¡Oh Dios! Envíanos locos, de los que se
comprometen a fondo, de los que se olvidan de sí mismos, de los que aman con
algo más que con palabras, de los que entregan su vida de verdad y hasta el
fin.
Danos locos, chiflados, apasionados, hombres
capaces de dar el salto en la inseguridad, hacia la creciente incertidumbre de
la pobreza; Danos locos, que acepten diluirse en la muchedumbre anónima sin
pretensiones de colgarse una medalla, que no utilicen su superioridad en su
provecho.
Danos locos Señor, locos del presente, enamorados de una forma de vida sencilla, amantes de la paz, puros en su corazón, resueltos a nunca traicionar, capaces de aceptar cualquier reto, de acudir donde sea, libres y obedientes, espontáneos y tenaces tiernos y fuertes.
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