los protagonistas de la historia. En el Reino de los
cielos sucede lo mismo, una vez descubierto el valor, hay que tomar postura.
2.- Ambas parábolas se
pueden situar en el contexto de la invitación de Jesús a dejarlo todo y
seguirle.
3.- Una vez elegido el
Reino hay que ser consecuente con esta elección y vivirla con alegría.
4.- Puedes rechazar la
oferta del Reino de Dios, como hizo el joven rico, pero la actitud del
verdadero discípulo, ante el descubrimiento del Reino de Dios, no puede ser
otra que la conversión, el cambio de orientación de la propia vida que tiene
lugar en un clima de alegría.
La parábola de la gran pesca (Mt 13,47-50) es muy semejante a la parábola de la
semana pasada del Trigo y Cizaña que crecen juntas. La pesca representa la
oferta del Reino que se hace a todos. Son muchos los que entran en él, pero la
clave está en cómo se vive después y cómo se pone en práctica las enseñanzas de
Jesús.
Reflexión: Encontrar
y descubrir a Jesús supone una actitud de búsqueda que conlleva un esfuerzo.
Hay que salir y buscar, explorar, sorprenderse y optar.
Reconocemos el valor del Reino por encima de
otros bienes materiales y, ante este valor, tomemos postura de discípulos-influencer siendo consecuentes con la elección realizada e
influir, ayudar, predisponer, redundar, proponer… para que otros descubran el
mismo tesoro que tú.
También os invito a meditar que una
consecuencia de nuestro encuentro con Jesús es la alegría. Una alegría que
surge de haber encontrado un tesoro, una perla que para nosotros es el
evangelio de Cristo.
Y por último, saborea el salmo 118. “más estimo yo las palabras de tu boca que
miles de monedas de oro y plata”
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