1º domingo de Adviento
“Un, dos, tres... responda otra vez” Todo un clásico, para los espectadores de mi quinta, este programa-concurso emitido por televisión española, creado en 1970, que nos tenía “enganchados” los viernes a la tarde-noche esperando que los concursantes consiguieran el coche, el apartamento en Alicante o la Ruperta… la estructura del programa comenzaba con una fase de preguntas y respuestas, sin poder errar ni repetir y en un tiempo determinado para no escuchar un estruendo y una frase mítica “campana y se acabó” ¡Ay qué tiempos aquellos cuando se multiplicaba cada respuesta acertada por veinticinco pesetas!
Comenzamos un nuevo año litúrgico y lo hacemos celebrando el primero domingo de adviento (ciclo a) A lo largo de este año seremos guiados de la mano del evangelista San Mateo para crecer y profundizar en la fe y el seguimiento del Señor.
Al igual que el concurso del “Un, dos, tres... responda otra vez” todo lo que el evangelio, de este domingo nos presenta, comienza con una pregunta de los discípulos al Maestro. Después de describir los signos que precederán a la venida del Hijo del Hombre (Mt 24,4-35) Jesús responde a una pregunta, que le habían formulado sus íntimos, acerca del momento de su venida: “Estaba sentado (Jesús) en el monte de los Olivos y se le acercaron los discípulos en privado y le dijeron: ¿Cuándo sucederán estas cosas y cuál será el signo de tu venida y del fin de los tiempos?” (Mt 24,3)
La respuesta a esta pregunta nos la ofrece el evangelio (Mateo 24,36-44) Respuesta clara y contundente: nadie sabe nada, solo el Padre. Pero Jesús abre un camino nuevo a los discípulos porque, aunque les informa de la ignorancia del día y de la hora, sin embargo les comunica la certeza de que el Hijo del Hombre vendrá en el momento más insospechado, en medio de la más absoluta normalidad, sin señales extraordinarias… como en tiempo de Noé.
El evangelio nos ilustra con dos ejemplos para que no nos descuidemos como los contemporáneos de Noé que fueron sorprendidos por el imprevisto diluvio o como el amo de la casa que es sorprendido por el ladrón. Tú y yo, la comunidad cristiana, debemos vivir en tensión de espera comprometida y activa no sea que confiados en la tardanza del Señor, descuidemos nuestra actitud de ESTAR EN VELA, DESPIERTOS.
A veces vivimos en la espera de algo extraordinario y sólo estamos atentos a los acontecimientos que parecen romper la normalidad de la vida. Mientras tanto, somos ajenos a la venida a diario del Señor a nuestras vidas y vivimos y trabajamos descuidando la justicia, la paz, la solidaridad, los sufrimientos del mundo…
“Estad en vela, estad preparados, vigilad” es la recomendación de Jesús en este primer domingo de adviento. Esta actitud tiene que ver mucho con un estilo de vida que asuma como don cada instante de nuestra historia personal y comunitaria. Deberíamos discernir los signos de los tiempos, las señales de Dios en nuestra existencia, sin dejarnos engañar, embaucar o drogar preocupados por el cómo y cuándo sucederá esto esperando señales divinas y acontecimientos sorprendentes.
Reflexión: Creo que el ser humano necesita escuchar las palabras del evangelio de este domingo: “Estad en vela… estad preparados” para no caer estrepitosamente en el desencanto, en la ausencia de referencias, en la inquietud, en la incertidumbre, en la desesperanza, en el individualismo… Desde la actitud de vigilancia puede nacer un hombre nuevo y una mujer nueva que no se conforme con ser espectador pasivo de la historia. Este puede ser el reto de Adviento 2022.
Para ello, aparta de ti la mediocridad y la cobardía y opta por vivir la esperanza y recuperar fuerzas para despertar y generar esperanza. No vivas, en este tiempo de adviento, aferrado a lo que posees, sin horizonte, sin futuro y sin objetivos. Dios se hace presente en ti y en mí para liberarnos. Dios no es un ladrón que nos despoja sino un padre que nos da vida… por ello enfréntate al “aquí y ahora” desde la esperanza que se sustenta en Jesús.
“Es la hora de despertarnos porque la salvación está cerca… revístete del Señor Jesucristo” (2ª lectura) En la medida en que nos desprendamos de falsas seguridades y falsos horizontes, sólo en la medida en que Jesús entra y orienta todas las dimensiones de nuestra vida, podemos decir que la venida del Señor es liberadora, sanadora y salvadora.
Nuestra mayor enemiga es la superficialidad. Y de ella solo podremos escapar “despertando” para poder vivir de otra manera. Este es precisamente el grito del evangelio de hoy: Vigilad, velad, estad preparados. Nunca es tarde para escuchar la llamada de Jesús, reconocer su venida en el hoy y vivir en la esperanza…. No vaya a ser que suene un “campana y se acabó”
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