NOTA: El día 6 de agosto se celebra la Transfiguración del Señor. Esta festividad fue comentada el 2º domingo de cuaresma. Por ello en esta ocasión he querido comentar, en esta artículo, el evangelio del domingo XVIII del tiempo ordinario (ciclo a). Si quieres un comentario sobre la transfiguración del Señor te remito a este enlace:
http://parroquiabeataguadalajara.blogspot.com/2023/02/transfiguracion-es-don-no-confort.html
Tiempo Ordinario. Domingo XVIII
Cada vez más, estoy convencido que nos necesitamos unos a los otros. Y pienso, que es una virtud sentirse necesitado de los dones y talentos de nuestros prójimos, así como, desde la mayor de las humildades, reconocer que “el otro” necesita de mí. Te podría decir que la ley de los vasos comunicantes, donde se igualan los niveles, la deberíamos hacer vida y poner en práctica, desde actitudes sencillas que nos lleven a conectar, traspasar y comunicar aquello que tenemos, heredado de la bondad de Dios, y que nos caracteriza como imagen suya en el mundo.
En este domingo XVIII del Tiempo Ordinario (ciclo a) descubro como Jesús, Hijo de Dios vivo, necesita de la generosidad de alguien que se desprende de cinco panes y dos peces, para obrar el milagro de multiplicar y saciar el hambre de una multitud que le seguía a pie desde los poblados.
El evangelio (Mateo 14, 13-21) nos narra la multiplicación de panes y peces, posiblemente sea este uno de los milagros más conocidos que nos ofrecen los evangelios.
La noticia de la muerte del Bautista parece impulsar a Jesús a hacer un alto en el camino y centrarse más sobre el grupo de los discípulos. Por ello, su intención es estar a solas con el grupo de los íntimos: “se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado”. Pero, enseguida, la multitud, que lo sigue de todos los poblados, se hace presente. El Maestro, al ver a la gente y el estado en el que se encuentran, siente compasión por ellos, les atiende, sana sus heridas y les ofrece lo que tiene, revelando la misericordia del corazón de Dios.
No seré yo quien critique la actitud de los discípulos, que me parece, por un lado muy normal, pero, por otro, no deja de ser una actitud muy común y pelín egoísta de “quitarse el muerto de encima”. Ellos advierten de la hora que es y del lugar en donde se encuentran, por ello dicen: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer»
La respuesta de Jesús no se hace esperar, es una llamada de atención para que no se desentiendan de la suerte que corren “los otros” «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer». Me imagino la cara de sorpresa que pondrían los discípulos. Alucinarían con las palabras de Jesús, porque ¿cómo dar de comer a una multitud hambrienta si sólo tienen «cinco panes y dos peces»? Por muy acostumbrados que estuvieran los Doce a frases del Maestro semejantes a estas, en esta ocasión les pedía un imposible. Ahora sí que era “rizar el rizo”.
«Traédmelos». Es la acción que solicita Jesús de sus discípulos. Es decir, lo que tienes no te lo guardes por miedo a que no haya suficiente para todos. Arriésgate, comparte y confía en mí, es lo que pide Jesús a quienes le siguen de forma más cercana. Sólo a partir de esta generosidad de poner en las manos de Jesús los «cinco panes y dos peces» se puede obrar el milagro de dar de comer a una multitud. Este es el papel que desempeñan los discípulos: dar de comer al gentío. Es natural que la misión que se les pide les parezca al principio imposible y sientan la tentación de despedir a la multitud que se ha congregado en torno a ellos. Pero Jesús les enseña que la solución está en compartir, en perder algo para ganar mucho.
Reflexión: Amig@, te invito a que el evangelio de este domingo lo mires desde la perspectiva de ser una buena síntesis de algunos rasgos fundamentales de la persona de Jesús. Principalmente, me gustaría que te dieras cuenta que su personalidad, constantemente, es la de compadecerse de la gente. El Maestro aparece lleno de bondad y solidaridad con quien sufre alguna enfermedad, necesidad o cansancio. Y no se limita a un mero sentimiento de lástima sino que hace obra concreta esa actitud de compasión: curó a los enfermos, partió los panes y comieron todos hasta quedar satisfechos.
Este relato, de la multiplicación de panes y
peces, es aleccionador para ti y para mí, discípulos del siglo XXI, porque
queda claramente resaltado, como expresión de la presencia del Reino, el compartir.
Frente a la actitud de los discípulos que estiman que no hay suficiente comida
para todos y es preferible que se las apañen ellos yéndose a las aldeas
cercanas y comprando lo que necesiten… Jesús contrapone el “dar” generoso y
gratuito.
«Dadles vosotros de comer» se convierte en toda una provocación para que cojamos las provisiones sencillas de nuestros pocos panes y peces y las pongamos en manos del Maestro, el cual sabrá multiplicarlo, para que lo repartamos generosamente entre todos aquellos que tienen “hambre”
Esta es una de las enseñanzas profundas de este evangelio: Cuando nos liberamos del egoísmo generamos felicidad y paz.
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