Aunque el refranero nos dice que “las palabras se las lleva el viento”,
creo que es indudable el poder que ellas tienen. Dichas con honestidad y con
sentimiento pueden guiar y dar luz. Y aunque muchos cuestionen, duden,
desprecien o discutan el valor de las palabras… otros sentimos que una
sugerencia, un relato, una confesión, una frase, un diálogo sincero… son un
aporte indiscutible a la vida. No me digáis que nunca habéis deseado, en un
momento determinado, unas palabras, un WhatsApp, una frase, una llamada, una
carta, un e-mail… aunque sólo sean “palabras”, antes que el silencio o la
ausencia de “hechos”.
Pero si me das a elegir, claro que prefiero
las obras que den pleno sentido a las
palabras dichas, ya que éstas, por sí solas, hablan sin discusión y son
enseñanza irrefutable. Por eso acudo al refranero popular de nuevo. “Obras son amores y no buenas razones”
En este domingo (XV del Tiempo Ordinario) las lecturas, que se proclaman en la
celebración de la Eucaristía, nos muestran la eficacia de la Palabra del Señor,
que es como la lluvia-nieve
que hace germinar la tierra o como la semilla que sembrada da fruto.
Ahora bien, no es automatismo, sino que la Palabra, una vez escuchada, debe
tener una respuesta por parte del hombre. La Palabra no es una pócima mágica o un
muelle elástico y mecánico, sino que es un acontecimiento dialogante que
nos debe poner en pie y alerta para responder a ella, con sinceridad, desde
nuestra actitud y vida.
En la primera lectura
(Isaías 55, 10-11) el profeta
se dirige al pueblo que vuelve del exilio de Babilonia. El pueblo se encuentra
en una situación que parece contradecir las promesas divinas, ya que contemplan
una tierra que debe ser reconstruida, con conflictos internos fuertes, con
desánimo, fragilidad, desesperanza e impotencia…
Pero a esta situación del hombre se opone la
fuerza y la fidelidad de la palabra divina. El profeta presenta la Palabra de
Dios con el símbolo de la lluvia y de la nieve que bajan del cielo y vuelven a
Él. Así como la lluvia desencadena el ciclo de la fertilidad en la naturaleza,
la Palabra de Dios desencadena la salvación en la historia humana. Dios ha
creado todo con su Palabra (Gen 1) y
ahora puede volver a crear una nueva época para su pueblo.
Reflexión: Muchas
veces también a nosotros nos cuesta creer que es posible volver a empezar. La
palabra de Dios nos invita a confiar en Dios que hace todas las cosas nuevas
(Ap 21,5) y que es capaz de transformar las situaciones más adversas y
negativas.
Ahora bien, en el evangelio (Mateo 13, 1-23) se nos explicita que la Palabra, que es lluvia y
nieve como nos decía la primera lectura o semilla como nos dice el evangelio, necesita caer
en corazones que no rechacen sino que acojan a Jesús y su mensaje.
Si el agua, la nieve y la semilla caen sobre
cemento o asfalto poco podrán hacer. Y sería injusto culpar al agua, la nieve o
a la semilla de su infertilidad, más bien habría que culpar al cemento y al
asfalto.
Reflexión: ¿Cómo
traducir lo sembrado en tierra buena?
Creo que es una exhortación a ti y a mí para que la acogida primera del
evangelio no sea ahogada por las dificultades con las que nos encontramos. Es
una invitación a responder a la semilla que cae en nuestros corazones (Palabra)
poniendo en práctica las enseñanzas de Jesús (Obras)
Si nos sentimos discípulos, familia de Jesús,
comunidad de fe presidida por la sencillez y el amor, abramos nuestros oídos
para escuchar el mensaje del Maestro y abramos nuestros ojos para ver los
signos y maravillas del Reino que Él realiza en medio de nosotros.
Pero, si por el contrario, nuestro corazón
está embotado, nuestros oídos y ojos estarán cerrados. No podremos ni acoger,
ni responder a la Palabra sembrada en nosotros, porque sencillamente ni el
mensaje, ni las acciones de Jesús forman parte de nuestro interés.
Nos podríamos preguntar: ¿qué lugar ocupa en
nuestra vida la Palabra de Dios. Es prioridad o secundaria? ¿Acogemos la
Palabra y la hacemos vida? ¿Con qué actitudes escuchamos el mensaje de Cristo?
¿Entendemos, conocemos y ponemos en práctica las enseñanzas de Jesús?
NOTA Las palabras de Mateo 13,12 “al que tiene se le dará y tendrá de sobra, pero al que no tiene, aún aquello que tiene se le quitará” parecen injustas y pocos cristianas.
ResponderEliminarSe trata de un proverbio campesino que procede del ámbito económico: el que tiene puede aumentar su patrimonio, pero el que no tiene o tiene muy poco acabará perdiéndolo todo. Jesús aplica este refrán a la acogida del reino: los que han acogido el reino con fe, cada vez descubrirán más profundamente su misterio, mientras que aquellos que solo lo han acogido superficialmente, acabaran por abandonarlo.
(Comentario al Nuevo Testamento. Editorial Casa de la Biblia 1995)