Se conoce como “ojalá” a la interjección con que se denota el vivo deseo de que suceda algo. La expresión ojalá es de origen árabe “shaa Allaah” que significa “quiera Dios” y demuestra, por parte de quien la pronuncia, la esperanza y el anhelo ante la realización de un hecho. La usamos en diversos contextos y en múltiples ocasiones y a veces sin darnos cuenta la pronunciamos. El uso del ojalá en una frase expresará el fuerte deseo de que lo que se mencione que se cumpla.
Si eres de mi generación o si te gusta la música de los cantautores, “OJALÁ” es el título de una canción de Silvio Rodríguez, compuesta en el año 1969 pero publicada en 1978. Más actual, el cantante Beret tiene una canción con el mismo título. En ambas, de diversa forma, se expresa el ferviente deseo de que se cumplan expectativas… Puede que por tu cabeza ronde ahora el “Ojalá llueva café en el campo” canción irónica y metafórica de Juan Luis Guerra… pero si te parece esto lo dejamos para otro día.
En este domingo 26 del Tiempo Ordinario (ciclo b) las lecturas que son proclamadas nos presentan tanto a Moisés como a Jesús expresando el deseo que ocurra el acontecimiento de que todo hombre profetice. Profetizar no está reservado únicamente a la jerarquía, ni tampoco exclusivamente al grupo de los discípulos, sino que el Espíritu se otorga a todo el pueblo; por ello “el Pueblo santo de Dios participa también de la función profética de Cristo” (Lumen Gentium nº 12)
En la primera lectura (Números 11,25-29) aparece la figura de los “setenta ancianos” que eran quienes compartían con Moisés el gobierno del pueblo y, en este texto, la misión de profetizar. Este profetizar de los setenta ancianos era una explosión de entusiasmo colectivo que tenía la finalidad de testificar la presencia del espíritu de Dios en medio de la comunidad con el fin de crear un clima de fervor y exaltación religioso-nacional.
El incidente de Eldad y Medad, que se quedan en el campamento y sin embargo profetizan como los demás, sirve para sentar en la historia a Josué (sucesor de Moisés) que pide que le sean prohibido profetizar y, además, presentar la tesis que sirve de culminación del texto: “¡Ojalá que todo el pueblo profetizara y el Señor infundiera en todos su espíritu!”
En el evangelio (Marcos 9,38-43.45.47-48) el grupo de los discípulos revindican una especie de exclusiva (al estilo de Josué) en su relación con Jesús. Las palabras del Maestro son una exhortación a la tolerancia y a la generosidad.
Tras el anuncio de una recompensa por cualquier acción en favor de los que son del Mesías, aparece una será advertencia para quien escandalice. Escandalizar podríamos traducir por: obstaculizar la fidelidad a la Palabra y a la persona de Jesús, hacer difícil o imposibilitar la adhesión a Él y poner en peligro o destruir la fe. Las serias amenazas que recaen sobre quien escandaliza invitan a poner los medios necesarios para eludirla.
Reflexión: Se desprende de los textos al menos dos actitudes a tener en cuenta. Por un lado, la exhortación a la tolerancia y a la amplitud de miras sigue teniendo plena vigencia hoy, de tal manera que hay que eliminar barreras y saber acoger, apoyar y estimular a quienes defiendan una causa justa, aunque no sean de nuestro grupo, de nuestra comunidad ni de nuestra confesión religiosa.
Por otro lado, debemos eliminar la raíz del escándalo. Dicha raíz se encuentra en el interior de cada uno: en la voluntad incontrolable de dominio (aludida con la imagen de la mano y el pie) y en la ambición insaciable y egoísta (evocada con la imagen del ojo)
La generosidad y amplitud de miras que nos propone la Palabra de Dios, el ojalá que Dios infundiera su espíritu en todos… no concede el monopolio del Espíritu a un grupo de elegidos y selectos sino que expresa el deseo de que a todo el pueblo se le otorgue ese don. Huyamos por lo tanto de creernos y pretender que “nuestra verdad” es la única verdad, y que fuera de nosotros no hay nada bueno, grande, bello.
El Concilio Vaticano II, en la constitución sobre la Iglesia (Lumen Gentium) especialmente en el número 12, aboga por la presencia del espíritu en el Pueblo de Dios que reparte “gracias especiales entre los fieles de cualquier estado y condición, distribuyendo sus dones a cada uno según quiere”
Ojalá sientas tú hoy, si aún no lo habías
descubierto, que posees el Espíritu de Dios y que estás llamad@ para realizar
la función de profeta, para renovar y construir más y más la Iglesia.
Parafraseando a Juan Luis Guerra: Ojalá llueva Espíritu en el campo, que caiga
un aguacero de tolerancia y generosidad para que el hombre no sufra tanto, para
que todos los cristianos vivan su misión en el mundo y escuchen este canto.
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