miércoles, 19 de octubre de 2022

LA CHULERÍA DEL CHULO

Entiendo por chulería” la presunción e insolencia al hablar o al actuar. Y defino por presunción la vanidad que muestra una persona que presume y alardea de sí misma y de sus propias cualidades… Llegados a este punto seguro que a tu memoria se acerca la imagen de uno o una al que se le puede aplicar todos los adjetivos calificativos que engloba la palabra “chulería”.

Sin querer hacer un tratado filosófico sobre la “chulería del chulo” convendrás conmigo que cuando en una misma persona se junta la vanidad, la insolencia, la vanagloria, el presumir… y todo en grado superlativo, o al menos en alto grado, estar al lado de este ser es un “pelín insoportable”

Amig@ si en tus relaciones sociales quieres tener éxito y ser bien acogido destierra de tu vida la chulería. Y si quieres obtener el aplauso de Dios, por encima del aplauso de los hombres, rígete espiritualmente por imitar al Maestro, que tenía motivos más que suficientes para chulear y sin embargo se despojó, no hizo alarde  de su categoría divina y tomó la condición de esclavo pasando por uno de nosotros.

En las lecturas de este domingo 30 del tiempo ordinario (ciclo c) podemos descubrir cuál es el estilo de Dios y aplicarlo a nuestra oración, a nuestra vida. Te recuerdo que la invitación del domingo pasado era “orar siempre”; es decir la vida del creyente tiene que ser oración continua, porque es como el aire que debemos aspirar constantemente. Toda la vida es o debería ser oración.

De nuevo, esta semana, en el evangelio (Lucas 18,9-14) se nos ofrece una parábola, exclusiva de Lucas, y se nos dice la intención de Jesús al proclamarla: “Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás”

Se contraponen, en dos personajes que van al templo a orar, dos actitudes: la del fariseo que piensa ganar la salvación con su propio esfuerzo y la del publicano que reconoce su imperfección, su condición de pecador y ruega a Dios por la conversión del corazón. Éste se apoya en Dios y no en sus obras… por ello, será la oración de un publicano el modelo de estar, ser y vivir en el mundo que Lucas propone a sus lectores, también hoy a ti y a mí. Igualmente se nos presenta a Dios que acoge al pecador y que tiene como Ley fundamental la misericordia.

Termina la parábola con un comentario de Jesús: «Os digo que este (publicano) bajó a su casa justificado, y aquel no» Es decir, el publicano se reconcilió con Dios, mientras que el fariseo, que hacía más de lo que exigía la ley, buscó sólo su auto-justificación por sus obras. En realidad, el fariseo ni necesitaba de Dios, ni esperaba nada de Él, ni nada tenía que pedirle… solo hizo ostentación de su chulería ante Dios y su despreció por los demás.

La primera lectura  (Eclesiástico 35,12-14.16-18) ahonda, para mí, en presentarnos el corazón de Dios, muy distinto al corazón del ser humano, ya que “en Él no cuenta el prestigio de las personas. Para Él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre, sino que escucha la oración del oprimido” Más aún parece tener una predilección especial por los más desheredados de la sociedad (pobre, oprimido, huérfano, viuda) sus favoritos.

Destaco, de este texto del Eclesiástico, la humildad de vida hecha oración. Conecta esta idea plenamente con el evangelio de Lucas en el que un fariseo y un publicano llegan al templo a orar. La oración del humilde atraviesa las nubes, y no se detiene hasta que alcanza su destino”

Reflexión: Por todos sus poros la Palabra de Dios, proclamada este domingo, rezuma HUMILDAD. Especialmente se hace una llamada y va dirigida a aquellos que están seguros de ser justos por sus obras y además alardean de ello frente a otros, despreciándolos.

Podemos caer en la tentación de creernos espejos donde el “otro” se tiene que mirar. Craso error, por nuestra parte, sería que nos sintiéramos tan seguros de nosotros mismos que fuéramos altivos y chulos hasta el punto de “mirar por encima del hombro”, de “mirar de arriba abajo” y de menospreciar a los prójimos.

Se nos exige a los creyentes, a ti y a mí, una conversión, un cambio de actitud si tu vida está presidida por la actitud del fariseo, porque «Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» El Padre acoge, acepta y abraza a todo el que se ve a sí mismo como un ser pequeño, pobre e incapaz de levantar los ojos del suelo. Ese es el preferido de Dios, no porque sea un santo, sino porque se ve necesitado.

Amig@ ¡qué difícil es matar al “chulito” que llevamos dentro! Realmente nos cuesta aceptar este camino que nos propone la Palabra de Dios y se hace muchas veces complicado eliminar de nuestras vidas al “pequeño fariseo que cohabita en el interior”. Pero este es el apasionante trabajo espiritual que tenemos por delante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario